El lado femenino de Nico Vázquez: la impactante metamorfosis en Tootsie – GENTE Online
 

Nico Vázquez: “Cuando me visto de Dorita, olvido quién soy”

A los 46 años y por segunda temporada encarna a Dorita Sánchez en la adaptación teatral de Tootsie. En exclusivo con Revista GENTE habla del personaje y sobre su admiración por las mujeres, el “mundo patriarcal” y la crianza que lo convirtió en quien hoy es. También, de cómo aprendió “a convivir con el dolor de perder a un hermano que merece ser recordado con felicidad” y cómo evoluciona su “intenso amor” de casi dieciséis años por Gimena Accardi.
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Nico Vázquez en Tootsie by Revista GENTE
Dorita y Nico, Sánchez y Vázquez.

Fueron diez, once minutos de furia indomable, exposición de talento y asombro general. De repente, ante la decena de testigos destinados a la producción de nuestra revista, Dorita Sánchez –ajena al hecho de que las 1.100 butacas del Lola Membrives se encontraban vacías, e inmersa en un impactante vestido colorado cargado de brillos– copó la parada, se adueñó de la escena y capitalizó toda atención. Entonces comenzó a reírse, a cantar alocada, a mostrar con ufanía sus piernas y a pegar esos grititos que cada noche el público, prendado de ellos, sale repitiendo mientras avanza hacia la salida del teatro.

Al son de Girls Just Want to Have Fun, de Cyndi Lauper, invitó a bailar a la filmmaker, pidió sacarse fotos descontracturadas con el resto, desfiló y se tiró al piso como modelo, y hasta saltó del escenario al pasillo de la sala central para iniciar una procesión solitaria de coreografías, pasos improvisados y saltos varios que esa misma decena de testigos jamás olvidaremos. Sin embargo, la mayor sorpresa llegaría al final de las tomas, cuando Dorita Sánchez, con la voz de Nico Vázquez (a esa altura nadie recordaba que él estaba dentro de ella), se acercó sigilosa y respetuosa, y casi en tono de súplica, le consultó al equipo de GENTE:

La nueva Revista GENTE.

–¿Podrán usar estas imágenes en lugar de las que me tomaron hace un rato? Porque yo, que cuando me visto de Dorita olvido quién soy, les juro que recién ahora me solté y me sentí de verdad en personaje.

–Seguro que sí.

–¿Se dieron cuenta?

–Ni lo dude. Al final, usted es como Gabriel García Márquez…

–¿Cómo García Márquez? ¿Por qué?

–Él sostenía, cuando viajaba en avión por el mundo, que el cuerpo llegaba primero y luego el alma.

–¡¡Sabés que sí!! Porque pasar de Nico a Dorita también es un viaje… Un hermoso viaje.

ÉL: "Sin saber que era varón, en los meses de embarazo mi mamá me escribía cartas hablándole a un nene"

"Yo en el teatro podría aparecer una hora y media antes, pero llego tres. Me gusta el silencio, ver entrar a mis compañeros. Nada me hace más feliz respecto a lo artístico –y mirá que amo el cine y amo las series– que el teatro."

“Un viaje” que, para ser minucioso, Nicolás Vázquez inició el 12 de junio de 1977, “cuando el doctor (Héctor) Hassán me recibió en la Clínica Olivos”, de Vicente López, sobre Avenida Maipú 1660; “y a la vez un viaje que 46 años después sigue siendo toda una aventura”, sintetiza el caballero que Wikipedia describe como “actor, director de escena y presentador argentino con decenas de participaciones profesionales, desde 1997, en obras, programas, películas, discos y hasta radio” (“Yo sólo le agregaría ‘’hincha de River y un tipo optimista’”). El mismo que luego de un largo tiempo vuelve a sentarse frente al micrófono y la cámara de Revista GENTE:

“Aprendí a guardarme y a no dar muchas entrevistas –explica su contemporáneo bajo perfil–. Estoy muy agradecido al lugar que la prensa me ha brindado. Todos hemos querido dar notas para que nos conozcan, aparecer seguido. ¡Cómo lo voy a negar! Los medios se han portado bárbaro conmigo y hasta me han cuidado en los tiempos difíciles. Sin embargo, a medida que vas entendiendo el juego, aprendés a reservarte, para que la cosa no se vuelva aburrida. Aparecer de tanto en tanto, como ahora, para esta hermosa tapa, lo torna más interesante, más atractivo, me parece, ¿no?”, lanza, convencido. “… Pero dale, preguntá nomás, preguntá, que en el momento que me largo soy muy hablador”, desafía.

