Desde 2014, la ciudad santiagueña de Termas de Río Hondo tiene una cita obligada con la adrenalina y la velocidad. No es para menos: desde hace una década la ciudad santiagueña forma parte del Mundial de motociclismo. Entre los protagonistas del MotoGP que llegaron al país para el evento de este fin de semana hay uno que siempre acapara la atención: el español Marc Márquez.
¿Los motivos? Es el piloto en actividad con más títulos, además de ser el más ganador aquí con tres éxitos (2014, 2016 y 2019). Su presencia en el Gran Premio de la Argentina de 2025, además, puso fin a un lustro de frustraciones para sus fans de esta parte del mundo ya que desde su última victoria hasta este año la carrera se canceló tres veces (2020 y 2021, pandemia; y 2024, cuestiones económicas), además de sufrir una lesión que le impidió correr en 2023. ¿Pero qué es eso que hace especial a Márquez, tanto que una de las tribunas del circuito lleva su nombre? Nada más y nada menos que su propia historia…
Marc Márquez no es solo un piloto de motociclismo; es una leyenda viva, un hombre que ha reescrito las reglas de lo que significa ser un campeón. Con 32 años, lleva más de una década desafiando los límites de la velocidad, la resistencia y la superación personal. Su carrera es un viaje épico, lleno de glorias, rivalidades históricas, caídas brutales y resurgimientos que han dejado al mundo sin aliento.
Llego al Mundial de Motociclismo como un huracán. Después de brillar en las categorías menores (fue campeón de 125cc en 2010 y de Moto2 en 2012), en 2013, en su temporada de debut en la categoría reina de las dos ruedas, se coronó campeón del mundo. No era un logro cualquiera: lo hizo derrotando a gigantes como Valentino Rossi, Jorge Lorenzo, Casey Stoner y Dani Pedrosa. Aquel año, Marc no solo ganó; lo hizo con un estilo agresivo, arriesgado y espectacular que dejó claro que había llegado para quedarse. Y eso que solo tenía 20 años.
Su rivalidad con Rossi se convirtió en el eje central del campeonato. Marc era joven, audaz y temerario; Valentino, experimentado, astuto y con un aura de invencibilidad. Pero Márquez no se intimidó. En pistas Argentina, Assen o Phillip Island, los duelos entre ambos fueron épicos, a veces polémicos, pero siempre memorables. Marc no solo le ganó a Rossi; se convirtió en su némesis, en el rival que desafió su reinado y lo superó.
Entre 2013 y 2019, Márquez acumuló seis títulos mundiales en MotoGP. Era imparable. Su capacidad para sacar ventaja en las curvas más complicadas, su manejo del freno trasero y su habilidad para recuperar posiciones en las últimas vueltas lo convirtieron en un fenómeno único. Ganó carreras desde la pole, desde la décima posición, en seco, en mojado, con lesiones... No había reto que no pudiera superar. Pero en 2020, todo cambió.
Una caída en Jerez en 2020 marcó el inicio de un calvario. Una fractura en el húmero que se complicó con múltiples cirugías, infecciones y recaídas. Marc pasó de ser el rey de MotoGP a un fantasma en las pistas. Muchos lo dieron por acabado. "No volverá a ser el mismo", decían. Y no les faltaba razón: las lesiones no solo afectaron su cuerpo, sino también su mente.
Durante casi tres años, Márquez luchó contra el dolor, la frustración y la incertidumbre. Hubo momentos en los que incluso él dudó de su capacidad para volver a competir al más alto nivel. Pero Marc no es un piloto cualquiera; es un luchador nato.
Después de toda una vida junto a Honda, en 2024, Márquez sorprendió al mundo al unirse a Ducati, pero no al equipo oficial, sino a un equipo satélite, Gresini Racing. Allí, compartió garage con su hermano Alex, en una temporada que muchos vieron como un último intento por resurgir. Pero Marc no estaba allí para despedirse; estaba allí para recordarle al mundo quién era.
Con Ducati, Márquez encontró una moto que se adaptaba a su estilo agresivo. Poco a poco, fue recuperando su ritmo, su confianza y, sobre todo, su sonrisa. En 2025, dio el salto al equipo oficial Ducati y arrancó el torneo con una contundente en el Gran Premio de Tailandia. Su regreso no fue solo físico; fue mental. Marc volvió a creer en sí mismo, y eso se notó en cada curva, en cada adelantamiento, en cada podio.
A sus 32 años, Marc Márquez está más hambriento que nunca. Las lesiones no lo frenaron; lo fortalecieron. Las críticas no lo hundieron; lo impulsaron. Hoy, en Ducati, tiene una nueva oportunidad para hacer historia. Quiere demostrar que aún puede ganar, que aún puede ser el mejor.
En la pista, Marc sigue siendo el mismo: rápido, agresivo, incansable. Pero hay algo más: una madurez que lo hace aún más peligroso. Sabe que el tiempo no perdona, pero también sabe que su legado está en juego. Cada carrera es una batalla, cada victoria, un mensaje al mundo: no se rinde.
Marc Márquez no es solo un piloto; es un símbolo de resistencia. Ha vencido a sus rivales, a las lesiones y a las dudas. Su historia no es solo la de un campeón, sino la de un hombre que se negó a ser vencido.
Ahora, con Ducati, tiene la oportunidad de cerrar su carrera con broche de oro. Pero no tiene tiempo para pensar en despedidas; piensa en victorias. Porque para él, las dos ruedas no son solo un deporte; son su vida. Y mientras haya una moto, una pista y un rival, Marc Márquez seguirá haciendo historia.
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