Mientras la mayoría de los comedores comunitarios se las apañan “por la falta de recursos estatales” para abastecer a los más necesitados, cuentan sus referentes, la cantidad de personas que asisten a estos espacios para poder alimentarse a diario se ha duplicado. Si bien en este contexto la problemática de los más vulnerables es la más urgente, también "ha crecido la necesidad de personas de clase media que se ve obligada a apelar a la asistencia para llegar a fin de mes y poder pagar las cuentas”.
Así lo cuentan Viviana Gómez y Mirta Santillán, ambas jubiladas, y con realidades y recursos completamente diferentes, que llevan adelante y llenan las ollas cada día (o cuando pueden) para repartir comida en Los Niños Primero, ubicado en Barracas (CABA), y Una Sonrisa por Pía, en el barrio Los Pinos, Guernica (Provincia de Buenos Aires). GENTE visitó ambos comedores para conocer por dentro cómo funcionan, cómo se sustentan y cuál es la realidad puertas adentro.
Así funciona el comedor Los Niños Primero, en la Ciudad de Buenos Aires
Miriam y Mabel terminan de hornear milanesas y preparar arroz con jardinera mientras toman mate y corean alguna canción de Los Piojos (no por nada el hijo de una de ellas se llama Ciro). Afuera del comedor Los Niños Primero (Magallanes 1505, en Barracas, CABA), la fila de gente que llega a diario, entre las 12 y las 14 horas, va creciendo.
Se acercan a pie o en bicicleta, con tuppers y hasta pequeñas ollas en mano, desde una emprendedora que cose gorros y guardapolvos para restaurantes, estudiantes y abuelos y hasta Romina, madre soltera (tiene a dos niños de 10 y 5 años, uno con retraso madurativo y otro con TEA, trastorno del espectro autista).
“No tengo otra cosa que el comedor. Esta ayuda es almuerzo y cena de ellos, porque yo por ahí me arreglo con un mate o un té, como para que alcance”, cuenta la mujer que trabaja como empleada doméstica mientras los chicos van a la escuela y vive en un conventillo de la zona.
A pesar de contar con la asistencia con la Tarjeta Alimentar (como corresponde dado su situación de vulnerabilidad), señala que no le alcanza para cubrir la alimentación de sus hijos. “Si quitan el comedor no sé qué va a ser de nosotros. Somos miles así”, sostiene Romina, que aclara que el miércoles fue parte “del cacerolazo para ayudar a la gente que está igual”. Mientras termina la charla y agradece por su ración diaria, que incluye pan y naranjas como postre, su hijo más pequeño se muestra entusiasmado por uno de los juguetes donados que recibe en la visita.
“Las realidades son todas diferentes”, aclara Viviana Gómez, quien lleva adelante el comedor desde hace 33 años, nos recibe una vez que terminan con la distribución de los platos, y diferencia: “No es lo mismo una persona que alquila una pieza en el conventillo, que quien vive en un asentamiento o en la calle”. Según aclara, la población a quien Los Niños Primero le brinda el beneficio se compone de “madres y padres solteros, que también hay, y ancianos, que son los grupos más desprotegidos de la sociedad”.
Respecto a la asistencia con la que cuenta el comedor, explica: “Los alimentos llegan porque los manda el Gobierno de la Ciudad todas las mañanas. Pero reparten cada vez menos. Por ejemplo, antes los fideos o la polenta siempre eran con carne o con pollo, y ahora envían sólo una vez al mes”. Y continúa: “A uno le molesta, porque les estás llenando la panza con pasta seca pero lo que no les estás dando es nutrientes”.
Según detalla la jubilada, “los jueves llegan los alimentos secos, como arroz, lentejas, fideos, el tomate en cajita y las galletitas de agua y algunas dulces, y todos los días recibimos el pan”. Y enseguida subraya: “Aquí no recibimos ayuda del gobierno nacional. Hay muy pocos comedores que reciben mercadería en Capital Federal. La mayoría recibimos de la Ciudad”.
