Tiene 22 años. Hace un año, su vida tuvo un giro inesperado. Si fuera una película, parecería un detalle inverosímil del guión. pero fue la realidad y, como tantas veces, superó a la ficción.
"Fernando está muerto. Un chico como yo, muerto. No te voy a decir que esto me arruinó la vida hoy, cuando pasó tanto tiempo, porque los padres y la novia de Fernando tienen la vida arruinada de verdad", declaró en entrevista con Clarín.
El joven, remero y estudiante de Farmacia (sigue los pasos de sus padres, ambos farmacéuticos), habló de lo que pasó el verano pasado. Luego de que el brutal crimen de Fernando Báez Sosa conmoviera a la sociedad, el grupo de jóvenes señalados como autores del asesinato indicó que Pablo Ventura (22) había sido responsable del hecho.
La sospecha duró poco: enseguida quedó demostrado que la noche del crimen el acusado estaba a kilómetros de Villa Gessell, donde ocurrió la fatal golpiza: había cenado con su familia en Zárate y su imagen había quedado registrada en cámaras de seguridad de la ciudad.
"Estos pibes hicieron que yo no sea el mismo. Mis viejos no son los mismos. Con lo que me hicieron, ¿qué se puede hacer? Nada", reflexiona a un año de haberse convertido en sospechoso por una falsa acusación y agregó: "La justicia es para Fernando y por todo lo que arruinaron al sacarlo del mundo".
Jamás se había cruzado con Fernando y tampoco conocía a los rugbiers más que de vista. Eso no impidió que fuera buscado por la policía y trasladado a la departamental de Dolores. Entonces su mamá, Marisa Pittilini, había declarado: "La vida de toda la familia se detuvo por unos días".
Y ya en ese momento, todavía impactado por lo que le había tocado atravesar debido a la falsa acusación de los jóvenes implicados en el caso, Pablo confesó: "Todavía no entiendo que pasó…, no puedo salir del shock. Siempre confié en que la justicia me iba a liberar porque nunca estuve en Villa Gessel. Esa noche estaba jugando a la play en la casa de un amigo y cerca de las cuatro de la mañana volví a mi casa a dormir. No puedo creer lo que hicieron con este chico Fernando al que mataron como a un perro".
Mide casi dos metros. Calza 50. Nunca entendió por qué lo habían señalado. Pero practica un deporte que lo lleva a mirar hacia adelante: rema. Sigue entrenando y reconoce que eso le sirve para la mantenerse sano. "El deporte te abstrae de todo. Los meses de aislamiento, que no pude estar en el agua, me deprimí mucho, estuve muy mal. Ya no hay nadie que no me conozca. Es incómodo que me digan ‘Hola Pablo’ y que te hablen del tema sin conocerte. Te remueve todo", confesó en la entrevista. Y acotó que al ser un lugar tan chico, la historia del crimen siempre está presente.
A pesar de su probada inocencia, Ventura debió enfrentarse a cámaras y su vida cotidiana se convirtió en algo más publico de lo que hubiera deseado. En la entrevista contó que sólo fue a bailar dos veces desde el verano pasado. "Me obligaron mis amigos", justificó y contó que no la pasó bien ya que debía hablar una y otra vez de lo que había pasado.
No escapa a los problemas, pero espera mudarse a la Ciudad de Buenos Aires cuando se reciba. Mientras tanto, tiene una tarea pendiente: le gustaría visitar a los papás de Fernando Báez Sosa. "Parece que era un muy buen pibe y sus padres, aunque sea por unos días, también pensaron que yo lo había matado y me había escapado de Gesell. El por qué de ese daño que me hicieron es un misterio que no se va a resolver", señaló.
Manifestó su fe en la justicia: "Se va a resolver el caso. Me gustaría decirles una sola cosa: ‘Confíen en la Justicia’”, aseguró pensando en el calvario que atraviesan los padres de Fernando a un año del asesinato.