"Tengo varios tatuajes, nunca los conté... Pero si tuviera que sumar uno ahora mismo, me pondría una frase que repito al cierre de cada función: 'El amor en todas sus formas'. Creo mucho en ella."

–Retrotrayéndonos al veloz “viaje” de su existencia, nos gustaría detenernos por un instante en Mirta Mantovani (66) y Fernando Vázquez (71), sus padres, quienes lo recibieron de manos del Dr. Hassán. ¿Qué fueron y son en su vida?

–Dos ejemplos. Mi viejo ha tenido una historia sumamente fuerte, para un libro o una película, y pocas veces lo escuché quejarse, enojarse. No sabe lo que es el resentimiento ni desearle el mal al otro. Y es mi referente respecto al trabajo. Tenía dos, tres, cuatro laburos. Podía cumplir un turno en una hamburguesería a la noche, levantarse a las cuatro de la mañana para repartir pan y seguir al mediodía, distribuyendo alfajores y huevos a bordo de la misma camionetita. Fuimos una clase media a la que jamás le faltó nada. De grande nos dimos cuenta de que gracias a lo que él se esforzaba. Por ahí lo que sí nos faltó fue tenerlo más tiempo en casa. Por eso pasábamos tanto tiempo junto a mamá. Yo tenía una gran comunicación con ella.

–¿De qué solían conversar?

–De todo: sexo, mi primera novia... Abierto como soy, lo que suele charlarse entre amigos o de cara al padre, yo lo hablaba con mi vieja. Aparte, ella se bancaba a un Nico terrible en el colegio. Era un quilombero, me la pasaba actuando e imitando a los profesores. Hora libre que había, organizaba movidas. Preparaba en seis meses las obras que llevaban uno, sólo para salir de clases. Lógico que me llevaba materias, pero no me costaba rendirlas y seguía adelante. Llegué a dar diez juntas. “No le digas nada a papá”, solía pedirle. Hasta que él se enteraba, obvio. Ama de casa, ella, los sábados a veces ayudaba al viejo en una panchería (Mac Pancho), de San Isidro. Nosotros, tres hermanos –Soledad (44), Santiago y yo, el mayor– íbamos a ver cómo trabajaban. Me acuerdo de quedarme con una pelotita al lado del Banco Provincia pegándole a la pared hasta que cerraban. Una familia unida y compañera. Y mis viejos, dos muy buenas personas. No puedo pedir más.

–¿Lo llamaban “Nico”, a secas?

–En casa. En el colegio, Cachito, Cacho, porque era muy chiquitito y tardé en pegar el estirón. Hasta cuarto año era el más bajito de la clase. “Ahí viene Cachito de persona”, me mandaban. Divinos los pibes. Terminé siendo el más alto. De grande, mis amigos empezaron con Sensei, Samurai, porque me gusta acompañarlos desde la palabra, la psicología, la filosofía, y soy muy creyente.

–¿Sus padres le habían pensado para usted nombre de mujer, por las dudas?

–Vos sabés que una vez le pregunté eso a mi mamá, y fue contundente: “¡Yo sabía que eras varón, que eras Nicolás!”. Lo eligió ella. De hecho, sin saberlo, en los meses de embarazo escribía cartas hablándole a un nene. Las conservo. El de mi hermana lo puso mi padre. Y el de Santi, entre los dos. Pobre, andaba indignado porque a mí me sumaron Diego, en el medio, como papá, y a él, no.

"Soy una persona bastante emocional a la que reírse mucho le genera una sensación increíble de placer."

