Aunque llevan décadas avanzando en puestos de poder y liderazgo, son muy pocas las naciones dirigidas por mujeres. Casualidad o no, siete de esos Estados están entre los que mejor enfrentan al coronavirus.
“Hay dos variables que son clave a la hora evaluar el éxito con que un Estado enfrenta la pandemia: el incremento de los contagios y la velocidad de con que se dan, y el índice de letalidad”, dice la politóloga Florencia Álvarez. Tomando ambos aspectos -y aun a riesgo de caer en una generalización- parece ser cierta la premisa que indica que los países liderados por mujeres están tomando mejores políticas para hacer frente a la pandemia.
Angela Merkel, canciller de Alemania, fue elogiada por analistas internacionales debido a las medidas que tomó para minimizar el impacto del coronavirus en su país. No le tembló la voz, hace unas semanas, cuando tuvo que involucrar a la sociedad de su país. “Desde la reunificación alemana, no, desde la Segunda Guerra Mundial, no ha habido un desafío para nuestro país que dependa tanto de nuestra solidaridad común”, sentenció.
Hoy su estado contabiliza cerca de 167 mil casos positivos, de los cuales, murieron menos de 7000 (81 por cada millón de habitantes) y 129 mil ya están recuperados. Si bien los números son elevados, logró evitar el confinamiento total y el colapso del sistema de salud, dos aspectos clave que están haciendo tambalear a más de un gobernante. De hecho, sus salas de internación están abiertas a pacientes de otros países de Europa.
Su par neozelandesa, Jacinda Ardern, también lidera el podio de las buenas decisiones. “Hemos ganado una batalla”, anunció a finales de abril, cuando su país llevaba varios días consecutivos con los contagios por debajo de dos dígitos. Con apenas seis casos positivos cerró las fronteras del país e impuso cuarentena obligatoria para los neozelandeses que regresaban al país.
Para salir de la cuarentena previó un sistema de burbujas sociales en el que cada uno comienza a vincularse con su círculo más cercano de familiares y amigos si salir de la ciudad y manteniendo medidas de cuidado. El dos de mayo, el país -dividido en dos islas- registraba menos de 1500 casos positivos, de los cuáles ya están cerrados 1283 (entre estos se contabilizan 20 muertes, es decir 4 por cada millón de habitantes).
En Islandia, la primera ministra Katrín Jakobsdóttir apostó al testeo masivo de los ciudadanos con el objeto de localizar y aislar a los casos positivos. Ni siquiera tuvo necesidad de cerrar las escuelas. En el país nórdico se registraron hasta los primeros días de mayo 1798 (entre los cuáles hubo una decena de muertos y sólo quedan 82 activos).
“Respecto de Nueva Zelanda e Islandia, por sus características insulares y poblacionales, dan pocas herramientas comparativas para analizar el acierto de sus decisiones con carácter general”, señala Álvarez.
Ella reflexiona en torno a las diferencias entre hombres y mujeres en la toma de decisiones: “Si bien sobre este tema no existen en la investigación científica estudios concluyentes que nos puedan orientar, sí se perciben algunas tendencias que diferencian los estilos de gobierno, según lo encabece una mujer o un hombre. Así pues, los gobiernos presididos por mujeres se caracterizan por una mayor apertura al diálogo, priorizándolo sobre el conflicto; una tendencia a procurar una mayor concordia social, y a imponer fórmulas metódicas de trabajo. En cualquier caso, como sociedad, debemos fortalecer las capacidades de las mujeres para incrementar su participación en espacios de poder, intentando que las élites reflejen la composición de los pueblos. Ya el Santo Papa Juan Pablo II advirtió sobre la relevancia de la mujer en la construcción de la paz y de una comunidad socialmente justa”.
Otro de los países que tuvo éxito frente al brote de coronavirus fue Taiwán. Su presidenta Tsai Ing-Wen basó sus decisiones en tres ejes. “Tres ideas fuerza sustentaron la toma de decisiones en Taiwán: la producción de test de manera masiva, la ciberseguridad y la utilización del bigdata para la trazabilidad de los infectados, y la producción de insumos críticos”, explica Alvarez y agrega: “Respecto de la ciberseguridad sería de muy difícil implementación en las sociedades occidentales, caracterizadas por priorizar el valor de las libertades individuales y la privacidad frente al Estado”. Con una población de 23,8 millones y habiendo realizado algo más de 63 mil tests, el país sólo registró 432 casos hasta el 2 de mayo, de los cuáles 6 terminaron en muerte y otros 324 cerrados con los pacientes reucperados.
Respecto de los tres países nórdicos gobernados por mujeres, Noruega, Dinamarca y Finlandia, Álvarez comenta: “Son países con sistemas públicos estatales muy fuertes, en los que la ola neoliberal no logró penetrar y por tanto supieron preservar el sistema público de salud, de manera que estuvieran preparados para afrontar exitosamente la pandemia”.
Noruega realizó cerca de 32 mil tests por cada millón de habitantes. Al comenzar mayo el país liderado por Erna Solberg tenía menos de 8000 casos positivos, entre los cuales se cuentan 32 pacientes recuperados, 27 en estado crítico y 215 fallecidos.
Sanna Marin, que con solo 34 años se convirtió en la presidenta más joven de Finlandia, es reconocida por sus estrategias poco tradicionales: más ligadas al espíritu millennial que a la política acartonada. Comenzó mayo comunicando que debido al éxito de las medidas tomadas anteriormente, el país podía ingresar en una nueva instancia. "El gobierno continúa buscando evitar la propagación del virus en la sociedad, salvaguardar la capacidad de carga de la atención médica y proteger a las personas en particular riesgo", enfatizó Marin.
En Dinamarca, Mette Frederiksen, se sometió a las preguntas de niños y niñas en una conferencia de prensa en la que no pudo escapar a los cuestionamientos más simples y al mismo tiempo más complejos. El país comenzó su reapertura a mediados de abril. Fue uno delos primeros en permitir que los niños vuelvan a las escuelas. Y tres semanas más tarde, con menos de 10 mil casos y 493 muertes los líderes aseguran que no preven una nueva ola de contagios. Incluso autorizaron a los abuelos a encontrarse con sus nietos y abrazarlos.
Álvarez adjudica el éxito de estos países a que “todos contaron con sistemas sanitarios robustos, producto de políticas de Estado defendidas por mujeres y hombres indistintamente. No obstante, no se puede minimizar los liderazgos de las gobernantes a quienes les tocó enfrentar la pandemia y cómo lograron articular con la oposición para priorizar la salud de la población”, concluye.