De todo el cuestionario, Leo García (52) se extenderá especialmente en tres preguntas. Al hablar sobre Tini, el amor romántico y la desintoxicación necesitó bastante más de cinco minutos para decir lo que tenía que decir. No sólo es porque le preocupa expresar lo correcto, sino porque el elegido de Gustavo Cerati (1959-2014), ex Avant Press e intérprete de Morrissey y La Isla del Sol habla sobre un loop de obsesiones y reinvenciones.
–¿Cómo te definirías en el presente y qué sentís que dejaste en el pasado?
–Trato de no buscar muchas diferencias con respecto al tiempo, porque mi mayor aprendizaje es vivir el momento, entonces no quiero sentir que antes era joven y que ahora soy viejo. Quiero atreverme a vivir sin tiempo. Me defino atemporal… soy consciente de que en un tiempo he tenido un boom diferente al que pueda ser hoy, pero lo que hay dentro de mi ser es auténtico y creo que está potenciado.
–Revisitando tu vida, ¿hay algún capítulo que te gustaría reescribir?
–Como soy un gran creyente del destino, me parece que lo que pasó, pasó, pero sí, creo que por ahí he perdido muchas oportunidades muy importantes en cuanto al trabajo. He sido poco oportunista y creo que es bastante delicado eso, porque hay que ver hacia dónde me hubiesen llevado las situaciones, ¿no? A veces pienso que si le hubiese dado bolilla y oportunidad a la canción La Isla del Sol, que fue un super hit, principalmente en Argentina, cuando yo era muy chico, tal vez hubiera sido distinto.
Yo no quería difundir esa canción. Me había puesto un seudónimo llamado El Santo, como para que se edite, y me llamaba Tinelli, por ejemplo, para que cantara en Ritmo de la Noche, el programa que tenía en aquel entonces. Me pregunto qué hubiese pasado de haberlo hecho, pero quizás no hubiese tocado con Gustavo, no hubiese sido Leo García y quizás no hubiese existido el hit Morrissey, ni el propio Morrissey la hubiera cantado. Creo que pasaron un montón de cosas mágicas por haber dicho que no.
–¿Cuál sentís que fue tu momento de mayor apogeo personal y ese otro en el que te sentiste más cerca la tristeza?
–Bueno, mi momento de mayor apogeo personal fue, sin dudas, el lanzamiento de Mar, porque tenía todo lo que soñé ahí, hasta esa etapa de mi vida. Lo tenía de productor a Gustavo Cerati, tenía un equipo de management muy eficaz, y estaba en una multinacional como EMI, que era la misma de los Beatles y de Gardel.
Recuerdo haber viajado a Los Ángeles para masterizar ese álbum junto con Cerati, y Gustavo ahí estaba coordinando todo. Yo fantaseaba con tocar con él pero cuando vino Mar, a pesar de que el país estaba en una crisis muy profunda, en el 2001, una discográfica puso todo para que se me haga famoso y mis canciones sonaran en todos lados.
Yo quería ser como Rodrigo y estaba siendo como él, quizás en un lapso más fugaz, pero estaba pasando. Iba a lo de Mirtha Legrand y la gente le golpeaba la puerta a la casa de mi mamá. Pasaba lo que había soñado.
Entre los momentos más tristes de mi vida, sin dudas, está el shock de ver que Gustavo, mi gran maestro, que se estaba despidiendo, y no podía digerir la noticia. Creo que durante esos tiempos lloré tanto, pero tanto, que me quedó marcado en el ojo izquierdo. Ahí tengo una crisis de lagrimeo de por vida.
–Hemos hablando muchas veces acerca de la soledad. Elegiste vivir lejos del ruido de la ciudad e instalarte en General Rodríguez, ¿fue para estar a resguardo de tentaciones?
–Sí, tomé esa decisión durante la pandemia más que nada para preservarme. Quería un cambio total en mi vida y una renovación pero sabía que me iba a costar mucho tiempo. De hecho, todavía estoy en transición, pero me siento muchísimo mejor.
Entonces dije “tengo que irme al lugar de origen”, que sería Moreno, pero conseguí acá en General Rodríguez. Tardé como un año en adaptarme y tuve mis momentos difíciles, como cuando sufrí golpes y un montón de cosas que, en vez de que me de vergüenza haber pasado esos papelones, prefiero admitirlos y aceptarlos.