–”Santi” es el nombre del personaje de Tootsie que se convierte en…

–… Dorita Sánchez. Se trata de un tributo cien por ciento a él. Sí, sí, sí, es así. A mí me encantaría subir todo el tiempo a las redes sociales cosas de mi hermano (Nota de la Redacción: Santiago falleció el 16 de diciembre de 2016, a los 27 años, por muerte súbita). Cuando lo hago, es a propósito, para que se genere lo que se genera. Porque al toque recibo innumerables mensajes privados de gente contándome anécdotas maravillosas que yo desconocía de él. “Me ayudó con esto”, “Hizo tal cosa”, “Yo lo amaba”, “Me pasaba lo otro”; en serio que innumerables. Y me hace muy bien porque vuelvo a conectar. En la versión estadounidense mi personaje de Tootsie se llamaba Michael Dorsey, y al vestirse de mujer, Dorothy Michaels. En plenos preparativos, nuestro director (Mariano Demaría)  me contó un día: “Lo adapté con el nombre de ‘Dorita Sánchez’”. Apenas mencionó “Sánchez”, yo pensé: “¡Mi personaje se debería llamar Santi, claro! Porque cuando, en una de las escenas iniciales, deba presentarse disfrazada y empiece a decir que es ‘Sán…’, rápidamente podrá salir del apuro completando que es ‘San… ti’. Lo pensé, pero no le comenté nada.

–¿Entonces?

–Pronto Mariano me mandó una adaptación previa a la final, donde se encontraban los nombres de cada uno, y ahí vi que el mío seguía siendo “Michael”. Al toque le envié un mensaje: “Marian, ¿te puedo pedir un favor? Para poder jugar con lo de Dorita Sánchez y como tributo a mi hermano, me gustaría que mi personaje se llamara ‘Santiago Dorsi’. ¡Quiero regalarle eso a él!" Lo que siguió fue un audio de treinta segundos, en el que, emocionado y sin poder recuperarse, me respondía llorando: “Snif, snif (imita a Demaría), yo te lo quería decir pero no me animaba, snif, snif”. Le contesté: “Pero no seas boludo, a mí me pone feliz, no triste, es algo hermoso, hagámoslo”... Esto es increíble, nunca lo había contado.

–¿Y fue hermoso, nomás?

–Totalmente. El público se da cuenta y lo menciona cuando termina la obra y me saluda ya sea por mi hermano o porque vivieron una historia parecida. Así que ahora no sólo lo tengo tatuado acá (se señala el nombre impreso en su pecho), sino que cada noche subo con él al escenario. No hay función en la que sienta que arriba no aparece su rostro. Ojo, ahora también está acá con nosotros, eh.

–¿Aprendió a convivir frente a su pérdida?

–Tal cual, aprendí a convivir porque, aunque jamás se supera su partida, merece ser recordado con felicidad. Agradezco haberlo tenido y disfrutado tanto en esta vida. Lo extraño, y no imaginás cómo, pero sé que está conmigo desde otro lugar.

ELLA: "Es la primera vez que hay algo más que un disfraz"

"¿Qué es de mujer y que es de hombre? Crecimos en una sociedad en la que si un hombre lloraba era 'una nena', cuando en realidad era un hombre que lloraba. Quizá si hay una palabra que me identifica cien por ciento con las mujeres es ‘resiliente’”. Aunque también hay muchos hombres que lo son."

"Mido 1,83 y mi peso ideal es de 78, 79, 80 kilos –desliza el bonaerense, mientras le da un trago a su Coca light ante la imponente sala centenaria de estilo neorrenacentista italiano y con tres bandejas de palcos–. No obstante, bajé a 74. ¡Imagínate lo que adelgacé para convertirme en Dorita! Como Dustin Hoffman mide entre 1,70/1,72 metros y yo no podía cortarme las piernas, debía rebuscármela", apunta.

"Una vez que le confirmé a Gustavo (Yankelevich) que me atrevía a personificarla y salí de la reunión, me invadieron un montón de miedos –confía-. Comprendí que sí o sí me iban a comparar. Es un personaje icónico, con una cara especial, habla desde una voz fina, luce esa parada corporal, el gesto de su dedo… Por fortuna, la mirada de mis compañeros en los ensayos, y la química que logramos con la diosa de Julieta (Nair Calvo), que creyó en mí de entrada, desde que me puse por primera vez la peluca y los anteojos y cuando ni quisiera me había maquillado, comenzaron a hacerme sentir que podía."

