A 27 años de la muerte de Lady Di: el perfume solidario que iba a sacar con un argentino, nunca salió y la corona británica guarda bajo llave – GENTE Online
 

A 27 años de la muerte de Lady Di: el perfume solidario que nunca salió y la corona británica guarda bajo llave

Lady Di.
Con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la partida de la princesa de Gales, Roberto Devorik nos abre las puertas de los recuerdos, reviviendo aspectos desconocidos de los tiempos en que el argentino era su asesor, amigo y confidente más cercano.
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Roberto Devorik (75) toma la cucharita de plata con tres plumas convertidas en el emblema de los príncipes de Gales, lo mira, lo gira y lo vuelve a observar en detalle. “Obsequio de Diana”, cuenta como un nene que de repente toma aquel juguete con el que tanto disfrutó de chico, sin extenderse en el comentario pero compartiéndola con el equipo de Revista GENTE que la entrevista en su impecable departamento de Recoleta, de cara a la calle Montevideo. “Son muchas las vivencias que compartimos desde la primera vez que nos vimos…”, lanza consciente de qué pregunta pronto llegará.

Entre el día que le presentaron a la ‘futura reina de Inglaterra "y me quedé duro” y Diana odió su traje de casamiento.

El consejero en moda de Lady Di y relacionista público en un descanso de su departamento, rodeado de fotos que se fue tomando a lo largo de su trayectoria.

–¿Qué imágenes lo invaden de cuando usted y ella se cruzaron por primera vez?

–Aquel día de 1980 en el que, siendo dueño de una docena de tiendas en Londres que vendían creaciones de grandes diseñadores de la época y otros que lo serían después, me llamó Beatrix Miller, editora de la revista Vogue inglesa. Yo me encontraba reunido en mi oficina, justamente firmando un contrato en exclusividad para abrir dos boutiques de Gianni Versace, quien recién iniciaba su carrera.

–¿Le sonó el teléfono?

–Tal cual. Sonó el teléfono, atendí y Beatrix me pidió medio acelerada y sin vueltas: “¡Tenés que venir acá ya!”. Mi oficina se encontraba en la Bond Street, a cuatro cuadras de la suya. “No puedo, estoy con abogados”. “¡¡Pero tenés que venir!!”. “Okey”. Les pedí disculpas a los abogados y a mi secretaria Arianne que los invite a almorzar y me fui a Vogue. Cuando entré, Beatrix estaba en su escritorio de siempre, al lado una chica muy alta que me miraba de arriba para abajo y no me llamó la atención: creía que era un asistente, una junior. “Me mandaste a buscar de apuro, ¿qué pasó?, ¿metí la pata en algo?”, pregunté. “No, no. Es que te quería presentar a Diana Spencer, la futura reina de Inglaterra”.

–¿Entonces?

–Como había un rumor de que Carlos andaba saliendo con alguien, me quedé duro. Acto seguido, la saludé mientras, enfundada en mocasines, medias hasta las rodillas, una pollera azul tableada, un blazer y un suéter, sus cachetes se ponían colorados. Una mujer ¡¡muy linda!! con ojos y piel divinos, que tranquilamente podría ser una estudiante. Charlamos y nos reímos como una hora y pico. Pronto Felicity Clark, que era la directora de Vogue, me solicitó que la ayudara a Diana en el proceso de imagen para su compromiso y casamiento. Acepté, obvio, si bien no iba a ser el único. La diferencia fue que tras todo ese proceso quien quedó como amigo de ella fui yo. Con el tiempo me di cuenta de que odió el traje de novia que le confeccionaron los Emanuel (David y Elisabeth): en un hotel en New York, vio su foto con el vestido de la boda a y lanzó sin vueltas: “Por el tamaño, parezco la mezcla de un jugador de rugby y un merengue italiano”. Del aquel traje sólo le había gustado la cola.

Roberto en unas de sus tantas fotos con Diana. Confianza a flor de piel, en el día a día desde 1980 y 1997.

“El primer año de ventas tranquilamente podría haber ganado cuatro o cinco millones de dólares”

De aquella primeras charla con Diana, el porteño recuerda “que ella no tenía idea de la moda. Con el tiempo fue aprendiendo de moda conmigo como yo aprendí protocolo a su lado. Puntualmente a partir de primera reunión en Vogue me puse a buscar una imagen para Diana, algo superador, sin cambiar su postura de aristócrata inglesa y que a la vez diera tonos de historia. Pedí un permiso especial para que me dejaran sacar fotos un sábado y un domingo en el Victoria Albert Museum. Registré de los cuadros blusas que usaban en la época de la reina Victoria y le ideé en varios colores una con un moño. La lució, me bautizaron “el argentino que le puso el moño a Diana” y ahí, por vestirla, me empezaron a conocer.

–¿Qué vendría luego?

–Lo más importante, una infinidad de cosas: viajes, "¿hago esto o no?", me consultaba, "¿voy a esta première?" Porque fui un asesor, un amigo no pago, el confidente al que ella le guardó toda la confianza hasta que nos dejó.

Filántropa y activista, el perfume de Lady Di y Devorik se iba a llamar Children of the World (Los chicos del mundo)

–¿Por qué hace un instante se quedó un tanto pensativo observando la cucharita que le regaló Lady Di?

–Es que me hiciste acordar que con ella íbamos a hacer algo extraordinario: un perfume que se llamaría Children of the World (Los chicos del mundo), con especies tomadas y fusionadas de países en situación de desarrollo, como Argentina, Perú, Afganistán, etcétera. El perfume iba a quedar en manos Estée Lauder. Y estaba todo. Yo había diseñado el frasco: la botella era una especia de globo terráqueo, con la parte de la tierra opaca y el mar color cristal, y arriba venía el tapón con las plumas de la cuchara que les mostré y representaba a Diana. Todo armado, sucedió que el primer año, tras el divorcio, ella no podía ganar plata. Mientras los abogados buscaban la manera de lanzarnos (la idea era que Diana donara sus regalías a la caridad y yo ganara algo -hice un cálculo y el primer año mínimo ganaba cuatro o cinco millones de dólares-), ella murió y la cuestión quedó ahí.

–¿Nunca lo pudo reflotar?

–Cuando meses después pedí que me devolvieran todo el proyecto, incluyendo los dibujos del frasco y todo, la Corona se negó a dármelo. Se lo quedó ella.

Fotos. Chris Beliera
Arte, diseño y retoque de imágenes: Gustavo Ramírez
Video: Mailén Ascui

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