Ahora llevo una diva rutinaria y de proyección, porque estoy convencido que de que para lograr los objetivos hay que tener disciplina. Con fe, certeza en la luz y esfuerzo, las cosas se cumplen. Hay un punto donde todo se vuelve circular. Y mi estrategia para volver a entrar en circuito fue volver a mí, aislarme de la movida y volver a las raíces para salir fortalecido.
–¿Qué momento recordás en el que tocaste fondo?
–En la época de Reírme más toqué fondo nuevamente dentro de tanta exposición, tanta fama y tantos shows. Entonces tuve que volver a la casa de mi mamá, donde me limpié de todo, empecé a hacer ejercicios y ahí saqué Cuarto Creciente, otro disco muy exitoso.
Siempre me funcionó escaparme de la ciudad, pero este caso es mucho más grande, porque en definitiva mi certeza es que estoy perfeccionando el chasis, que sería el cuerpo, limpiando la mente y teniendo un enfoque para encontrar el verdadero sentido de haber elegido esta carrera, que es mucho mayor que el exitismo o por tener guita o ser más famoso, que ya las pasé. La cosa pasa por cuidarse para empezar a encontrar una vida más iluminada.
El lado B de las redes, su remordimiento por los dichos contra Tini y el “efecto Iorio”
–¿Qué pensás cuando te acordás de tus polémicos dichos en relación a artistas como Tini?
–Lo que pasó con Tini a veces me pone triste, porque en realidad no fui yo quien escribió ese tuit. Fue un examigo que estaba con mucha bronca, entonces estábamos jodiendo y por eso no quiero usar más redes sociales, porque destruyeron mucho también mi imagen pública cuando no se sabe realmente cómo soy. Es como lo de "hablas de mí y no sabes quién soy” (N.d.R: como reza su canción Tesoro).
Esta persona atacó a Tini con eso y yo recibí montones de respuestas de haters y ante esa situación yo me defendí como pude y empecé a pelear con sus fans y todo eso. Bueno, papelón número 10.
Pedí disculpas y todo, pero bueno, lógicamente no tengo ningún odio ni con Tini ni con nadie, porque en realidad odiar hace mal, es lo peor. Y me pone muy triste que esa situación me haya alejado de una artista que admiro un montón, que me parece hermosa y que es lo más. Me hizo mucho daño esa situación. O sea, pagué caro… pagué con fortunas en terapia como para poder salir de ahí.
–Contaste que gracias a Ricardo Iorio te alejaste de las redes. ¿Cuándo te hizo entrar en razón y por qué a él sí lo escuchaste?
–Ricardo Iorio (1962-2023) fue de mucha ayuda. Si algo bueno tuvieron las redes sociales fue que me pude comunicar con él por Instagram, a través de un fan suyo. Así fue que me pasó su número y nos hicimos muy amigos. Teníamos largas charlas pero sólo de modo telefónico. Hasta me ayudó a elegir una canción de las que estoy por lanzar.
Todavía no caigo que no esté. Pero me dio muchas fuerzas saber que alguien tan intrigante, poderoso y aparentemente peligroso como él haya sido una persona tan sensible, que me quiera tanto y que me demostrara tanta admiración. Fue un poco como la justicia por tanto dolor de haber tenido que sufrir una inmensa manada de haters por situaciones inexplicables.
Las redes para mí eran el eslabón que me hacían caer en todo lo oscuro. Ya hace más de un año que me alejé; ahora me las maneja un CM. Si alguien tiene adicción por estar mostrándose todo el tiempo ahí y espiar a los otros, es lógico que no le va a dar un buen resultado psicológico.
Las desintoxicaciones, su camino espiritual y las constelaciones para desbloquear patrones
–Para desintoxicarte siempre has contado de distintos procesos, desde los rituales de ayahuasca a tu refugio en la kaballah.
–Tal vez les pueda aparecer la imagen de que uno pudo haber sido un drogadicto o un alcohólico, pero fíjate que yo tuve que desintoxicarme de redes sociales y de obsesiones románticas. He buscado todo tipo de ayudas y terapias. Durante nueve años hice terapia convencional y también con un psiquiatra muy bueno que me recomendó Chano (Charpentier).