Y continúa: "Apenas Gimena (Accardi, 38) vio el ensayo general y publicó en su Instagram una storie en la que se mostraba orgullosa de que yo haya logrado la performance que pretendía, me convencí. Tras el estreno llegaron halagos de colegas como Ana María Piccio (‘No puedo creer la mujer que compusiste’, me movilizó), Lucía Galán, Patricia Palmer, que había sido maestra mía… todas mujeres. Por eso era muy importante para mí encontrarme en aquella legendaria foto del afiche de Tootsie, conseguir que Dorita se pareciera a la Dorothy original”, admite Nico, quien un año después de aquel debut (16 de marzo de 2023) y para la segunda temporada, “como necesitaba sentirme más saludable, decidí relajarme un poco. Ahora peso 76 kilos y ando más feliz”, concede.

"A mí me visten en 24, 26 segundos, y tres antes ya me siento Dorita."

–¿Cuántas veces vio la película de 1982?

–Desde que acepté el rol, unas treinta. Completita, diez. Al principio volvía del ensayo, nos prendíamos en alguna serie con Gime, y apenas ella se dormía, me ponía los audífonos para escuchar la voz de Dustin encarnando a Dorothy: cómo reaccionaba, encaraba, afrontaba las escenas de amor, los tonos. Me quedaba planchado oyéndola. Las similitudes resultaban relevantes, al margen de que en el filme se mostraba que contrataban modelos y actores de madera acomodados, y ahora, en la obra aggiornada, aparecen chicos que usan redes sociales y otros sin estudio pero que, al ser hegemónicos o participar en algún reality, gozan de mayores posibilidades.

–Aquella película de Sydney Pollack, basada en la historia de Don McGuire y Larry Gelbart, recuerdo, compitió por el Oscar contra E.T., el extraterrestre y Gandhi, que finalmente obtuvo la estatuilla.

–Exacto. Era una época dorada del cine. Y Ben Kingsley, que encarnaba al Mahatma, se lo ganó a Hoffman. El drama suele vencer a la comedia, con lo difícil que es la última. Hubiera sido lindo un premio compartido… Asimismo, Jessica Lange, que interpretaba a Julie Nichols en Tootsie (papel que ahora recrea Nair Calvo, como Julia), se llevó el de Actriz de reparto.

Menciona la palabra “comedia”, pero Tootsie va un poco más allá, ¿no?

–Es cierto. Acostumbrados a los títulos que yo vengo haciendo y apuestan a que te rías cada tres, diez segundos, acá también te vas a reír, pero además vas a ponerte a pensar. En el momento romántico vos vas a querer que Dorita y Julia estén juntos. La gente ríe, sí, pero a la vez se emociona y reflexiona.

–¿Cambió su percepción de la mujer a partir de la obra?

–Aunque quedaría cool afirmar que “me traspasó”, te estaría mintiendo. He crecido de manera consciente sobre lo que es la mujer. Le debo mucho a mi mamá, a todas las relaciones que tuve, a mis abuelas, ¡lo que ha sido para mí la abuela Azucena! Y mi abuela Susi, que no era mi abuela, ¡pero como que lo fuera!, y mi abuela María, que tampoco era mi abuela, ¡pero como si lo fuera! Me crié alrededor de señoras, ellas fueron mi público inicial, y a la vez tengo una parte femenina muy desarrollada. No lo digo yo, me lo dicen mi terapeuta, mis parejas, mis amigos, mis amigas. Sin dudas es cien por ciento más difícil en este mundo ser mujer que hombre. Por mil razones. Lo vemos a diario. Afirmar lo contrario es ser hipócrita o no querer aceptarlo. A nosotros no nos pasa lo que a ellas. En un momento de la obra, Julia le apunta a Dorita: “Te llamo un taxi”. “No, no hace falta, yo me llamo el mío”, le responde. “Bueno, avísame cuando llegues”. “¿Para qué?” “Así me quedo tranquila, de que llegaste bien”. “… Claro, hay que avisar”, se da cuenta Dorita, comprendiendo al toque.