A la hora de referirse a la ayuda que perciben, Viviana explica: “Sí, recibimos dos subsidios anuales por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que no alcanzan para cubrir sesenta días. Te doy ejemplos y te muestro las boletas: este mes pagamos 205 mil pesos de luz, mientras que el anterior fueron 125 mil y el que lo antecedió, 50mil. En relación al gas, en abril abonamos 8000 pesos, en mayo 36 mil y este mes, 64 mil”.
–¿En su caso cómo hacen para subsistir?
–A través de los años yo tengo una red de gente que dona, algunas de ellas son empresas chicas, como JC, que siempre nos trae artículos de limpieza, o La Gauchita, por ejemplo. Yo no tengo la contención que tienen comedores muy renombrados que reciben mucha más ayuda de las marcas. Con eso que te digo vamos cubriendo los gastos.
En momentos como el Día del Niño (N.d.R: donde celebran con los que menos tienen, regalan juguetes nuevos y cuentan con la presencia del mago Nino), hemos llegado a hablar con una importante marca de gaseosas para que nos enviaran botellitas para los chicos. Pero nos han dicho que ya mandaron al Banco de Alimentos. Allí te lo cobran a muy bajo costo y queda en San Martín, así que tenés que disponer de un flete o una camioneta.
Yo no sé por qué las empresas le donan al Banco mientras éste después se lo vende a los comedores (N.d.R: El Banco de Alimentos aclara en su web que no comercializa sino solicita “una ayuda simbólica” que los ayuda a sostener el modelo y la logística). Yo me registré pero después me borré. En su momento necesitabas 40 mil pesos para retirar tomate, arroz o detergente. No tengo el capital para poder pagarlo aunque me cobren la mitad.
–Entre toda la gente que recibís, me has dicho que también vienen personas de clase media, ¿es así?
–Sí. Tengo una chica que tiene que hacer la sucesión del departamento, pero no tiene un peso para cubrirlo. Trabaja y tiene dos chicos chicos. Si no fuera porque viene a buscar la comida no le alcanzaría para pagar las expensas, la luz, el gas, el agua, alimentar y vestir a los hijos. Las tarifas aumentaron tanto que hasta yo no sé hasta cuánto resisto con el comedor. Hay que contemplar que no todo el mundo tiene la capacidad de afrontar estos aumentos. Nunca pensé en 33 años de historia bajar los brazos. Tengo 66 años. Pero a veces pienso, ¿y si me voy a mi casa a tomar mate?
–¿Es complicado mantener las ganas?
–Y sí. Porque te das cuenta de que cada uno que viene es menos empático. Y lo pensé en cada uno de los gobiernos que hubo. Yo igual siempre voy a contracorriente del gobierno de turno, cualquiera sea, porque lo veo desde otro punto de vista. Cada gobernante que asume es peor y nunca veo uno que llegue y diga: “Acá vamos a igualar. Vamos a hacer que la gente mejore, que tenga una capacitación y que la educación sea mejor, porque es lo único que te saca adelante”.
En ese sentido, al hablar de la realidad de muchas de las personas que asisten al comedor, reflexiona: “Lo digo porque así cómo sé cómo se entra en un conventillo, donde nos crió mi abuela a mi hermana y a mí, también sé cómo se sale. Conozco lo que es bañarse con una palangana y una jarra, y comer lo que se podía”.
A los 16 años, con tercer año de comercial, Viviana consiguió su primer empleo en Unilever. Es por eso que sentencia: “De la única manera que se sale es con educación. Pero para tener buena educación hace falta un plan y que los chicos estén bien alimentados, porque si no el cerebro no les da”.
Un caso en la Provincia de Buenos Aires: “Es muy difícil no tener nada que poner en las ollas”
“La situación está muy difícil para las familias porque todo cuesta el doble. Hemos llegado a repartir hasta 120 bandejas de comida por día: es muy difícil no tener nada que poner en las ollas. Todos los días vienen chicos y gente grande a preguntar cuándo vamos a cocinar”, explica Mirta Santillán. Ella empuja Una sonrisa por Pía, un modesto comedor (registrado) ubicado en el Barrio Los Pinos, en Guernica, donde ayudan a los que menos tienen desde 2018.