Si bien él me llamaba por las noches para charlar, un día yo le dije: “Bueno, ahora escúchame vos a mí los problemas que tengo”. Y ahí me recomendó a esta persona que me hizo muy bien. Automáticamente me ayudó a dejar la adicción a la marihuana, que fue un ciclo difícil pero exitoso. Al dejarla, empezaron los cambios físicos…
También recurrí a métodos chamánicos como el kambó (N.d.R: durante el ritual, un chamán quema varios agujeros superficiales en la capa superior de la piel) y hasta he hecho terapias colónicas, que no hay que tener vergüenza de decirlo. Entre subidas y caídas también me hice experto en el tema de la alimentación, aprendí mucho a través de María Elena Miura y Marina Borensztein, la hija de Tato (Bores).
–¿A qué cosas espirituales recurrís hoy?
–Además de médicos profesionales y chamanes, también a doctores en metafísica. Lo último que estuve haciendo fue megabrain, que es como hacer gimnasia mental, entonces te ayuda a reconstituir todo tipo de neuronas y a arreglar broncas y frustraciones, que son muy importantes, porque sin fracasos no existe la visualización del éxito.
Y lo último que hice fue constelaciones, que me ayudó a dejar definitivamente de beber alcohol. Si bien ya no me hacía meter tanto la pata, porque tengo mayor control sobre mí, a veces hay un oponente interior que es nuestro ego, ese diablillo interno que nos puede hacer llegar a cometer un nuevo error. Removí mucho de las cosas que había pasado de niño y lloré una barbaridad.
Realmente funcionan estas terapias porque te conectan con lo sutil, te ayudan a poder ver siempre lo positivo de la vida actual, que es lo único que importa. Entonces yo sé que me voy a dormir feliz y motivado, con ganas de enfrentar un nuevo día.
–A propósito de haber hecho constelaciones para comprender patrones heredados, me contaste que fue muy movilizante y que te hizo ver algo nuevo sobre tu relación con tu padre.
– Sí. Hice constelaciones para dejar lo último tóxico que me quedaba como consumo, que era el alcohol. Aclaro que no me considero alcohólico y tampoco estaba en un estado tal como para tener que ir a Alcohólicos Anónimos, por ejemplo. Pero si me quedaba solo un fin de semana corría el riesgo de tomar más de lo debido. Entonces me quedaba triste y terminaba llorando, pero sabía que tenía que dejarlo.
Como yo venía con antepasados en los que estaba normalizado el alcohol, una amiga me recomendó tratarlo en constelaciones porque esa situación me llevaba a expandirlo en las redes. Y yo lo que más quiero es tocar y no quemar el amor del público. Si uno se va de parranda, esa energía se va por la ventana. Mi verdadero premio es el cariño del público, que justifica todo.
Lo bueno de esta terapia es que te reconcilia con los vínculos. Porque todo es árbol genealógico. Si heredaste unos ojos hermosos de tu abuelo o la piel de tu mamá, también podés heredar cosas malas. Entonces yo ahí curé esto de no caer en patrones que no me representan.
Salud mental, las redes como fusible y el vínculo con su madre
–Volviendo a lo que decías de Tini, hace poco ella contó su proceso de depresión por el hostigamiento en redes. Los artistas están hablando cada vez más sobre salud mental. ¿En tu caso, atravesaste algún proceso de ataques de pánico o ansiedad?
– Y sí, lógicamente. Lo que pasa es que la fama no es sana, la fama no es sana de por sí. Cualquier persona que pasa por eso se tiene que cuidar muchísimo psicológicamente luego. Porque estar celebrando y estar con euforia contiene su bajón. Y la fama te expone a eso. Es como la salida de un Gran Hermano.
Y creo que un artista que tiene muchos followers está expuesto a cualquier cosa que puedan decir en redes, y sí o sí va a tener aduladores y depredadores. Por otro lado, el efecto de respuesta es tan malo en el depredador como en el adulador. Soy inmune al que me alaba y soy inmune al que me destruye. Al que habla mal de mí, me resbala. Y el que me alaba, también. Porque, en definitiva, tenemos que ser como la luz, ir para adelante.
Pero para completarte la respuesta, sí, pasé por una abstinencia muy dolorosa durante un par de semanas. Fue estar tirado en la cama con un dolor en el pecho que no se comparaba a nada y sabía que era por la falta de redes sociales. Pero desinstalé todas las aplicaciones del teléfono y ahora me maneja todo mi community manager; no me sé ni las contraseñas.
Empecé a escuchar libros, a escuchar discos enteros y a hacer ejercicios. Fui más selecto con mis amigos y también comencé a meditar y ocuparme de mi vida.
–Siempre has sido muy transparente en tu modo de comunicarte, ¿cómo era tu relación con tu mamá? ¿Cuál fue su mayor enseñanza?
