El silencio invade una de las dos canchas de voleibol del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, en el bajo Núñez. Pero no es por imposición: esos muchachos generan un respeto del que ni ellos tienen noción.
-Dele, che, dénme un mate, pero ahora que esté bueno, eh -bromea Milinkovic con parte del equipo del Seleccionado que acompañan el momento.
-¿Mejor pongamos alguna de esas pelotas bien nuevitas para la producción, ¿no? -lanza, de pronto, De Cecco, ante los mismos muchachos.
Y siguen la charla, como dos amigos reencontrándose después de mil experiencias y a la vez como las de dos generaciones de players distintos que marcaron y marcan época.
Entonces Marcos (51), quien hasta que se retiró, brilló como temible atacante, y Luciano (35), que sigue generando admiración desde sus manos de armador, se concentran en los pedidos del fotógrafo. Y silencio vuelve a gobernar la atmósfera. De la misma manera que sucederá cincuenta y tres minutos después, cuando, ahora frente al micrófono y el grabador, revivirán de dónde vinieron, desandarán sus experiencias de tantos años con y sin la camiseta celeste y blanca y rendirán homenaje a un deporte que, mientras se masifica sin pausa a nivel popular, sigue exclamando por una mayor difusión y apoyo.
Hora de leerlos, escucharlos y admirarlos:
ENTRE EL ÍDOLO Y EL PRINCIPIANTE
–¿Qué recuerdan de la primera vez que se cruzaron, allá por 2006, en la previa del Mundial de Japón?
Luciano: No emitir una palabra, darle la mano y que me temblaran hasta los pies.
Marcos: Me acuerdo de aquella citación de Jon (Uriarte) con chicos nuevos. Los armadores siempre son recontra importantes. Había llegado él junto con otros tres.
Luciano: … (Nicolás) Efrón, (Ignacio) Bernasconi y (Damián) González. Empezamos a participar en amistosos, mientras ustedes jugaban la Liga Mundial. A los meses, llegaron y nos reunieron para formar el grupo del Seleccionado. Cuando yo pensaba en juntar pelotas detrás de la cancha, mi compañero Santiago Ordura, mandó: “Che, vos estás en la lista”. No lo podía creer. Por eso me temblaba todo el cuerpo cuando saludé a Marcos y a los monstruos que lo rodeaban. Si a ellos los veíamos jugar por ESPN, o alguna vez entrenar acá: les pedíamos que se sacaran fotos con nosotros.
El vóley fue mi primera y mi segunda casa" (Milinkovic)
Cuando le di por primera vez la mano a Marcos, me temblaban hasta los pies" (De Cecco)
–¿Qué encontraba en Luciano por aquellos tiempos, Marcos?
–Se notaba que tenía un toque diferente en el contacto con la pelota. Es difícil de explicar, lo ves, lo sentís. Igual, le quedaba mucho para aprender.
Luciano: Por eso nos puteaban, ¿no?
Marcos: Éramos jugadores con experiencia, más formados, más exquisitos. Y sí, los retos que le hemos dado (ríe). Pasa que éste ni se mosqueaba (palmea a De Cecco).
Luciano: Lo primero que me aconsejaron de afuera cuando entré fue: “Si te putean los mayores, por las dudas no les des bolilla. Hacé como que no escuchaste”.
Marcos: Y como hacían que no escuchaban, nos enojábamos más. Los queríamos matar.
Luciano: Yo vivía en un cuartito de acá, en el CeNARD, con Oscar Cantero (histórico utilero). Él un día oyó a Marcos hablando sobre mí: “¡Este pendejo no escucha lo que le digo!”. “¿Por qué no le hacés caso?”, me preguntó. “¡Me pidieron que no contestara!”. Claro, cuando se enojaban yo mandaba un “sí, sí, si” y seguía con la mía. Entonces Cantero fue, le contó y Marcos entendió.
Marcos: Nos ignoraba, y nos sacábamos.
Luciano: Ahora lo comprendo. Jugar con gente internacional que lo hace en Europa era un paso enorme. Se trata de una manera y un lenguaje distintos. Lo noto ahora, comparándome con los jóvenes.
MUCHO MÁS QUE UN DEPORTE
–¿Cuándo tocaron por primera vez una pelota de voleibol?
Luciano: Yo, a los 10, 12 años; una de beach volley, en San Bernardo, cuando conocí la playa. Había una cancha de vóley, y se jugaba bien. A mí me encantó.
