El martes 15 de octubre Humberto Vicente Castagna murió en el Sanatorio de Los Arcos. Luego de estar 15 días internado por una afección pulmonar, el hombre que compuso más de 50 discos y 600 canciones, dijo adiós. En esta nota homenaje, anécdotas íntimas de su círculo entrañable.
PALITO ORTEGA
“Nos mostró lo hermosa que es la vida”
“Se fue un amigo entrañable, de esos pocos que hay en la vida. Su partida nos muestra que la vida es breve, pero hermosa. A mí, hace un tiempo que Dios me regaló unos meses más junto a mi amigo. Porque en el 2017, cuando se descompensó y estuvo dos meses en coma, hablé con su médico personal y no me dio muchas esperanzas. Entonces, decidí ir a verlo todas las noches. Iba con mi guitarra y le cantaba algunas canciones. Me acercaba a su oído y le decía: ‘¡Despertate, dale que tenemos que cantar juntos y salir de gira!’. Pasaron casi sesenta días y un día Cacho abrió los ojos. Y un año después hicimos la gira Juntos, que llenó el Luna Park. El me escribió y me dedicó la canción El último Rey, una letra hermosa que habla de la historia de mi vida. Yo que soy un aficionado a la pintura, le regalé un cuadro en el que lo pinté como Elvis Presley. Me agradeció por el gesto y me dijo: ‘¡Menos mal que te dedicaste a la música!’. Tenía esas salidas, de un tipo divertido, cosas de un gran amigo”.
SUSANA
“Se fue un poeta de la vida”
“Con Cacho vivimos un romance apasionado, era un hombre hermoso y todas las mujeres querían estar con él. Un seductor nato que nació para conquistar. Lo nuestro fue en el verano de 1978, cuando yo me había separado de Carlos Monzón. Estábamos en una casa en el barrio Los Troncos y de repente escuchamos ladrar a los perros. Desencajado, el bailarín Adrián Zambelli entró y le dijo a Cacho: ‘¡Rajemos que está el Negro en la puerta!’. Si bien con Monzón ya estábamos separados, él insistía con que quería arreglar las cosas. Y esa noche, estaba en la puerta tocando bocina con su auto. Cacho saltó de un primer piso, cayó sobre un techo donde estaban los tubos de gas y se metió en el baúl de su auto. Adrián puso primera y salió mientras Carlos entraba con su auto. ‘¿Este es tu auto? ¡No sabía que te habías comprado un cero kilómetro!?’, le dijo a Adrián. Yo adentro rezaba para que a Cacho no lo descubrieran. A los días volvió, nos reímos de la anécdota, y en el patio de esa casa, a las dos de la mañana, me compuso Para vivir, una de las canciones más lindas de su repertorio”.
MORIA
“Fue el hombre que mejor le cantó a Buenos Aires”
“Los últimos tres días antes de su muerte, estuve hablando mucho con Marina, su esposa. Mi contadora es muy amiga de él y me había dicho lo mal que estaba. Lo increíble de esta historia es que en el momento en el que le estaba dejando un mensaje a su mujer, Cacho se murió… Y se fue mi amigo, el hombre que mejor le cantó a Buenos Aires. Para mí fue un orgullo, una sorpresa cuando una noche estábamos compartiendo una cena y me confesó: ‘¿Alguna vez escuchaste mi canción Balada para una vedette, esa que siempre canto con La Gata Varela? ¡Bueno, esa canción la escribí pensando en vos!’. Yo me quedé helada, no lo podía creer. Entonces le pregunté como había sido y me contó: “Siempre fui un admirador tuyo y una noche pasé por el teatro Maipo, vi tu cara y la compuse”. Me quedo con esa anécdota, ese recuerdo hermoso de un caballero. Cada vez que debutaba en el teatro me mandaba flores. Igual, los grandes como él nunca se van del todo, siempre quedan dando vueltas entre nosotros”.
GUILLERMO COPPOLA
“Con Cacho hacíamos fiestas en casa y jugábamos al Gallito Ciego…”
“Un domingo a la tarde estábamos en su casa con amigos y amigas y yo propuse jugar al Gallito Ciego. ¿De qué se trataba? ¡Te vendabas los ojos, te dábamos unas vueltas y al que tocabas, te lo llevabas a la habitación! Pero como yo era el que había organizado el juego, no quería que mi amigo Cacho lo pasara mal. Por eso mi pañuelo era el único que podía ver un poco lo que pasaba. Y cuando levanto la cabeza, advierto que Cacho ¡iba directamente al negro del whasapp! Entonces me tiro en palomita y le digo: ‘¡Cacho, doblá a la derecha porque te vas a caer de la escalera!’. ¡El último de los mohicanos pudo virar a tiempo y se agarró de la mano de una señorita! El 12 de octubre del año pasado, el día de mi cumpleaños en Tango Porteño, Cacho estaba con dificultades de salud pero se subió al escenario, agarró la guitarra y me dedicó un show que todavía lo tengo en la mente y en el corazón”.
OSCAR GONZÁLEZ ORO
“Más que un amigo, perdí a un hermano”
“El era padrino de Negro y Regreso, mi programa de Radio 10. Y una tarde descubrí una balada de José Luis Perales llamada Algunas Veces. Lo llamé a Cacho y lo puse al aire: ‘¡Cacho, escuchá esta canción! ¡Quiero qué la grabes!’. Tengo que reconocer que es medio bajón, pero se la bancó como un rey. Cuando terminó, le pregunté: ‘Y, ¿qué te pareció amigo? Está buena ¿no?!’. Tardó unos segundos en responder y se hizo un largo silencio. Entonces me dijo: ‘¿Vos querés que después de esto me pegue un corchazo? ¿O preferís qué me tire por un balcón?’. Me quedé sin palabras y para salir del paso le dije: ‘Es una linda canción y no tengo dudas: ¡con tu voz, va a ser un éxito!’. Volvió a hacer un largo silencio, pensó bien su respuesta y me dijo: ‘¿Vos te crees qué grabar un disco es como hacer una pizza de jamón y morrones? ¡Por qué no me dejás de joder!’. Me cortó el teléfono. Parece que el tema no le había gustado…”.
BETO CASELLA
“Cantar le alargó la vida”
“Tuve la suerte de ser uno de los elegidos por Cacho para animar esas reuniones de los sábados en el Café La Humedad. Yo era una especie de moderador, de animador, el que hacía de nexo con los otros invitados. Y por ahí estábamos en el camarín, esperando el inicio del show, y lo veía con su tubo de oxígeno, encorvado, con un hilito de vos imperceptible. Si no lo conocías, pensabas que a ese hombre lo iban a internar en un rato. Pero quince minutos después, cuando comenzaban a sonar las guitarras, subía al escenario y entonaba las canciones con una voz que aún hoy para nosotros, es un misterio de dónde la sacaba. Como si fuese la de un pibe de 20 que recién arrancaba, o como si se tratara de la gola de un tanguero en su mejor momento. Siempre me va a quedar la duda de si Cacho aprendió una nueva forma de respirar y nunca nos dijo, o si simplemente se trataba de pura intuición, una pasión que solo tienen los grandes. Lo único que no tengo dudas es que, a Cacho, cantar le alargó la vida”.