–Bueno, la relación con mi mamá fue muy dependiente. De un niño que exigía demasiado afecto. Y la mayor enseñanza que me dio mi mamá fue que no me la creyera tanto. Realmente yo me siento muy agradecido con mis padres, si bien yo provengo de una familia de clase baja, tuve todo lo que un niño necesita; ellos no tuvieron esos privilegios.
Hasta el último momento mi mamá me hizo feliz porque sabía que lo que yo quería escuchar era que me dijera que yo era el hijo que más feliz la había hecho. Y me lo dijo en sus últimos días.
–Una vez me contaste una hermosa anécdota de tu madre en la casa de Cortázar, ¿la retomás?
–Mi mamá era muy trabajadora y había conseguido un empleo como doméstica en una casa muy paqueta en la que vivía Cortázar (Julio; 1914-1984). Entonces siempre contaba anécdotas con él. Esto de que se aislaba y se iba a correr al parque porque le hacía bien a la digestión y después de eso volvía a escribir. Siempre tengo esa imagen tan detallada de eso. Aparte esto me lo había contado cuando yo ni sabía quién era Cortázar.
–¿De dónde viene tu resiliencia? Esto de volver a los orígenes es interesante.
–Creo que eso viene de ver la historia de Elvis Presley, por ejemplo. Cuando él llega a un pico de éxito, se le acaban las ideas y el único modo de volver a reinventarse es volviendo a su pueblo. Al mismo estudio de grabación, pequeño, con cuatro canales, donde descubre a Aretha Franklin, que era la chica que le hacía los coros. La mejor cantante de toda la historia.
Si yo vengo de un pueblo, el pueblo siempre me va a volver a sanar, aunque después vaya a la ciudad para conquistar todo. Hay una canción mía que es Cuarto creciente que habla de eso. Es la canción de un creyente en su habitación, donde nace todo. Con mi guitarra, con mi fe y mis ganas de hacer algo.
Y dice: De nuevo otra voz que dice, mira las luces de la ciudad, cada luz es una soledad y hay alguien en cada soledad mirando el mismo avión que se va.
–¿Qué recordás de tu casa familiar? ¿Cómo era tu cuarto?
–Recuerdo cosas muy buenas de mi casa familiar y también momentos feos, porque ninguna es la familia Ingalls. Lógicamente los conflictos entre los seres humanos es lo que hace también el picante de la existencia.
Y mi cuarto más específicamente está relacionado con una casa posterior, porque cuando era niño compartía una pieza con dos de mis hermanos, que era una habitación amplia y todo. En las paredes tenía posters de Gustavo y de Federico Moura. Lo típico de un adolescente de los ochenta.
Ese cuarto fue un gran refugio. Mi mamá siempre prendía sahumerios ahí adentro y bendecía el lugar. Ya llegando al año ’97 cuando vio que se estaba concretando mi lugar dentro del plantel de la música argentina, mi mamá se lo tomaba muy en serio. Prendía inciensos, bendecía todo, oraba, rezaba y hacía como una suerte de brujerías. Que se yo, mi mamá era así.
La ausencia de Gustavo Cerati, las señales y sus charlas favoritas
–Hablando de la partida de Cerati, tu mayor maestro como decías, ¿alguna vez tuviste una señal de él?
–Sí, señales de Gustavo aparecen siempre. La música de él se presenta. Me han pasado cosas… incluso he estado hablando de él arriba del escenario y algo me movía los dedos en la guitarra. También lo he soñado muchísimo y lo sigo soñando.
Lo que pasa es que tengo su rostro en el perfil de mi WhatsApp, para que la gente lo sepa, y en la guitarra también me acompaña un calco suyo. Definitivamente es un ser ascendido, y yo me siento como su discípulo. Siempre tiene que estar presente porque siento que esa luz me guía todo el tiempo.
–¿Hubo algún consejo de Gustavo en relación a la fama al que le prestaras especial atención?
–No, Gustavo nunca me aconsejó nada referente a la fama, ni nada de eso. Por ahí sus consejos estaban más vinculados a lo que había que hacer comercialmente, por ejemplo en qué momento había que lanzar una canción. El famoso y el que despertaba pasiones era él y yo estaba experimentando. Pero estoy convencido que él pensaba que yo tenía que ser más famoso.
–¿De qué temas les gustaba charlar con Gustavo?
