El automovilismo tiene algo de herencia y mucho de pasión. No es casualidad que a lo largo de la historia hayamos visto a apellidos legendarios perpetuarse en el tiempo, pasando de generación en generación como si el talento y la velocidad fueran parte del ADN. Mario y Michael Andretti, Graham y Damon Hill, Michael y Mick Schumacher… todos casos donde el automovilismo no solo fue un medio de vida, sino una forma de relación entre padres e hijos. Ahora bien, lo que sucede con Leonel y Tiago Pernía tiene un matiz diferente. No solo comparten el apellido y el amor por la competencia, sino que son contemporáneos en la pista. Pocos casos en la historia del automovilismo han visto a un padre y un hijo compartir equipo y disputar posiciones como rivales directos.
Si uno mira la trayectoria de Leonel Pernía, uno se dará cuenta que su historia está marcada por la paciencia y la tenacidad. No fue un camino rápido hacia la gloria. Antes de consolidarse como uno de los grandes nombres del automovilismo argentino, hizo su propia incursión en el fútbol, siguiendo la tradición de su padre, Vicente Pernía, ex jugador de Boca Juniors. Y al igual que el Tano, Leo cayó ante las garras de la adrenalina que produce la velocidad y decidió dejar la pelota de un lado para aferrar con fuerza un volante y apretar el acelerador a fondo.
Leonel demostró su talento desde el primer día en la pista, aunque los títulos se le hicieron esquivos durante mucho tiempo. Sin embargo, lejos de rendirse, construyó una carrera sólida, peleando cada campeonato hasta que, en 2018, llegó su primer gran logro en el Turismo Nacional. Desde entonces, la racha se rompió y las coronas comenzaron a llegar en el TC2000, con campeonatos en 2019, 2022, 2023 y 2024. Hoy, a sus 49 años, sigue siendo un referente, demostrando que la edad no es un límite cuando la pasión y la disciplina están intactas.
Mientras su padre acumulaba experiencia y victorias, Tiago Pernía creció con el ruido de los motores como banda sonora de su infancia. A los 7 años, Leonel le regaló su primer karting, iniciando un camino que, con el tiempo, lo llevaría al TC2000 y al TCR South America, donde hoy comparte equipo con su padre como parte del Honda YPF Racing.
Tiago no tardó en demostrar que el talento también corría por sus venas. Se coronó campeón en la Fórmula Nacional antes de dar el salto a los autos de turismo. Ahora, a los 21 años, se enfrenta a un desafío poco común: competir mano a mano con su propio padre. "Es una locura, ya estoy podrido de que me gane", dice entre risas. Pero en su voz se nota el respeto, el desafío de superarlo sin que eso signifique dejar atrás la admiración.
Leonel no oculta que ver a su hijo en pista le genera sensaciones encontradas. "El tiempo ha pasado muy rápido de ese día en que le regalé el karting hasta hoy, que estamos compartiendo pista y equipo. He pasado por tantas sensaciones desde que empezó a correr… Recuerdo su debut en la Fórmula Metropolitana, lo dejé en la grilla y sentí que estaba dejando a mi hijo en una guerra. Me costó soltar, me costó entender que él estaba listo para esto", confiesa Leo.
Ahora, ya en autos con techo, la seguridad es mayor, pero la tensión sigue allí. "De repente, en una carrera me di cuenta de que me estaba desconcentrando porque pensaba más en él que en la competencia", dice. "Cuando lo vi hacer una maniobra a 250 km/h, sacando la trompa del auto adelante, solo pensaba: ‘Que no se toque, que no se choque’... y me estaban dejando atrás. Con el tiempo fui perdiendo esa sensación y ahora lo disfruto más, aunque el miedo nunca desaparece del todo".
"Sin duda que estoy viviendo un sueño”, agrega Tiago, que sueña con algún día correr en el exterior y ser campeón. “Es el segundo año que comparto pista con mi viejo y con mi tío, y es una locura. Ya estoy podrido de que me gane, así que este año voy a intentar revertir la cosa. Va a ser muy difícil, pero tengo un equipazo detrás y voy a representarlo de la mejor manera. Principalmente, pienso en el equipo, pero también en hacer mi camino", explica dejando en claro que está dispuesto a desafiar a su padre en la pista.
El ex futbolista –y ahora piloto- Mariano Pernía, hermano de Leonel y tío de Tiago, observa la situación desde un lugar privilegiado. "Leo hace años que se viene preparando para que Tiago lo jubile", bromea. "Pero lo hermoso es que lo hace con orgullo. Es el único que se alegra cuando lo superan. Él siempre dice que quiere que Tiago lo alcance por mérito propio, no porque él baje el rendimiento. Eso los empuja a ambos a mejorar".
La historia de los Pernía está lejos de ser una simple anécdota de familia. Es la demostración de que el automovilismo puede ser un vínculo tan fuerte como la sangre misma. En cada carrera, Leonel y Tiago no solo compiten contra otros pilotos, sino que también se desafían entre ellos, elevando el nivel de ambos.
"Compartimos los viajes, vamos a las carreras juntos, y eso es impagable. Me estoy dando la posibilidad de disfrutar cada minuto como si fuera el último", concluye Leonel.
Tiago, por su parte, tiene claro que su camino recién empieza. "Sé que en algún momento lo voy a superar. Pero más que una meta, es una motivación, porque quiero hacerlo en igualdad de condiciones, con él en su mejor versión. Lo más lindo de todo esto es que el que más va a festejar ese día va a ser él".
No sabemos cuánto tiempo más los Pernía compartirán la pista, pero mientras eso ocurra, seremos testigos de algo pocas veces visto en el deporte motor: un padre y un hijo que no solo comparten la pasión por las carreras, sino que también se exigen y se empujan mutuamente a ser mejores.
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