Según explica en diálogo con GENTE, “desde que la ayuda nacional cesó a mediados de diciembre" se les hizo cuesta arriba seguir cocinando y repartiendo las viandas.
Dados los comentarios que proliferan, Mirta, que es jubilada, se siente en la necesidad de explicar: “No cobro ninguna cooperativa ni tengo ningún rédito. Me las arreglo para muchas veces darle una mano al prójimo. Jamás viví de un plan, pero antes de criticar, como lo hacen muchos, trato de ayudar”.
Si bien hace tiempo no puede cocinar con la frecuencia diaria con la que solía hacerlo (con la ayuda de su hija, su nieto y vecinas solidarias del barrio), cuenta: “Estamos haciendo lo posible para no cortarlo”. Y continúa: “Si Dios quiere, el viernes (por hoy) vamos a retomar la merienda al menos dos veces a la semana. También logramos hacer un día de comida ya que estamos organizando una feria americana y con eso juntamos algo de dinero”.
Con lo que recaudaron por la venta de ropa y objetos, cuenta, pudieron comprar “gran parte de lo que necesitábamos, como azúcar, harina y fideos”. Y señala: “Ahora lo próximo que podamos juntar será para comprar carne, pollo y verduras, al menos para unos días”. Una de las comidas que prepararán para repartir, si sale todo bien, será “lentejas con pollo y verduras”.
Santillán cuenta que si bien recibían a los chicos para las meriendas, con el frío no les quedó otra que repartirlas. “No podemos tenerlos aquí porque es una galería y todavía no pudimos terminar la obra; es imposible en este momento”, manifiesta.
“Muchas veces vienen familias hasta con diez chicos a buscar las viandas. Y cuando el clima está lindo tengo 70 pibes que toman la merienda acá”, suma Mirta. Y para concluir, advierte: “Lo que más nos falta es lo fresco, como pollo, carne y verduras y leche líquida. Todo eso es lo que más nos cuesta conseguir”. A pesar de todo no sabe lo que es rendirse ni bajar los brazos.
La palabra oficial del Ministerio de Capital Humano
GENTE se comunicó con el Ministerio de Capital Humano, a cargo de Sandra Pettovello, para recabar información oficial. "Actualmente el ministerio de Capital Humano se encuentra brindando asistencia a 10.692 comedores. El monto para cada uno es variado según la cantidad de gente que asista, el programa al cual está inscripto y la cantidad de días en actividad del comedor", informó a este medio el equipo de prensa de la ministro.
Y amplió: "En este momento, de esos diez mil comedores, 125 comenzaron a recibir la asistencia directa a través de la Tarjeta Alimentar Comunidad. El resto por el momento lo reciben en sus CBU pero en breve se irá ampliando el programa para que más comedores puedan participar".
Según consignaron desde el Ministerio, "el programa Alimentar Comunidad es un sistema de transferencia monetaria a comedores, merenderos y organizaciones sociales y comunitarias que obtendrán una tarjeta prepaga física y/o virtual para uso exclusivo en los rubros de alimentos para procesar y entregar en los comedores y/o merenderos a personas en situación de vulnerabilidad social".
"Se busca reemplazar las compras centralizadas que realizaba el exministerio de Desarrollo Social de la Nación por las compras descentralizadas en cabeza de cada comedor y/o merendero, permitiendo así que cada uno planifique sus compras y mejore la calidad nutricional de los alimentos que ofrece", agregaron. Además, aclararon que desde el inicio de la gestión llevan "gastados 45 mil millones de pesos en asistencia a comedores a través de sus distintas modalidades".
Por último, le informaron a GENTE que están "permanentemente atendiendo los pedidos de comedores que ingresar para visitar y ver de asistir, previo cumplimiento de los requisitos". Uno de ellos para ingresar al programa "es estar registrado en el ReNaCOM (Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios)". Para cerrar, señalaron: "Los comedores de todo el país se siguen relevando para conocer la situación actual de cada uno de ellos".
Fotos: Diego García y gentileza Mirta Santillán.