"Mido 1,83 y mi peso ideal es de 78, 79, 80 kilos. No obstante, bajé a 74. ¡Imagínate lo que adelgacé para convertirme en Dorita! Necesitaba parecerme a Dustin Hoffman. Como él anda entre 1,70/1,72 metros y yo no podía cortarme las piernas, debía rebuscármela."

–Cuando no debería avisar, porque no tendría que pasarle nada por ser mujer.

–Sucede, aunque duela. No necesito explicarlo con estadísticas. Gracias a Dios las mujeres vienen peleando fuerte por sus derechos y avanzaron un poquito en igualdad de condiciones, pero el nuestro sigue siendo un mundo patriarcal. No sólo debemos entenderlo, sino además aportar por la causa tomando conciencia. Casi todas las cabezas de esta puesta de Tootsie son mujeres. Entre otras, mi agente de prensa (Vane Bafaro); mi stage personal (Vanesa Mascolo), que trabaja conmigo hace más de doce años; la maquilladora (Verónica Fioravanti); la directora de producción (Candelaria Audi) y la coach vocal (Virginia Módica). Todas, mujeres.

–¿Qué tiene usted de mujer?

–Bastantes cosas, pero no sé, trato de no ponerles género. ¿Qué es de mujer y que es de hombre? Crecimos en una sociedad en la que si un hombre lloraba era “una nena”, cuando en realidad era un hombre que lloraba. Quizá si hay una palabra que me identifica cien por ciento con las mujeres es ‘resiliente’”. Aunque también hay muchos hombres que lo son. No creo que en eso haya cosas de género, ni estaría bueno dividirlo. Los primeros cuatro meses de ensayo como Dorita fue duro caminar en tacos, pero después hasta me quedaron cómodos. Hay que sacarse el sombrero por las mujeres. Ya desapareció aquello de entrar a una zapatería, que eligieras un calzado y alguien saltara “¡pero ése es de mujer!”. Repito, ¿qué es ahora de mujer y de hombre?, ¿qué color?

–¿Siempre se sintió resiliente?

–Admito que hasta hace poco mencionaban esa palabra y bajaba la cabeza: “No”. Sin embargo, terapia mediante, aprendí que lo soy. Y me parece piola mencionarlo, ya que ahora puede estar leyendo alguien al que le ocurren las mismas cosas o peores que las que me han tocado transitar, y terminás acercándole una esperanza. Porque la resiliencia es algo que, si bien en mi caso viene de mamá y papá, se trabaja, y todos los días. Yo siempre me ocupé de los demás. Mis amigos me lo comentaban. “Yo puedo”, “yo puedo”, les mandaba. Con el tiempo aprendí que, sin dejar de ocuparme del otro, porque forma parte de mi personalidad, también debo darme tiempo para ocuparme de mí.

–¿Habla Dorita o habla Nicolás?

–(Carcajada).

–¿Le pegó fuerte Sánchez a Vázquez, verdad? ¡Qué metejón!

–Un enorme metejón artístico. Le tomé un amor enorme. No me pasó con otra obra, no me pasó. Al encararla, yo desaparezco, acabo de reconocértelo. A mí me visten en 24, 26 segundos, y tres antes ya me siento ella. Por eso de entrada me costó hacer las fotos de GENTE. Si bien me encontraba caracterizada, aún no me sentía Dorita porque jamás había hecho una producción como ella. Me ayudó que pusieran la música, hablar como el personaje, incorporarlo: recién ahí me solté y empecé a divertirme como loco. He crecido de manera consciente sobre lo que es la mujer.Resulta fuerte su rol, la historia que sostiene.

ELLOS: "¿Cuánto tiempo voy a estar triste una vez que deje de hacer el personaje?"

Dorita, Nico y un ida y vuelta. Pregunta Sánchez a su alter ego: "!¿A qué personajes que hayas recreado te remito yo". Responde Vázquez: "A encontrarme con los de Los Vázquez, locura de familia, y Mutando, espectáculos sobre personajes propios que presenté más de dos décadas atrás. Me paraba solo en el escenario y los interpretaba desde la comedia, a la vez bajando línea, creyéndomelos. Uno que se llamaba Griselda me recuerda a Dorita. Te podías estar matando de risa en la platea, pero apenas tomabas noción de lo que escuchabas, metías el freno: 'Pará, pará, ¡ésta es la vida misma!'. Dorita me remite a Griselda".
 

