Por años, Bernie Ecclestone fue el arquitecto invisible que movía los hilos en la Fórmula 1, transformando una categoría de nicho en un espectáculo global multimillonario. Hoy, a sus 94 años, el “Supremo” de la F.1 vuelve a los titulares, no por sus maniobras comerciales o su indomable influencia, sino por una decisión cargada de nostalgia: decidió poner en venta su colección de autos de la máxima categoría. Se trata de 69 ejemplares que narran la evolución del deporte rey del motor, desde 1950 hasta los días de Michael Schumacher.
Hablar de Bernie Ecclestone es evocar a un hombre que, con apenas 1,60 metros de estatura, ejercía un poder que parecía alcanzar las estrellas. En sus días de apogeo, Ecclestone no solo manejaba la Fórmula 1, sino que parecía ser la Fórmula 1. Desde sus inicios como vendedor de repuestos hasta convertirse en piloto frustrado, Bernie pronto entendió que el verdadero negocio estaba al margen del volante.
En los años 70, compró el equipo Brabham y, a través de maniobras tanto geniales como despiadadas, negoció los derechos comerciales de la Fórmula 1. Este movimiento le permitió transformar la categoría en una máquina de dinero. Con un control férreo y una habilidad única para manipular egos, contratos y cámaras, convirtió a pilotos como Ayrton Senna y Schumacher en íconos globales, y a la F.1 en un espectáculo planetario.
Pero los tiempos cambiaron. En 2017, Liberty Media lo desplazó de su trono, después de pagarle varios miles de millones de dólares, y aunque su partida no fue gloriosa, Bernie nunca dejó de ser una figura mítica, rodeada de lujo, polémica y autos.
La colección que ahora sale a la venta no es solo un cúmulo de chasis y motores; es un recorrido por la historia de la velocidad y la gloria. Entre los autos, se encuentra el Ferrari 375F1 con el que Alberto Ascari ganó el Gran Premio de Italia de 1951, o el Ferrari de Mike Hawthorn que lo coronó campeón en 1958.
También destacan piezas más recientes, como el Ferrari F2002 que llevó a Michael Schumacher a uno de sus títulos mundiales más dominantes. Pero la joya de la corona podría ser el Brabham BT46B con un ventilador trasero que generaba tal fuerza descendente que fue prohibido tras su victoria en Suecia en 1978 con Niki Lauda al volante.
Ecclestone no solo coleccionaba autos, sino piezas de arte con ruedas, símbolos de eras que él mismo ayudó a construir. Según Tom Hartley Jr., encargado de gestionar la venta, “recrear esta colección hoy sería imposible”.
“Quiero saber a dónde van, no dejarlos como un problema para mi esposa si algo me pasa”, dijo Bernie en un comunicado, reflejando un toque de humanidad inusual para el hombre que alguna vez declaró que “las mujeres son como electrodomésticos”...
Ahora, después de décadas de amasar una colección inigualable, parece que incluso Bernie ha encontrado una curva que no puede tomar. A través de esta venta, el magnate busca perpetuar su legado en manos que valoren cada tornillo, cada línea de diseño.
Ecclestone ha sido comparado con Napoleón, un estratega pequeño en estatura pero gigantesco en influencia. Su decisión de vender estos autos no es solo un acto financiero; es un recordatorio de que incluso los imperios más grandes eventualmente enfrentan la mortalidad.
Mientras los autos cambian de manos, Ecclestone sigue siendo un hombre que no puede separarse completamente del poder. Quizás por eso eligió no subastarlos, sino venderlos cuidadosamente, como si los estuviera entregando en adopción.
La Fórmula 1 ha cambiado desde que Bernie la gobernaba como un monarca absoluto. Pero al desprenderse de su colección, el hombre que moldeó el deporte tal y como lo conocemos se asegura de que su sombra perdure para siempre.