“Más allá de lo grave y complicado que fueron las cosas, yo siempre creo que también pasan por algo...”. La voz de Kevin Benavides, dos veces campeón del Rally Dakar, resuena con una fuerza inquebrantable en la charla con GENTE. Este salteño de 35 años es un hombre marcado por el desierto, por la lucha y por la adrenalina que corre por sus venas. Pero también por un destino que lo puso al borde del abismo y lo devolvió a la vida con una misión.
El pasado 11 de mayo un entrenamiento rutinario se transformó en una pesadilla. Un salto en motocross, una caída brutal, y la memoria se desvanece. “Del tema de la cabeza, del golpe que tuve en la cabeza no me acuerdo, pero sé dónde me caí...”, relata Kevin, con la mirada fija en un punto lejano, como si aún buscara respuestas en el polvo del recuerdo.
Las semanas siguientes fueron un borrón. “Tuve una lesión axonal difusa”, explica. “Es una lesión en la cabeza que básicamente se produce porque el cerebro se mueve muy muy rápido”.
Las palabras golpean con crudeza, describiendo un daño invisible, pero devastador. “En la mayoría de los casos quedan eh secuelas importantes o o graves problemas”. El silencio se apodera del relato por un instante, cargado de una tensión que no necesita más explicaciones. Sí, Kevin Benavides estuvo al borde de la muerte.
Pero este salteño es un guerrero forjado en el crisol del Dakar. “Gracias a Dios pude despertar”, dice con una sonrisa tenue. La recuperación fue una batalla épica. Cirugías, meses de terapia, la lucha constante por recuperar la movilidad de su mano izquierda, traicionada por un nervio radial dañado.
“Me tuvieron que entubar y hubo ciertas cosas que no fueron muy agradables que digamos”, recuerda con una mueca de dolor. “Pero bueno... cada día fue como superar etapas del Dakar”... Sí, el Dakar, siempre presente, como una metáfora de la vida misma.
Y ahora, en la víspera de la edición 2025 de la mítica prueba, que se realizará del 3 al 17 de enero nuevamente en Arabia Saudita, Kevin se prepara para volver al ruedo. No hay miedo en su mirada, solo una determinación inquebrantable. “Quiero volver a competir y subirme de vuelta a una moto”. La pasión en su voz es un rugido que silencia cualquier duda. “Me gusta estar ahí, me gusta estar en el desierto, me gusta sufrir cada una de las etapas... esa adrenalina que te genera el Dakar en sí es algo único, es como una droga”.
Pero esta vez, la aventura tendrá un sabor especial: compartirá equipo con su hermano Luciano, una dupla argentina dispuesta a desafiar al desierto. “Todavía quiero seguir ganando, todavía quiero seguir luchando y dando lo mejor de mí y seguir haciendo historia”, afirma Kevin con la convicción de un hombre que ha mirado a la muerte a los ojos y ha regresado con un propósito.
¿Por qué sobrevivió a ese brutal accidente? Kevin no titubea al responder: “Puedo estar acá porque creo que también tengo algo que seguir haciendo”. Un pacto con el destino, sellado en la arena del desierto. La carrera más exigente del mundo lo espera, y Kevin Benavides está listo para la batalla. “Las cosas difíciles hacen personas más duras", sentencia, "y para la carrera que nosotros corremos hay que ser bien duro”.
El rugido de los motores se acerca. El desierto se extiende ante él, un lienzo infinito donde escribirá un nuevo capítulo de su leyenda. Kevin Benavides, el guerrero resucitado, vuelve al Dakar y como siempre, va por todo...