–Con Gustavo nos gustaba charlar sobre el espacio, porque de música hablábamos mucho, lógicamente. Algo que me dejó muy asombrado era esa pasión que yo también tengo de ver el cielo y de preguntarme por cada uno de los planetas, por la astrología, por la numerología, algo que después lo demuestra muy bien en su disco Fuerza Natural.
Pero hemos pasado mucho hablando acerca de los gusanos del cielo y la existencia de agujeros negros. Teníamos largas discusiones sobre si realmente el hombre había ido a la Luna o no. Yo le decía que si efectivamente el hombre había llegado a la Luna, con todo lo que la ciencia había avanzado no entendía por qué no estaba lleno de McDonald’s. Me acuerdo que él me decía: “Yo te voy a pedir una cosa, no me rompas la fantasía, no me rompas eso que yo vi por la tele. Yo quiero creer que el hombre fue a la Luna y nadie me lo va a sacar de la cabeza”.
–¿Quiénes son tus confidentes hoy? Esos que que creés que saben escucharte.
–Mis confidentes hoy son muy pocos... pero también mis confidentes son las personas que me quieren escuchar, que es mi público. Porque yo decidí tener una vida entera como artista; no tengo hijos ni pareja, y me abracé a mi soledad totalmente. Eso hace que todo lo que diga en un escenario sea la verdad. No tengo filtros, ni hago un personaje. Yo desahogo mucho con lo que digo y con mis canciones, sobre todo las nuevas.
El amor romántico, el "miedo" a la muerte y si hay o no deseos de paternidad
–Dijiste que ya no creías en el amor romántico, pero de algún modo, ¿extrañás estar en pareja?
–Tengo una nueva canción que es maravillosa, que va a ser uno de los cortes, que se llama Rayos y centellas y habla justamente de eso, de que ya me curé de la ilusión y la obsesión romántica. Entonces me he vuelto un poco miedoso si alguien me atrae.
Pero bueno, claro que una relación de amor con alguien podría darle más color a todo. Pero siento que si eso llegara a suceder tendría que ser como la frutilla del postre. Porque antes quiero trabajar mucho y amar a Leo García primero. No se trata de ego, sino de sentirme orgulloso de mí.
En el caso de que mi alma gemela exista creo que será para poder sentir felicidad y gratitud de todo lo logrado como ser individual. Tengo la ilusión de encontrarme con alguien con el que podamos querernos del mismo modo. También creo que para poder llegar a esa persona que realmente queremos hay que superar muchas cosas, por ejemplo, saber que nos podemos encontrar con el rechazo.
–¿Fantaseás con ser padre? ¿Cómo te imaginás que serías?
–A mí me pasa con un sobrinito de tres años que tengo, que la otra vez me vino a visitar y fue una bendición para mí. Me hizo muy bien, pero ya estoy muy grande para poder pensar en ser padre.
Por otro lado, yo creo tanto en lo natural, que creo que los hijos llegan por obra y gracia. Ahí se justifica el amor cuando nave una persona. Pero esta vida no me vino así a mí. Como fantasía entra, pero no buscaría tener hijos porque la vida creo que no me va a alcanzar. Además, prefiero tener discos en lugar de hijos.
–Te definiste atemporal... ¿le tenés miedo a la muerte?
–Sí, me defino atemporal. No le tengo miedo a la muerte. Creo que justamente para eso hablamos de espiritualidad: esto de saber que la eternidad es del espíritu. Además la muerte es un problema para los que nos quedamos vivos, ¿no? Porque en realidad estamos sufriendo porque se va un ser querido, pero la persona que se va está experimentando una gran felicidad. Tengo esa certeza. Cuando llega la muerte viene una felicidad que todavía no conocemos.
–¿Cómo te imaginás siendo de viejito?
–Aunque ví cómo sería gracias a un filtro de Snapchat, no quisiera envejecer. Me vería radiante y fuerte, por eso estoy preparando mi cuerpo para eso… porque sé que los 60 están a la vuelta de la esquina. Yo quiero manifestar el milagro de que los años no se manifiestan. También me gustaría ser un anciano maestro y además de hacer música dedicarme a escribir libros sobre espiritualidad.
–¿Qué le dirías al niño humilde crecido en Moreno que fuiste?
–Le diría que va a tener un lugar privilegiado dentro de la escena musical, que fue elegido para encontrarse con almas brillantes, que no va a parar de crecer y de aprender cosas maravillosas y que jamás pierda la eternidad de la inocencia.
Fotos: gentileza Ariel Martínez