Gustavo Cordera: de la condena social al ayuno y las microdosis de ayahuasca – GENTE Online
 

Gustavo Cordera, de la condena social al ayuno y por qué consume microdosis de ayahuasca

A poco de lanzar su último disco, De la cabeza al corazón, El Pelado habla sin prejuicios con Revista GENTE. Reflexiona sobre el hombre que "murió" cuando pronunció la repudiable frase en la charla de TEA, sobre el éxito y el ostracismo, sobre los amigos que lo dejaron de lado y el personaje que tuvo que abandonar para reencontrarse con su espíritu.

El 8 de agosto se cumplen 8 años de la charla en TEA, esa charla en la que Gustavo Cordera lanzó la granada y explotó en su mano: se convirtió en su propio verdugo. El clima social no podía tolerar una frase como la que pronunció ("Hay mujeres que necesitan ser violadas (...)", dijo) y el resto es historia. Alguien lo grabó, las redes viralizaron el discurso y los medios hicieron eco de sus palabras y el repudio general. Si bien no hubo una condena judicial (fue sobreseído después de cumplir con las condiciones y acudir a los talleres que impuso el tribunal en ese entonces) sí hubo una social. El Pelado pasó de la euforia y arrebato que lo caracterizaban al ostracismo, del exlíder carismático que con la Bersuit llenaba estadios a un músico que nadie quería en sus salas.

"Yo lo puse en escena para que la gente lo asesinara. No pude hacerlo, pero ya no lo soportaba más, porque hay que sostener los personajes, ¿no? y más una persona tan conocida y con tantas miradas. Era muy poderoso todo eso. O lo mataba a él o me moría yo desde el inconsciente y, bueno, murió", dice a Revista Gente sentado en uno de los sillones de Metrovisión.

Minutos antes presentó De la cabeza al corazón, el disco que acaba de lanzar. Lo hizo con una concatenación de videos que forman una película, donde él protagoniza cada uno de los temas. Y muestra, según cuenta, esa muerte simbólica. Su luna en escorpio, dice, lo llevó a tantas muertes y nacimientos. En las imágenes, por momentos, parece Lucas, el tío de los Locos Addams, para luego convertirse en un monje de la edad media o en uno de los comensales de la última cena. Las reversiones de los temas suenan como nuevas canciones, los arreglos, las voces y hasta las letras son diferentes. Ese Pelado ahora juega con las necesidades: "Escucho qué necesita la canción, no qué necesita el músico. Acá no importa cuánto suena la guitarra, el bajo, las voces", explica sobre el proceso creativo de esas 12 canciones.

Posa para las fotos, toma café y se sumerge en un viaje entre el pasado y el presente, el éxito y la sensación de no tener a dónde recurrir. Hay algo vertiginoso en su vida. Del chico de Avellaneda que no merece triunfar al hombre que interpela con sus canciones. Hoy se siente más cerca de un monje y de ayunar que de esa persona que no podía parar. Más cerca de su mujer, Stella, y sus hijos: Yanella, Gino y Ailén. "No tenía algo malo el personaje, pero era muy intenso. En casa, no se hablaba de otra cosa, mis hijos no podían contar lo que les pasaba en la escuela ni nada porque todo era yo. Había tenido una atención desmedida, no yo, el personaje", recuerda.

A los 62 años, Cordera siente haber llegado al momento creativo más interesante de su carrera.

Para ese renacer, Cordera se instaló en la Paloma, Uruguay, y desde ahí fue recogiéndose en pedacitos. "Estaba fundido, Fernando Burlando (el abogado que lo representó) llegó a decirme si necesitaba plata", cuenta. Hoy le compra comida a vecinos, hace alimentos como el ghee y experimenta con microdosis de hongos y ayahuasca ("En el mundo que yo habito podría tranquilamente cerrar todos los supermercados que hay en la tierra y todas la farmacias y yo seguir vivo, feliz y en paz"). Las corporaciones, los ismos, el globalismo, todo... entra en debate para él, aunque más allá de la causa que lo llevó a decir lo que dijo, hubo, según dice, mucho que se llevó y aprendió.

"Estaba muriéndome físicamente también. O sea, me salvó la vida. Ese dolor, esa soledad, ese sufrimiento, ese tenerle miedo a toda la gente, quedarme solo en mi casa porque ni mi familia me soportaba... Darme cuenta de que todos los amigos que creía que tenía ya no estaban, que toda la industria, que toda la gente que venía a cantar conmigo arriba del escenario, se escondía si me veía, era un leproso... Todo eso no me generó resentimiento, sino que me hizo ver que el personaje que yo estaba habitando no era yo y está bien que la gente me haya dado vuelta la cara, porque ahora, que estoy en mi corazón, me estoy reencontrando con mucha gente que me dice: `Con la cagada que te mandaste, boludo, me cagabas la carrera si me veían al lado tuyo´y lo entiendo ".