Marcos: Yo tomé contacto con una en mi club, el Sportivo Ballester, también un verano. Iba un rato a la pileta, a tirar al aro, a jugar al fútbol. Hasta que me hice amigo de los chicos del gimnasio, armamos duplas y comenzamos a darle al vóley. Lo mismo, me fue gustando.
... Y pensar que yo quería ser jugador de básquet" (De Cecco)
–¿En qué momento imaginaron que podría ser su profesión?
Marcos: No me lo planteaba de joven. Tampoco, llegar a la Selección. Quizá lo deseaba, pero lo que vino luego fue un sueño demasiado grande: integrarla, irme a jugar a Italia… Sólo se fue dando.
Luciano: Yo quería ser jugador de básquet, porque mi papá era entrenador. Jamás había pensado en el vóley. Pasa que dentro del deporte nunca te das cuenta cómo vas creciendo, hasta que vivís de él. Avanzás etapa a etapa y las cosas suceden o no. Mi objetivo siempre apuntó a ir mejorando de a poquito desde el lugar donde me encontraba parado. Así llegaba la recompensa, te llamaban, subías de categoría, aparecía otro desafío.
“Los retos que le he dado de pibe a Luciano... ¡Y éste ni se mosqueaba!" (Milinkovic)
–¿Qué fue y es el voleibol para ustedes?
Marcos: Por muchísimos años fue mi primera y mi segunda casa. Me permitió trazarme objetivos, aprender, afianzarme, trabajar en grupo, transmitir valores y convertirme en un profesional que gana dinero con lo que le gusta. Eso es lo más lindo. Cuando lo lograste, tal cual, surgen nuevas metas, como crecer en tu equipo, mantener el nivel en la Selección… Los mismos objetivos que hoy sigue teniendo Luciano.
Luciano: Empecé a practicar deportes como algo recreativo. Vivía en un departamento bien chico, con mi familia, y no quería pasármela encerrado. El vóley me dio todo: un modo de madurar, de crecer y de vivir. Me permitió ser hoy lo que soy como persona y jugador.
LOS COLORES, EN LA PIEL
–¿Qué significa entrar a la cancha con la celeste y blanca?
Marcos: Cuando jugás para Argentina no hay grieta posible: todos tiramos para el mismo lado… Sí la hay cuando juegan los clubes (guiña el ojo izquierdo).
Luciano: Somos muy de nuestra tierra. La Selección es un punto de llegada importante y significa una consolidación. Es que dentro de la cancha nosotros representamos a los que llegamos y también a los que no. Al público que nos mira desde donde sea, a los afectos que se bancaron y se bancan los esfuerzos que hicimos y hacemos, como verlos poco. No ganamos plata representando a la Selección, pero siempre queremos mejorar. En un partido, dentro de esta camiseta o este buzo que parecen insignificantes, simbolizás todo lo que te comentamos.
Marcos: El argentino es una persona muy pasional. El vóley inspira una enorme identificación general. Nos dicen que somos superhéroes, pero por las condiciones en las que trabajamos y los sacrificios que nos bancamos, jé. Luciano y los profesionales que vienen de donde sea por amor y pasión a nuestros colores, lo saben.
“Yo soy hincha de Argentina, pero no juego como hincha" (De Cecco)
–¿Ustedes jugaron y juegan como hinchas?
Luciano: Yo no. Soy hincha, pero no juego como hincha.
Marcos: Hinchas soy yo, ahora.
Luciano: Soy hincha cuando estoy en la tribuna o frente a la tele. Adentro, quiero ganar y debo competir para ganar. El triunfo es consecuencia del laburo que venís desarrollando, de saber aprovechar la oportunidad y de tratar de lograr un resultado. Necesitás usar la cabeza, el criterio. Como alguna vez sostuvo Manu Ginóbili: “Pensamos que todo se gana con huevos, y no, se gana jugando bien”.
“Muchos nos dicen que somos superhéroes, pero por las condiciones en las que trabajamos, jé" (Milinkovic)
–Respecto a lo que se llevan del partido y los campeonatos, ¿armaron un santuario de recuerdos?
Luciano: Yo tengo una valija llena de camisetas. De Marcos, por supuesto. La blanca que se usaba en la preparación del Mundial Argentina 2002, donde yo era balonero y secapiso y Sebastián Firpo me regaló su remera número 14. De jugadores como los genios brasileños Giba, Bruninho y Dante; de mis compatriotas Ezequiel Palacios, Sebastián Solé, Facundo Conte, Martín Ramos, de todos… Y conservo cada año una remera de la liga en el que participé.
