No ves el programa? “No. Ahora me hace bien no escuchar. No voy a prender la tele por un rato largo”, dice tajante,“resguardada”. Lunes 18. A setenta y dos horas de la oficialización de su renuncia. En significativa sincro (14:50), mientras Mariano Iúdica –su ex compañero de dupla– enumera ítems de contenidos en la presentación del programa (Dale la tarde, El Trece), ella apila libros en su mesa baja. Los sinsabores del verdadero policía (Roberto Bolaños), La extraña (Sandor Marai) y Autobiografía de un yogui (Paramahansa Yogananda) –de lectura simultánea, como acostumbra– la distancian del minuto a minuto en un continuado de un “finde off absoluto”. Cambia el disco: sale Halliday, entra Fitzgerald. Y a ritmo de jazz –con el que envuelve su casa cuando escapa–, Florencia Peña (38) contesta:
–El día después fue...
–Uff... De total alivio, por haberme escuchado. Pasé el fin de semana en Pilar (en la casa que alquila), con amigos (Diego Ramos, Noralih Gago y Leo Bosio), y me reí como no lo hacía desde hace mucho. Pero también pensé... Porque estoy todo el tiempo pensándome y meditando. Dije “¡qué torbellino es mi vida!”. Debuté el 7 de enero y renuncié el 15 de febrero. Y no eran sólo las casi cuatro horas diarias, que me pasaban como una aplanadora por el cuerpo, sino también el desgaste del mes entero.
–Me faltó...
–Humor. Lo que venía a darle a este proyecto. Yo no quise ser cronista del espectáculo; no es lo que sé hacer. No me gusta meterme en las vidas ajenas. Puedo componer y jugar con personajes, pero no con sentimientos reales. No elijo levantar el dedo y decir cómo debe vivir la gente. Soy muy sensible y me involucro demasiado. No pude tomar distancia con el caso de Nazarena (Vélez), por ejemplo, porque soy mamá. Intenté, entonces, buscar disparadores. Ante ese conflicto tan privado, proponía hablar con especialistas sobre violencia intrafamiliar, terapias posibles... presentar un servicio. Pero no. Me reprochaban: “¿Y ahora de qué se la da?”.
–El punto de inflexión fue...
–Una conjunción de factores. La aparición y el debate sobre mi video me devastaron. Siguieron las dudas sobre mi desmayo y el conflicto inventado con Nati Oreiro. Pero lo que pasó con Atilio Veronelli fue el tope (cruce de acusaciones y ofensas entre el actor y Eugenia Lemos, cronista del ciclo). Más allá de mi pensamiento sobre él, me ganó la situación. Sentí que debía defender a Eugenia, aun sin conocerla, como luchadora contra la violencia de género (apoyó la promulgación de la Ley 26.485, es madrina de la campaña ‘Sacale Tarjeta Roja al Maltrato’ y trabaja para concluir las obras del refugio de víctimas en Lomas de Zamora, entre otras cosas). Nunca quise una pelea mediática y lamento que haya sido con un colega. Yo reaccioné sobre lo que pasó ahí, no lo juzgué en lo personal. Pero no entendió. Hoy, estando al tanto de sus palabras hacia mí en Twitter y en todo programa al que es invitado, ratifico lo que dije. Y no pienso ni en charlas ni en perdón. Me sentí muy expuesta.
–¿Ideas del Sur te descuidó?
–Me dijeron: “Vos sos muy visceral. Pensá que lo que sucede en cámara puede ser usado en tu contra”.
–¿Te molestó que Iúdica lo llamara al día siguiente para pedirle continuar con el tema?
–Hablé con Mariano, porque siempre nos fuimos de frente. Me explicó que su intención era darle derecho a réplica. Le dije que no me parecía correcto, que ese derecho lo tuvo ese mismo día. Y que de haberlo hecho, me habría involucrado aún más en algo que detesto. Pero en fin, así es la tele: un gran show donde nada importa demasiado. No la entiendo. Soy más naïf, más antigua, no me va el arte especulativo. Yo elijo otro camino.
–Tu planteo no sorprendió...
–Para nada. Yo venía teniendo charlas con ellos (Pablo “Chato” Prada y Federico Hoppe). Mis palabras se repetían: “Si da igual quien conduzca el programa, me desdibujo”. Yo necesitaba sentirme presente, y no desde el ego, sino desde la impronta, el sello, la veta artística. Les decía: “No firmé para este ciclo. Que Mariano sea quien lo lleve por ese lado y yo para el del humor, para las secciones de servicio”. Prefería dividirme las tareas. Y la respuesta era: “OK”. Siempre conocieron mi postura.
–Así fue la despedida interna...
–En los mejores términos. Se sintieron mal por no haberme podido dar lo que necesitaba.
–Las palabras de Marcelo Tinelli fueron...
–Vía mensaje de texto, porque está de vacaciones. Se despidió diciéndome: “Flor, sé feliz”. Aprendí a priorizarme, y sólo funciono cuando soy feliz. Mi vida no se va con un programa de tele. Si bien es un medio en el que me gano la vida, mi mundo real son mis hijos, mi familia.
–La realidad con Iúdica...