-Hablabas de duelo, ¿tuviste que autoduelarte?

-Claro, al revolucionario, al líder de izquierda, el que se paraba frente a un político o a la fuerza política... Ese Cordera intenso que se llevaba todo por delante. Tiene una cosa adolescente, de dolor y resentimiento muy grande, de vivir un poco la programación de la escasez y de la miseria porque eso te pone en una situación donde estás reclamando constantemente al afuera que te resuelvan las cosas y estás enojado con los demás. De alguna manera fue el latir de una sociedad también. Fui parte de todo eso, representé todo ese descontento y está bien, ¿no? En el momento, ese personaje no fue funcional para los tiempos que se estaban viviendo y fue asesinado.

-Y entonces...

-De alguna manera esas personas que me interpelaron y me condenaron, sin darse cuenta, también me estaban favoreciendo. Me estaban dando vida, me estaban alargando la vida y me estaban diciendo: "Salí de ahí, no te queremos así". Es maravilloso que eso haya sucedido.

-¿No hubo señales que no supiste leer antes?

-Sí, las leía, mi mujer, por ejemplo, les leyó antes. El día antes (de la charla de TEA) me dijo: "Tengo un mal presentimiento, cuidate". Ya venía trastabillando. Venía fuera de mí. O sea, sin saberlo, yo ya no quería más habitar ese personaje y me lo quería sacar de encima ya desde la época de Bersuit.

-¿Por eso te fuiste de Bersuit?

-Sí, pensando que de esa manera lo solucionaba. Pero no. Eso era algo que tenía yo, no eran mis compañeros.

A 8 años del exabrupto en TEA, Cordera habla de cómo esa experiencia lo obligó a salir de un lugar que no le era propio.

-¿Ellos se acercaron cuando pasó lo de TEA?

-No, hicieron un comunicado medio institucional súper careta diciendo: "Estamos a favor del colectivo" y "no estamos a favor de que haya pasado una cosa así". Bueno, estaban trabajando. En su momento, por supuesto, me dio mucha bronca, mucho resentimiento y mucho odio. Pero hoy, ya pasado el tiempo, digo: cada uno jugó frente a eso como pudo. Hubo amigos que me llamaban y me decían: "Boludo. Me cagaste la vida, no puedo salir a la calle".

-¿Qué lugar ocupó Stella en estos años?

-Renacimos los dos. Al cambiar de lugar también ella se benefició y se liberó también de ese monstruo... ¡Había que sostener al Pelado Cordera!

-¿Cómo era ese Pelado Cordera?

-No es que tenía algo malo... tenía mucha intensidad.

-¿Hubo como un resurgir?

-Todo los partos son dolorosos, a no ser que quieras hacerlo por cesárea. Yo también me parí, yo también tuve que hacer nacer en mi alma, en mi corazón, en un cuerpo y en un personaje que ya me estaba asfixiando. Si mi ser no emergía de mí, me moría en ese momento. A partir de todo esto tengo un grupo de WhatsApp que se llama "Amigos en las buenas". Nos juntamos solo a pasarla bien, vamos a lugares lindos. Estoy cansado de gente que me dice: "Te banco, pelado", ¿por qué me tenés que bancar?

-Bueno, dicen que los amigos tienen que...

-Dicen que los amigos tienen que bancarse en las malas. Por qué es eso. Ahí hay un patrón que tiene que ver con una construcción que hay que observar. Parece ser que lo único que es festejable es la pobreza, que lo único que es festejable es el dolor, que lo único que es festejable es una persona que está mal, a esa persona sí hay que abrazarla y hay que quererla. Pero, ¿qué pasa con un tipo que se rompió el ojete para que le vaya bien en la vida? Lo despreciamos. Le metemos la pata para que se caiga, lo dejamos solo. Le decimos que es producto de la meritocracia, políticamente lo atacamos y, de esa manera, podemos seguir sosteniendo la miseria y la pobreza, porque mutilamos a la persona que le va bien. Yo fui parte de eso. Yo veía un rico y veía un criminal durante muchos años hasta que me di cuenta de que la calidad de un ser humano no la da ni el prestigio, ni si sos rico, ni si sos pobre, ni si sos bueno o malo.