Marcos: Yo también guardo varias, de intercambiar con colegas. Mi primera camiseta de la Selección la tiene mamá: la traía cuando viajaba a verme. Y sí, con el tiempo son cosas que cobran valor porque muestran tu recorrido.
UN SALTO DE CALIDAD
–¿Fue duro llegar a ser de los mejores voleibolistas de la historia argentina e internacional?
Marcos: Muy. Dejás un montón para lograrlo.
Luciano: Demasiado. Igual, supongamos que no lo consiguiéramos: yo estaría igual de contento. Nosotros pudimos vivir de un deporte, algo que no todos consiguen. Participamos en Juegos Olímpicos, en Mundiales, conocimos lugares increíbles. Si no hubiésemos sido uno de los mejores, el camino igual lo valió.
Marcos: Además, a partir de algo tan especial como el deporte. El deporte te saca de las calles, te aleja de las malas compañías, transmite valores, te hace sociabilizar, seas profesional o no, eh…
Luciano: Yo tuve la suerte de criarme en un club. Y sí, el deporte te brinda una enseñanza diferente de la escuela. Te da un sentido de pertenencia distinto.
–¿Qué les dicen a quienes desean una carrera en él?
Luciano: Que pocos lo van a lograr, pero que no dejen de intentarlo. Los argentinos tenemos escasa capacitación para generar identidad de deportista: queremos ser como nuestros ídolos, y terminamos frustrados. Hay que intentar convertirse en la mejor versión de cada uno, no parecerse a otro. La formación y el trabajo fuerte son básicos.
“Yo me fui con todas las cuentas saldadas. Quizá disfruté más los últimos años que los anteriores, tratando de exprimirlos hasta el límite” (Milinkovic)
–Marcos, ¿una sugerencia para Luciano, quien sabe que ni él ni nadie puede escaparle a la palabra “retiro”?
–Yo tuve la suerte de jugar hasta los 42, los últimos años en mi país, por un deseo propio. Y me fui con todas las cuentas saldadas. Quizá disfruté más los últimos tiempos que los anteriores, tratando de exprimirlos hasta el límite.
–Entonces ¿a usted le quedan siete años, Luciano?
–Las palabras clave son “cuando me cueste”: “cuando me cueste” levantarme, entrenar, ponerle ganas, ya está, me retiro para siempre. Ahora quiero formar una familia, darle tiempo a mis viejos, a mis afectos. El día que se termina el vóley –y Marcos te lo puede explicar mejor que yo–, tenés que volver a empezar de cero. Yo me fui a los 14 años, regreso ahora y todos mis amigos están casados, con hijos, quilombos…, una vida que no conozco.
Las palabras clave son ‘cuando me cueste’: ‘cuando me cueste’ levantarme, entrenar, ponerle ganas, ya está, me retiro para siempre” (De Cecco)
–¿Va seguir ligado a la actividad?
–Ayudaré a la gente que considere, pero creo que mi vida útil en el deporte, con la Selección y el país ya la di. Me voy tranquilo así.
Marcos: Es una lástima que acá no se haya aprovechado lo conseguido en la historia. Aunque el nuestro no es un deporte con innumerables logros internacionales, tuvo medallas de bronce en el Mundial de 1982 y en los Juegos Olímpicos Seúl 1988 y Tokio 2020; oro, plata y bronce en Copas y Juegos Suramericanos y Panamericanos…
Luciano: Oro -ahora, semanas atrás- en el Sudamericano, tras seis décadas. Aparte, se jugó un Mundial en nuestro país, allá por 2002 (quedamos sextos). Una tremenda oportunidad de difusión que no todas las naciones poseen.
Marcos: Cada vez que conseguimos algo, el vóley argentino no explotó, siguió pasando inadvertido.
–¿Por qué?
Luciano: Nuestra infraestructura es buena, pero limitada. Venimos atrasados a nivel prensa, redes sociales, management. Ojo, yo no quiero que las nuevas generaciones vivan de recuerdos, sino que tomen lo logrado como un objetivo. Y eso se genera con capacitaciones, mostrando cómo empezamos -acá mismo, en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo- y vislumbrando hasta dónde podemos llegar. Hay que demostrarle al que empieza que hay un camino ¡que ya se caminó!
Fotos: Fabián Uset
Video: Candela Petech
Agradecemos a FeVA (Federación del Voleibol Argentino), Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), Facundo Rizzone, Gaby Giugliano, Oscar Cantero, Carlos Uset, y a Pablo Palacios (trajes P&P, ropa y calzado para hombres altos: @palaciosypalacios: Malabia 768, CABA)