“¿La educación de un niño es realmente una prioridad en nuestra vida cotidiana?”, pregunta la narradora y licenciada en Letras Fabiana Polenta, poniendo el dedo en la llaga. Y pronto se contesta:
“Podríamos escuchar una lluvia de respuestas superficiales pero la pregunta, para algunos de nosotros, es realmente compleja e inabarcable. Con hijos a cargo, la seriedad del planteo toma una profundidad mucho mayor. Ése fue el punto de inflexión en una búsqueda interna que se materializó en mi vida en una serie de elecciones conscientes donde el desafío y la responsabilidad caminaron siempre de la mano. La educación en casa era la única opción coherente con la manera como mi compañero y yo vemos la vida y la educación. De modo que iniciamos este camino con armonía y sin contradicciones. El desafío en los inicios fue compartirlo con un entorno que tanto se quedaba sin palabras como ponía el grito en el cielo, ya que en ese momento –2010- no era algo tan conocido en nuestro país”, analiza sobre una tendencia que viene aflorando en el país y tiene a Polenta como una de sus protagonistas y difusoras.
Sí, se trata de aprender en casa, una tendencia que viene aflorando en el país. “Es que nuestros hijos nos muestran el camino –entiende-. Y al mismo tiempo, nosotros respetamos sus inquietudes, porque sabemos que ahí está la clave del aprendizaje. Ejercitando/recuperando la escucha y la observación podemos acompañarlos en un mundo donde la curiosidad y la pasión conviven retroalimentándose, y arman un escenario rico en posibilidades. En condiciones adecuadas, la expansión (espiritual, intelectual, emocional, física) sucede. Una vez más comprobamos que los niños son infinitos y, lejos, nuestros mejores maestros”, añade.
Y continúa refiriéndose al concepto de la educación planteado desde las instituciones: “Considero que es anacrónico. No creo en un saber impartido desde las alturas ni en las relaciones de poder en torno al aprendizaje. La repartija de premios y castigos a través de los que los niños perciben el conocimiento que poseen o el que carecen sólo les conduce al fracaso. Nada de eso se ajusta a su naturaleza. Es sólo una ficción para satisfacer tiempos, percepciones y expectativas del mundo adulto dentro de un sistema político y económico que no contempla a la niñez. El movimiento, la experimentación constante, el juego y el error son pilares que no deberían abandonarse en el desarrollo del niño ni del adulto”.
Autoconsiderada una “mamá unschooler (o que educa libremente)”, Fabiana así apuntala sus reflexiones y su parecer: “Hay profesionales en nuestro país que de niños fueron educados en casa, como hay niños en todos los niveles educativos transitando hoy esta experiencia. No es algo nuevo en Argentina y menos aún en países como Estados Unidos o en Europa. En 2020, según una nota de la Universidad Nacional de Cuyo, se estimaba que eran cinco mil familias argentinas las que optaban por esta modalidad. Y, especialmente a raíz de las nuevas condiciones que planteaba el sistema educativo, las consultas se multiplicaron. Un año después, el mismo medio estimaba que había aumentado a diez mil el número de familias que ponían en práctica la educación en el hogar. Aunque no hay cifras oficiales, según diversos grupos de educación en casa, se observa un acelerado incremento en la cantidad que optan por esta manera de aprendizaje, y todo hace pensar que va a seguir aumentando”.
–Entonces, ¿usted cree que no todos los chicos necesitan la escuela?
–No puedo decir que la educación en casa sea la mejor opción para todo el mundo porque no es lo que todos los niños necesitan, como tampoco todos necesitan la escuela. Lo que sí aliento es a que las familias interesadas en iniciar una búsqueda educativa acorde a sus intereses, deseos y posibilidades y a los de sus niños, tomen en sus manos la responsabilidad y ejerzan sus derechos. Aunque esas elecciones salgan de los parámetros hegemónicos, aunque tengan que lidiar con todo un sistema que niega la libertad de elección consciente.I
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