-¿Cómo sería eso?

-Me parece que, como yo estoy renaciendo, también está renaciendo la idea de hombre y una nueva idea de mujer, una nueva idea de familia, una nueva idea de religión necesarias en este momento donde el globalismo y la agenda 2030, a través de todos los colectivos en el mundo, instalaron o instauraron el desprecio por la familia, el desprecio por la religión y el desprecio por los niños. Entonces todo eso también está muriendo. Empiezan a nacer las ideas, dejamos de tener miedo a intercambiar y a debatir sin necesidad de tener que victimizar y condenar al que piensa distinto. Se instaló un pensamiento único obligatorio que lamentablemente fue matando a todas las diferencias y a todas las diversidades.

Es hora de encontrar en el corazón de cada uno, frente a esta contienda que estoy simplemente describiendo, ver qué soy, quién soy, qué pienso, qué siento... Ahora que estoy desprovisto de un Estado padre, hay que tomar cartas sobre nosotros y hacer nuestras propias vidas. Hay que ejercer la libertad, no reclamarla, ejercer la salud, no ir a un médico a que te cure, ejercer una alimentación saludable, no estar yendo a los supermercados a comprar lo que nos venden.

-¿Hay algo revolucionario en todo eso?

-No, hay un despertar. Yo compro comida orgánica a la gente del barrio, a la gente que me vende las frutas y las verduras, a la gente que tiene los huevos orgánicos. Hago el ghee, una manteca clarificada. Hago el Ormus, que es agua de mar sintetizada. Hago pan integral. Consumo hongos adaptógenos, experimento en psilocibina, en microdosis de ayahuasca. Hay una vida afuera. A mí la Matrix me expulsó y fue lo mejor que me pudo pasar, porque si me seguía premiando posiblemente ahora seguiría siendo un adicto a la mirada del afuera y hacia el reconocimiento. Menos mal, porque yo creo que cuando no se la asiste a la gente, las personas buscan su propia fuerza para salir adelante.

"Llenar la cancha de River puede ser llegar a la meta, pero eso no es agarrar la zanahoria de la felicidad", dice al pensar en su pasado con Bersuit.

-¿Qué otras cosas sumaste a tu rutina?

-Para mí es fundamental si una persona ayuna y se da cuenta que, sin comer, no se muere, esa persona está a un paso de ser libre. Mira lo que acabo de decirte: el hambre, lo digo categóricamente: el hambre no existe... Es una necesidad inventada. Sí existen las ganas de comer y son muy fuertes. Nos encontramos con nuestra cárcel porque tenemos que salir a trabajar para comer, "no me alcanza para comer", "si no trabajo 12 horas por día no como", ahí está toda la programación. Por supuesto que después de ir al supermercado y comer alimentos industrializados, por la cantidad de toxicidad que tienen, nos vamos a enfermar. Entonces ya tenemos otro gran negocio, ¿no?

-¿Cuál sería?

-Las farmacias. Para que vos sigas enfermo, pero sientas como que no, o sea que no sientas los síntomas de la enfermedad que cronificás a través de los medicamentos. Entonces te pasás la vida trabajando para comer y para pagar medicamentos, obras sociales y pareciera que son necesarias. En el mundo que yo habito podrían tranquilamente cerrar todos los supermercados que hay en la tierra y todas la farmacias y yo seguir vivo, feliz y en paz.

-¿Te enfermás menos ahora?

-No me enfermo y acabo de hacerme análisis y tengo todos mis órganos como si tuviera 25 años y mi corazón, también. No puedo enfermarme, la enfermedad está justamente ahí, en la comida. No en la alimentación. Comer no es alimentarse, hay personas que se alimentan hace 10 años respirando y a través de la mitocondria de la piel. Yo las conozco, no están en ningún libro. Sí se alimentan con el sol y con la energía cósmica.

-¿Vos ayunás?

-Por supuesto, a veces ayuno cuatro días, a veces nueve. Cuando no como es cuando más fuerza y energía tengo. Agua, sí. Llego a un estado de fuerza y energÍa tan grande que, normalmente ayuno con algún maestro, me tienen que exigir que vuelva a comer, porque es tan interesante el lugar que estás que podés caer en la trampa de no comer ya más y ahí viene otra trampa que es la trampa del ego. Cuando entrás en ese estado empezás a experimentar la teletransportación, la telequinesis, la telepatía... ampliás todos tus sentidos, porque dejás de estar en estado de necesidad y de supervivencia.

-Y entonces...