“Ah, esa fraseeeee”, suspira cuando le mencionamos la foto del cartel que alguna vez posteó en IG y trasladaba la leyenda: “El verdadero éxito está de la puerta de casa para adentro”... ¿Qué pasa de especial ahí adentro, en su hogar de Benavídez?, le inquirimos. “Es el lugar donde más a salvo y mejor me siento –toma el guante sin dudar–. Ese cartel me lo regaló Juli, una nena que le peleó sin pausa a una enfermedad y ya no se encuentra en este plano. Ella, que siempre me escuchaba repetir la frase, un día me la enmarcó y obsequió".

–¿Y qué significado usted le da ahora?

–Significa un montón de cosas. Me recuerda, por ejemplo, que la vorágine te lleva a te preocupes o te engranes frente a cosas cotidianas y simples y te olvides de que la que pasaste fue de verdad una lunga. Lo miro y pienso: “No, pará, es por acá”. Pronto relajo, tranquilizo, respiro y recalculo. De verdad siento que mi casa es el lugar donde más feliz soy y más a salvo me encuentro: con mi pareja, con mis mascotas, con mis tiempos”, redondea.

“Gimena”, “Gime”, “mi pareja”… Varias respuestas que la involucran a ella de manera natural expresan más que mil palabras, parece.

–Ni lo dudes. Son casi dieciséis años juntos.

El proceso de Nicolás para dejar a Dorita tras cada función y volver a ser él mismo.

–¿Se acuerda de la imagen que posteó con el matrimonio inglés que llevaba medio siglo de relación?

–(Mueve la cabeza hacia arriba y abajo) ¡Guau!, ¡¡qué tremenda!! Obvio. Estábamos en Croacia, si no me equivoco. Viajamos bastante, es un gusto que nos damos. La mayor parte de lo que gano trabajando lo pongo en nuestro templo, la casa, y en viajar. Para nosotros viajar es crecer, reírnos, comer rico, hacer mucho el amor (porque acá andás más cansado, ¿viste? –risas–), estar de novios después de tantos años. Lo cierto es que nos asombró la escena de ellos desayunando frente a un ventanal. Cómo ese señor trataba a la señora que tenía enfrente y cómo ella lo trataba a él. ¿Sabés qué parecían?

–¿Qué?

–Parecían en medio de un rodaje, con el director a punto de gritar “¡Corten!”. Tanto me llamó la atención que me acerqué con mi inglés. Una cosa increíble, yo era el Kun Agüero. Por suerte intercedió Gime. Pronto contaron que llevaban cincuenta años juntos y aceptaron que les tomara una foto para subir a las redes sociales. Y ahí le mandé a Gimena: “Hagámonos una igual. No llevamos tanto tiempo juntos como ellos, pero proyectemos”. Apenas la colgamos en la web, se viralizó tanto que terminó en un trending topic total. ¿Y sabés por qué me puso tan feliz que sucediera?

–Lo escuchamos.

–Porque no hablaba de ellos ni de nosotros, sino del amor, era un reflejo del amor. Como cuando escucho: “Gime y vos, la pareja perfecta”… ¡No existe la pareja perfecta! Ella es perfecta para mí y yo soy perfecto para ella, porque entre ambos compartimos algo intenso. Pero quizá ni ella ni yo somos perfectos como parejas de otros. La pareja perfecta es lo que le sucede a uno con el otro. Y eso es el amor.

"Sin dudas es cien por ciento más difícil en este mundo ser mujer que hombre. Por mil razones. Lo vemos a diario. Afirmar lo contrario es ser hipócrita o no querer aceptarlo."

–¿Y cómo es Gimena?

–Me matás, porque me puede. Yo le digo que es mágica, un hada. La siento mi complemento, mi equilibrio; es quien me ayuda a lograr mayor templanza. Parte de cómo yo soy ahora también se lo debo a ella. Hay mucho trabajo mío, pero también de haberla escuchado y observado. Yo aprendo de Gimena. Una mujer muy sabia.

–¿Qué se requiere para justamente proyectar un destino de pareja como el del matrimonio inglés de Croacia?

