Quién es, qué piensa y qué siente el piloto de automovilismo que compite en Súper TC2000, Clase 3 de Turismo Nacional y TC, categoría que podría valerle la Copa de Oro. Aquí revela cómo vive “una pasión a toda velocidad”. Nació en Río Negro. Vive en Buenos Aires hace seis años. Soltero, fachero, “calentón” y con el número justo de amigos, “los de toda la vida”. Afirma que tiene “un radar” para detectar a las personas que se le acercan “por quien soy o por lo que tengo” . ¡Largada!
Manuel “Manu” Urcera (28) compite en tres categorías: TC, Súper TC2000 y Clase 3 de Turismo Nacional. La primera puede valerle la Copa de Oro, un torneo de cinco carreras que habilita a doce pilotos (los que quedan de la etapa regular, en la que él salió primero) a pelear por el gran título. La final se correrá el 1º de diciembre en Neuquén. Por eso, los días de este rionegrino –“medio porteño”– son de dedicación exclusiva a su profesión. “Trato de pensar en otras cosas, de no tener la cabeza puesta todo el tiempo en el automovilismo, pero es difícil: es mi pasión. Me motiva estar pensando cómo puedo mejorar. Todo mi tiempo libre lo uso para entrenar: la parte cognitiva con un simulador (lo tiene en su casa) y la física todas las mañanas, de lunes a jueves, en el gimnasio. Y una vez por semana juego al tenis y entreno en karting”, cuenta en una mañana en que deja su agenda de lado para dedicarle a GENTE “todo el tiempo que necesiten para hacer la producción”.
–Hay altas chances de que te conviertas en campeón. ¿Cómo lo estás viviendo?
–Y... ser campeón del TC es algo muy difícil. No depende sólo de tener un buen auto y manejar bien: además, hay que tener suerte. No hay garantía de que no se pinche un neumático o de que alguien no te lleve puesto por atrás. El control no siempre lo tiene uno.
De hecho, eso es lo que le sucedió en la primera carrera de esta última etapa camino a la Copa de Oro, que se corrió en Rafaela del 6 al 8 de septiembre. Una rotura de motor y la pérdida del capot fueron parte de esos imprevistos que él denomina “factor suerte”. Cualquiera diría que ser afortunado también es salir ileso en un deporte de alto riesgo como es el automovilismo, que tantos nervios le hizo –y le hace– pasar a Cecilia, su mamá. “Ella siempre es la que más sufre”. Es que Manu comenzó en el mundo de las carreras con apenas cuatro años. En ese momento, y hasta los diecinueve, competía en moto. Por supuesto sus inicios, con una Honda 50, fueron en San Antonio Oeste, la ciudad de Río Negro donde nació. Dos años después le compraron una Honda 60, que era un poco más grande, y a los diez ya tenía una 80.
–¿Por qué dejaste el motocross?
–Las motos siempre me han gustado más que los autos, pero llegó un punto en mi carrera (a sus diecinueve) en que para hacerlo profesionalmente y vivir del deporte tenía que instalarme en los Estados Unidos, porque acá no tiene la repercusión que debería. Además es muy riesgoso. Lastimarse practicándolo es moneda corriente.
–¿Tuviste algún accidente grave?
–No, por suerte nunca me pasó de estar al borde de la muerte. Sí me he quebrado. Me han operado para ponerme una placa y tornillos, por ejemplo. En esos momentos te das cuenta de cómo es la vida y la gente que tenés cerca. Después de ganar una carrera había un montón de personas saludándome... Cuando estaba internado, sólo mi mamá, mi abuela, mi tía y algunos amigos. Creo que la vida es así: con viento a favor hay muchos aduladores; si viene en contra, son muy pocos los que te rodean.
–¿Del automovilismo sí se puede vivir?
–Sí, por la trascendencia que tiene en nuestro país. Es el segundo deporte –después del fútbol– en cuanto a popularidad, y eso hace que las marcas estén interesadas en apoyar a los pilotos.
En su niñez, y como cualquier chico, Manu se creaba un mundo de fantasías. Ya a los dos años se subía a una bicicleta simulando que se trataba de una moto. Y así competía con grandes rivales. Seguramente, aunque él dice que no, el hecho de que su papá y su abuelo corrieran en moto tuvo mucho que ver. “En una época corríamos los tres juntos. No en la misma categoría, pero sí simultáneamente”, cuenta el piloto. Hoy vive en Buenos Aires, al igual que su hermana Paula, un año y medio más chica. Sus padres vienen seguido a visitarlo desde Neuquén. ¿Novia? No. “Estuve en pareja hasta hace poco, pero se hace difícil. Si tengo cinco minutos libres quiero pensar en cómo ser más rápido el fin de semana que viene”, cuenta.
–¿A qué te dedicarías si no hubieras sido piloto?
–A algún deporte de competencia. El otro día, una amiga me preguntaba qué es lo que más me gusta en la vida. “Ganar”, le respondí. No hay nada en la vida que me guste más que eso.
–¿Cómo reaccionás si perdés?
–Me re caliento (risas). Y me molesta mucho más perder por un error mío que por uno de mi equipo.
–¿Hacés terapia?
–No, porque considero que no hay nadie que se conozca más que uno. El mejor psicólogo para mí soy yo. Soy calentón y cometo errores, pero trato de ir aprendiendo y no repetirlos.
Fotos: Christian Beliera, gentileza Prensa TC y álbum personal M.U.