-Materializar y desmaterializar, transmisión absoluta de pensamiento. Mirás a otra persona y sabés lo que te está diciendo, no necesitás teléfonos para comunicarte con el otro. Hay una voz que te dice: "Muchacho, vos viniste a este plano a vivir una experiencia en un cuerpo. Salí de ahí, ya vas a volver". Uno sabe a través del ayuno que la muerte no existe.

El niño que renació y ahora experimenta

Cordera cuenta que en De la cabeza al corazón, el niño se adueñó de la escena. Y así sacó clásicos y les dio una nueva vida. No pareciera ser el mismo y tampoco haber cambiado tanto. De este nuevo proceso creativo, de ponerle fin a su carrera y de cómo haber dejado Bersuit fue uno de sus duelos más grandes habla el músico. "La separación de Bersuit, mi familia, fue lo más doloroso lejos", dice y explica: "Uno no se quiere ir de la familia que construyó. Fue un `no puedo soportarlo más´. No estaba con capacidad para gestionar el éxito, semejante éxito, más viviendo en una programación de miseria y escasez, familiar, o sea, para mí era una traición a mi familia que me vaya bien".

-Tu viaje es vertiginoso: arrancaste de abajo, lograste imponerte, tiraste la bomba, te metiste para adentro y ahora estás saliendo...

-Así es. En algún momento creí que podía cambiar el mundo. En otros momentos consideraba que reclamando y condenando a una fuerza política y estando de un lado de la grieta también podía llegar a la verdad. Con el tiempo me di cuenta de que la verdad no existe y que lo que sí existe es mi verdad y que es solamente para mí.

-¿Decís que hay tantas verdades como personas?

-Sí, entonces, cuando descubrí eso, me di cuenta de que lo más interesante era transmitir mi verdad, no queriendo que el otro piense como yo sino que piense como él, que la otra persona se despierte a sí misma y se inspire por ver un tipo que encontró para sí su verdad. Sabiendo esto me salí del espejismo ilusorio que producen los colectivos, que tienen un pensamiento que, para quien no tiene su propio pensamiento, les viene bárbaro. Hay una ingeniería que está generando a través de las redes, en el algoritmo, vemos cómo se premia con me gustas o no me gustan justamente este colectivismo. Hoy hay cantantes que tienen comunidades y entonces no importa si hacen o no arte, si son o no generosos con lo que hacen, pero si son astutos y saben generan una comunidad, un grupo de pertenencia... tienen millones de seguidores y llenan estadios.

Frente a esa observación uno puede estar tentado a irse en el colectivo, pero los colectivos chocan, se caen, y se destruyen... el espíritu humano, no, el arte, no. La Capilla Sixtina hace 500 años que tiene cinco cuadras de cola y nadie lo sabe porque no tiene difusión y no está en Instagram.

Después de morir y renacer, Cordera lanzó un disco en donde le clava una flecha a ese personaje que tanto daño le causó.

-Igual es difícil pensarlo así, porque hoy todo está en Instagram, inclusive las noticias...

-Es la ilusión. Cuando te das cuenta que podés estar en la red sonriendo y al rato esa persona se pegó un tiro, que está sonriendo pero cuando apaga el celular no puede dormir, que está sonriendo, pero cuando llega a su casa está solo porque no se relaciona con nadie, que está sonriendo pero no puede tener sexo con nadie porque no sabe cómo relacionarse con otras personas.

-La mayoría de las artistas jóvenes sufren de depresión y ansiedad.

-Bulimia, anorexia. Claro, porque es una adicción. Es justamente un aparato que no te deja expresar porque si vos expresás lo que realmente sentís sos cancelado, sos censurado. Hay una normativa que te dice que tenés un discurso de odio o que estás teniendo un lenguaje inapropiado. Imagínate para los artistas: un artista, que es una persona que está revelando algo que nadie quiere escuchar y que nadie quiere saber y que está incomodando, interpelando y es totalmente disruptivo, no tiene lugar. Hay que salir a la calle, a la tribu, ir a un concierto de Gustavo Cordera, donde la gente se toca, se mira, se huele, se siente, está viva y sale de ahí mucho mejor de cómo entró porque se siente parte... No porque piensen como yo sino porque encuentran un ser humano que piensa por sí mismo y es lo suficientemente honesto para poder compartirlo y no, como pasa en las redes, que vos estás viendo algo que ni siquiera representa a la persona que lo está mostrando.

-Es verdad eso que dijiste hace un rato: ¿este es tu último disco?