–Tiene que haber algo importante, sólido, que lo sostenga, porque en medio de las relaciones aparecen momentos no tan buenos o la pasión se puede apagar un toque. A mí no me sucedió, pero es algo que puede ocurrir. ¿Y de aparecer una tentación? Si el amor es fuerte… Hoy escribí una frase para la obra de Gime (En otras palabras, que Accardi y Andrés Gil presentan en el Metropolitan): “¿Será que el amor lo cura todo?, ¿será que el amor es eterno?”.

–¿Y qué respondería usted hoy, justamente?

–Que hoy no podría responder. Sí, podría confesarte que una de las cosas más lindas que compartimos con Gimena son nuestras mañanas tomando mate en la cama. Nos–gus–ta–to–mar–lo–en–la–ca–ma. He tenido que cambiar reuniones, compromisos, entrenamientos, para no perdernos un momento tan importante del día, en el que te mirás, te reís, no le das tanta bolilla al celular. O que ella me espere para cenar “porque vos venís cansado del día”. Eso es espectacular. Y, lógico, acompañarse en las buenas y en las malas. A veces la presencia del otro en los momentos duros de la vida hace que el amor cobre mayor fortaleza.

"Gracias a Dios las mujeres vienen peleando fuerte por sus derechos y avanzaron un poquito en igualdad de condiciones, pero el nuestro sigue siendo un mundo patriarcal. No sólo debemos entenderlo, sino además aportar por la causa tomando conciencia."

–¿Transitaron crisis?

–Crisis, no. Lo que le pasa a cualquier pareja, de no encontrarse tanto en algún momento, por el trabajo y los días complicados, quizá, pero algo grande, que me acuerde, no.

–¿Quién habla y quién se calla cuando discuten?

–Los dos somos Géminis, aunque con ascendentes distintos. Yo, más negociador, Gime, más combativa, se engancha. Me la gano a través del humor, porque a mí se me pasa rápido. Insisto con chistes, y ella termina aflojando.

–¿Su casa, Gimena y el escenario son, en síntesis, como los tres grandes refugios actuales de su existencia?

–Sí, bien sumado el escenario. Yo en el teatro podría aparecer una hora y media antes, pero llego tres. Me gusta el silencio, ver entrar a mis compañeros. Nada me hace más feliz respecto a lo artístico –y mirá que amo el cine y amo las series– que el teatro. Ayer, charlando con Gime, me comentaba: “Nosotros tenemos muchas vidas en esta vida, porque somos médicos, somos policías; lloramos, reímos; sos mujer, soy hombre, soy una chica a la que le gustan las chicas, soy un chico que quiere ser chica… ¡Cuántos personajes somos!, ¡cuántas vidas vivimos!”, redondeaba con acierto frente a mí, alguien al que le cuesta definir qué es la actuación.

"He crecido de manera consciente sobre lo que es la mujer. Le debo mucho a mi mamá, a todas las relaciones que tuve, a mis abuelas. Me crié alrededor de señoras, ellas fueron mi público inicial, y a la vez tengo una parte femenina muy desarrollada."

–Interesante, un actor al que le cuesta definir qué es la actuación.

–Tal cual. El otro día terminé una función y de la nada me mandé ante el público: “Si pueden, estudien teatro. No para dedicarse a las tablas, sino porque es terapéutico”. Gime, en una explicación mayor, lo define clarito. “Básicamente, estamos constelando”, intuye. Y sí, ¿cuántas veces una escena nos lleva a algo que ya experimentamos? Me pasó el otro día, dirigiendo su obra. Tres personas que veían el ensayo terminaron llorando, porque de alguna manera aquello que escucharon y sintieron las interpelaba. Es lo maravilloso de la actuación. Yo no sólo estoy agradecido de poder vivir de esto, sino que además es lo que me gusta hacer. ¡Un montón! Y ahora también me autoproduzco. Qué más puedo pedir.

–Se autoproduce y tiene a cargo a ochenta personas. La historia de Tootsie habla de un intérprete talentoso, pero tan arrogante, excéntrico e insoportable que no consigue quien acepte trabajar con él. Entonces se viste de mujer para ir a una audición, que obtiene, y termina encabezando una obra suceso. A la inversa de usted: resulta difícil que alguien hable mal de Nico Vázquez. Dicen por ahí que no parece jefe, que se conoce la vida de cada empleado.

