“No olvidaré jamás la fecha: domingo 22 de septiembre de 1974”, lanza Eduardo Carlos Puppo (67, sanisidrense, marido de la extenista María Luz Marín, y padre de tres hijos y dos nietos) sin la más mínima duda y con el mayor de los énfasis, como si su mente y su corazón concordaran al ciento por ciento en pensamiento y sentir. Y lo señala exactamente cincuenta años después de pensarlo y sentirlo. Así lo recuerda y explica hoy uno de los grandes periodistas del país especializados en la materia…
“Cuatro décadas después vi ganar ahí mismo un torneo a su hija, Andanin”
“En la casa de mis abuelos tenían la tele prendida y pasaban un partido de ‘algo’ entre dos personas. Lo vi, me atrapó y me quedé hasta el final. Yo no era un pibe –andaba en los 17 años– ni me interesaba por los deportes: estaba en una exigente época de estudios y no me quedaba tiempo libre. Pero ver ‘eso’ cambió mi mente. Así que después de averiguar qué era –¡tenis!– inicié la por entonces la difícil tarea de conseguir un club y comenzar a jugarlo”, arranca el autor de la investigación "Restitución Nº 1 Guillermo Vilas en 1975-1976" -en pleno proceso de reclamo a la Asociación de Tenistas Profesionales- y coprotagonista del documental en Netflix “Vilas, serás lo que debas ser o no serás nada” (2020), estrenado en 192 países de manera simultánea. Y continúa:
“Cuando con los años publiqué junto a mi colega Roberto Andersen la tetralogía Historia del Tenis en la Argentina, (4 tomos, 2.880 páginas, que se encuentra, entre otros lugares, en las bibliotecas de Wimbledon y el Hall of Fame en Newport) descubrí, vaya paradoja, que aquel match disputado justamente el 22 de septiembre de 1974 en el Belgrano Athletic Club había sido el primer partido de tenis a cielo abierto transmitido en nuestro país, y que lo había ganado Guillermo Vilas en las mismas canchas donde, cuatro décadas después, él le entregaría la copa de campeona de Menores a una niña de 12 años que adoraba pegarle a la pelota, conocía todos los efectos (algo poco común en chicos de su edad), sacaba muy bien, era inteligente y cultivaba el mejor fairplay: su hija Andanin. Lo cierto es que, para dicha de mi alma, a través de la propia Andanin esta última vez yo sí pude ver en vivo y en directo ganar a un Vilas en el Belgrano Athletic Club.
“Vilas llevó el tenis a otro nivel: la popularidad”
Entonces el sanisidrense Puppo, que inició su carrera profesional en 1980 y a lo largo de cuarenta años cubrió cerca de 70 Majors (torneos que forman el Grand Slam) y ATP Finals (Masters) y más de 100 Copa Davis y Billie Jean King Cup (antes denominada Fed Cup), en estas horas vuelve otra vez el tiempo medio siglo atrás:
“Siempre recuerdo aquella transmisión desde el Belgrano Athletic, no sólo porque me inspiró para meterme (y no salir más) en el mundillo del tenis, sino porque fue un hito dentro del deporte argentino. ¡Y yo tuve la suerte de haberlo observado y haberme impactado aquel día!”, disfruta.
“A partir de ese envión -avanza-, fue creciendo mi hambre de conocimiento y uno de los dos jugadores que participaron aquel día, Guillermo Vilas, produjo en mí, y en los argentinos, una atracción indestructible por el tenis. Faltaba para que él ganara el Masters en Melbourne, sobre césped, pero ya había dado muestras de su poder durante toda la temporada 1974, que tuvo aquel broche sagrado que todavía se recuerda, por lo inesperado y lo contundente, ya que lo terminó invicto”.
–¿Vilas inventó el tenis en Argentina, como se suele repetir, Eduardo?
–No es necesario adjudicarle semejante hazaña. Los escenarios más importantes se llenaban de aficionados cuando eran tiempos de Copa Davis, el República o el Río de la Plata, nadie lo discute. Lo que hizo Vilas, su estampa y su catarata de triunfos, fue llevarlo a otro nivel de popularidad y he ahí lo trascendental. Ese es el mérito crucial que tuvo para el desarrollo inmediato que vivimos gracias a sus logros. En mi caso, el agradecimiento es total.
–¿Cuánto?
–Imaginate que por él descubrí un deporte que se fusionó con mi futuro como periodista… Cosas de la vida, aquel personaje de pelo largo y vincha que vi por la tele, a quien yo no conocía -y lo admito sí, impactó en mi mente y mi corazón-, definió mi vocación, marcó mi camino profesional y, en gran parte, también el afectivo.
Fotos: Archivo Grupo Atlántida y gentileza de E.P.