-Es una sensación muy fuerte. Hice 17 discos en mi vida. Trabajé mucho con la industria, eso significa un gran esfuerzo por llegar a la gente, por hacerte un lugar, por vender discos, estar en un estado de competencia constante... Merezco, después de 36 años, salir de ese lugar por respeto a mí mismo. Desde la condena social a esta parte, empecé a activar mi niño interior y estoy en un período creativo muy acelerado. Estoy en el momento de creación más importante de mi vida. Tengo todo el canal abierto: escribo, hago canciones todo el día, estoy todo el día jugando, disfrutando mucho de mí. Y eso tiene que ver también con que estoy soltando la idea de complacer al mundo, a una masa que está esperando cosas de mí y liberándome cada vez más de mis propias ataduras.

-Componés para vos entonces.

El arte forma una parte muy importante en mi vida, porque el arte de alguna manera fue tomar mis emociones, contradicciones, limitaciones, errores y demás y llevarlos a un lugar donde me liberé... El arte, de alguna manera, genera nuevos estados de equilibrio en mí y llegué a un lugar de superación que, para mí, es como el soñado. Este último disco me representa en mi corazón, en mi niño... Revaloricé mi valor como intérprete, como cantante, como compositor, como productor, como arreglador. También puse en juego toda la creatividad de mi niño: en un día hicimos doce canciones en un vídeo maravilloso, todos jugando, con gente grande que está en la industria que hace muchos años que hace las cosas bien. Como decía Picasso: "Tardé 70 años en volver a ser un niño". Yo tardé 62 años en volver a conectarme con mi espíritu, con mi alma y con mi corazón: con el niño.

"Podría vivir en un mundo sin supermercados ni farmacias", dice desafiando lo establecido.

-En el material se ve una escena montada y mucha improvisación.

-Lo que nosotros quisimos es quitarle tiempo a los personajes. Que la gente vea arquetipos, vea símbolos que atraviesen todas las épocas: las brujas, el obsecuente que está al lado del tirano, los bufones, el chamán homosexual, un oráculo... Las brujas son las que me interpelan, las que me modifican, las que me están molestando en todo el disco. Son las que generan oscuridad y luz.

-¿Cómo fue el proceso de elegir las canciones?

-Es muy difícil de creer pero el disco se creó solo. El inconsciente en el estado de improvisación empieza a generar una coherencia. En un principio te incomoda porque no es lo que vos tenías en la mente. Entonces empieza a generar como ciertos patrones que de alguna manera generan un orden que vos tardás en descubrir. Por ejemplo, esas brujas, de alguna manera, representan todo lo que yo viví.

-¿Cómo fue volver a encontrarse con esas canciones?

-Wow, al principio no podía cantarlas, no llegaba con la voz. Me había cerrado tanto a eso que no podía ni siquiera cantar. Y me daba cuenta que algunas cosas de las letras ya no me representaban. Entonces, cambié las letras. También quise que la música pueda acompañar, no de una manera tan egoica. Cuando uno tiene una banda todos los instrumentos se tienen que escuchar. Las canciones pedían otra cosa y nosotros hicimos lo que nos pedían. El bajo aparece y desaparece, canté todos los estribillos sin armonizar. No hay ningún estribillo en que esté armonizada mi voz. Te estoy dando elementos que no vas a encontrar en ningún disco de rock nacional.

-Stella Céspedes (su mujer), Yanella (su hija) y Guadalupe Farías Gómez son las famosas brujas.

Stella canta conmigo en "Nacer" y está teniendo un papel muy importante en mis conciertos. Yanella está empezando a lanzar su carrera como artista, se viene con unas canciones hermosas.

-¿Por qué decís que te costó el éxito?

-Vengo de un barrio obrero, con amigos que la pelean, que viven detrás de sus necesidades... Sentía que los traicionaba, sentía que estaba traicionando mis raíces. Mi lealtad familiar era con la escasez no con el éxito.

-¿Eras feliz cuando llenabas estadios?

-De ninguna manera, al contrario: era horrible el éxito social si no hay un éxito personal. El éxito personal es cuando uno, en vez de encontrar la zanahoria de la felicidad, encuentra el sentido de su vida. Es muy lindo hacer estadios, hacer arte es otra cosa: es un acto de generosidad suicida porque podés morir socialmente, porque la gente no quiere ser interpelada, provocada, incomodada, se fastidia, el arte te saca de lugar. Lo peor que me pueda pasar a mí es que me digan: "Qué linda canción". Es un fracaso. A mí decime que te afectó, que te provocó.

Fotos: Rocío Bustos.

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