No estoy solo. Me acompañan Paul Kirzner, mi socio en Preludio, y la gente de RGB Entertainment, con Yankelevich a la cabeza. No sé cuántos actores tuvieron y tienen la suerte que tuve y tengo yo de trabajar y producir con Gustavo y Adrián Suar. Es un aprendizaje constante. Ellos ya hicieron todo. Yankelevich y su familia inventaron la televisión y Suar la cambió. ¡Y siguen dándole con la misma fuerza! Se la pasan clavándola al ángulo… Yo me ocupo más de la artística, y ellos de los números.

–Se fue de tema.

–(Suspira) Bueno, admito que estoy un poco atrás de todo, del detalle, que cobren cuanto antes: “Primero deposítenle a ellos, después ya mí”, sabiendo que algunos poseen una capacidad distinta de ahorro. También me gusta conocer quiénes son, de dónde vienen. A veces siento una energía especial, me acerco, me abro, olvido mi rol, termino descubriendo un problema y trato de solucionarlo. Rodearme de productores como Cande (Audi) o Damián (Armocida), con la misma empatía, me lo hace más fácil. “Che, ¿sabés que a tal le robaron tal cosa? ¿Podremos comprársela nosotros?”. Tratamos de generar como una cadena de favores que –y lo repito al cierre de cada función– puede cambiar el día o la vida de esa persona. Todos podemos hacerlo… A mí me emociona que se comente eso.

"Es una bendición para mí subirme cada noche para ponerle el cuerpo y el alma a la obra (Tootsie) y al personaje (Dorita Sánchez) que por lejos más feliz me ha hecho en mi carrera."

–¿Lo emociona?

–Sí, porque es la mejor huella que dejaremos cuando nos toque partir. No sé ser de otra manera. Y ahí vuelvo a mis viejos, a la crianza. “La casa del pueblo”, definía mi mamá la nuestra. Siempre fuimos así. Para colmo tengo la bendición de subirme cada noche para ponerle el cuerpo y el alma a la obra (Tootsie) y el personaje (Dorita Sánchez) que por lejos más feliz me ha hecho en mi carrera. Aprendí, como te dije recién, a mirarme para adentro, pero sin dejar de mirar hacia afuera.

–¡Epa! Rebobinemos cinco segundos: ¿Qué sentiría El otro lado de la cama (la presentó cargada de éxito entre 2016 y 2018) si lo escuchara hablar así de Tootsie?

–Mi hijiiiiito (lanza como pidiendo disculpas). El otro lado de la cama no sólo fue el trampolín de mi carrera: literalmente me levantó de la cama. La hacía cuando se murió mi hermano, y por seguir haciéndola pude continuar adelante. Una terapia más que me ayudó. Admito que mi personaje de Javier podría competirle, pero lo de Dorita es muy hermoso. Me pregunto una y otra vez, ¿cuándo me va a pasar que me vista, de nuevo y con tanta felicidad, de mujer?

–¿Y qué le preguntaría a Dustin Hoffman, si de repente lo tuviera delante?

–Primero, le agradecería. Fue la punta de flecha, un adelantado, el principal gestor. Se metió hasta en el libro. Sin él no hubiese existido la película Tootsie, y sin la película Tootsie no nos encontraríamos ahora acá. Más allá de eso, le acercaría el interrogante que más me inquieta, por cierto: ¿Cuánto tiempo voy a estar triste una vez que deje de hacer su personaje? Porque de sólo pensar que en algún momento se terminará, ya me duele el corazón.

Fotos: Bruno Nogueira
Producción: Sofía Perez y Santía
Arte y edición final: Gustavo Ramírez

Filmación y edición de videos: Candela Petech
Diseño de edición print: Inés Auquer
Maquillaje: Verito Fioravanti (@verofioravanti)
Peinado: Vanesa Mascolo (@vanemascolook)
Asistente de fotografía: Ivan Maydana
Agradecemos a Bolivia, Ginebra y Oggi, a Vanesa Bafaro y al personal del Teatro Lola Membrives (Avenida Corrientes 1280)

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