–No llegamos a conocernos tanto. Se habló hasta de “cuestión de química”, y nosotros nos llevábamos bien. Somos muy distintos y eso lo hacía interesante. Mariano me abrazó y me dijo: “Intuyo que necesitás ser honesta con lo que sentís. Y estás muy lúcida en detectarlo al toque”. Y es así. Vivo la vida con tanta libertad que por eso me equivoco tanto. Pero sigo arriesgando, y seguiré. Y aunque (Luis) Ventura pregone que los actores no debemos salir del nicho, yo voy a seguir intentando. Porque nicho es muerte y yo soy demasiado inquieta: experimento, investigo, estoy muy viva.
–La mirada de Adrián Suar...
–Me conoce. Me dijo: “Me gusta verte conducir. Tal vez no fue lo tuyo, pero quiero que vuelvas a ese rol, y a actuar... y que te quedes en casa”.
–Mariano Otero (su ex) opinó...
–“Flor, no estás contenta... salí de ahí”. El y yo vemos la vida de un modo muy similar: simple, práctico. Lo escucho como a todo ser que amo. Me confirmó la sensación.
–La observación de tus hijos (Tomás, 9, y Juan, 3)...
–Toto me vio por tele y al llegar me preguntó, serio: “¿Má, por qué renunciaste?”. Y le expliqué: “Porque en la vida siempre hay que hacer lo que nos da felicidad. Y no hay dinero que pague eso”. Me respondió: “Entonces vas a estar más con nosotros”. Sabia conclusión.
–Lo que (aún) no se te perdona...
–Preguntale a quienes necesitan juzgar mis actos. Soy una mina común, que no mueve los hilos de nadie, ni ocupo un lugar importante. Sólo soy una actriz que dice lo que piensa, en lo político como en otros aspectos. Y, tranquilos, eso no modifica ninguna vida. Al principio pensé que atacaban por una cuestión ideológica, pero veo que es por todo... Será que asusta mi llegada a la gente. ¿Qué es esto tan virulento del “hagámosla mierda”? ¿Por qué? Chicos, es algo utópico. Eso es no entender que el camino recorrido no te lo quita nadie. Si muriese hoy, hay mucho por lo que me recordarían.
Días antes de renunciar, Florencia condujo los Carnavales Federales de la Alegría, en el Mercado Central. “La gente (50 mil personas) me emocionó”, recuerda. “Me pedían a Moni Argento, me hablaban de Sambucetti, el personaje de Poné a Francella... Fueron muy afectuosos. Dije: ‘Me tengo que encargar de ellos, no de lo que opinan los medios’”.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
–La clave de la resistencia...
–Está en poder defender lo mío o lo que hago. Cuando eso pasa, todo lo demás es de palo. El primer año de Casados con hijos, cuando todos nos mataban, yo me plantaba y decía: “Me fascina; lamento que no les pase”. Sin herramientas, me doy por vencida. Quiero estar en lugares en los que pueda hacer lo que vine a hacer a este mundo. Porque no sé de dónde vengo ni a dónde voy, pero sé que mi misión tiene que ver con la alegría.
–¿Vale la pena volver a insistir en la conducción?
–Es que voy a volver a conducir, porque me gusta. Yo no me metí en un terreno que no pueda abarcar. Pero combinando personajes, entrevistas, sketches... El secreto del éxito del ciclo que hacíamos con Marley. No voy a desistir, siempre que sea desde el desenfado o la seriedad necesaria, como fue el caso de Cuando dije basta (documental sobre violencia por Cosmopolitan TV). Yo vibro en programas en los que tenga algo para dar. Amo la tele, pero te destruye como persona. Y si vuelvo a ella, será protegida por un personaje.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Después de esta charla subirá el volumen del jazz. Volverá a sus libros. Buscará los mantras que utiliza guiada por su maestra Lili –seguidora de Sai Baba–, con quien practica una terapia que incluye meditación y el lema “todo baja de la cabeza al corazón”. Seguirá investigando sobre Anything Goes, el musical que comenzará a ensayar a mitad de año y tal vez prepare valijas. “Tengo ganas de viajar con mis chicos. Tal vez nos vayamos a la playa, y por ahí le hagamos una visita a una amiga que vive en Barcelona”, comenta. “En mi historia nací y morí varias veces, y siempre sigo adelante con aquello que quiero. Voy a vivir con la actitud de mis hijos: simplemente divirtiéndome, sin pensar en las miradas”, dice. Y se despide citando una frase que escuchó hace horas: “Cuando el avión se cae, la máscara de oxígeno primero debe ponérsela uno, y luego a los demás”.
Flor, en su estudio, dice: “No voy a prender la tele por un largo rato”. Lee tres libros simultáneamente: Los sinsabores del verdadero policía, La extraña y Autobiografía de un yogui. Practica una terapia espiritual guiada por su maestra, seguidora de Sai Baba, y se conecta como nunca con su familia.
Por estos días tendrá dos reuniones: en Pol-ka y en Telefe. A mediados de año comenzará los ensayos de Anything Goes, el musical de Cole Porter que estrenará en la calle Corrientes con Enrique Pinti, Diego Ramos, Sofía Pachano y Josefina Scaglione.
Lunes 18 a las 16:15 horas. La familia se reúne. Flor regresó de un fin de semana de amigos y meditación en la casa que alquila en Pilar. Su ex, Mariano Otero, trajo de regreso a los chicos, Toto y Juan, tras unos días playeros.