“Pasen, este es mi pequeño mundo”, invita Antonio Grimau (79). El actor le abre las puertas de su departamento a Revista Gente para mostrar la intimidad de una faceta que se convirtió en aliada en tiempos de oscuridad. Dar los primeros pasos en el living significa perder la mirada en las distintas obras de arte pintadas con sus manos que se encuentran desperdigadas en cada metro cuadrado.
Estudio Bellas Artes, tomó clases de pintura. Pero el arte llegó a su vida mucho después. Sus inicios en el mercado laboral se dieron en una fábrica ubicada en el barrio de Barracas, pero el comienzo de su carrera en los medios se produjo gracias a un aviso del diario Clarín en donde se buscaban actores para la obra Los Fusiles de la Madre Carrar. Se presentó al casting y quedó. También hay que decir que su derrotero incluyó una participación deportiva en el club Lanús, aunque el lado artístico siempre se terminó imponiendo.
“Yo empecé a pintar bastante antes de la pandemia, pero con todo ese encierro le metí mucha mas pata. La falta de actividad en mi rubro era desesperante, sumado a todo lo que pasaba. Así que esto fue un refugio porque metí la cabeza ahí y pude entretenerme. Un cable a tierra maravilloso”, relata mientras mira las obras que publica en la cuenta de Instagram @poramoral.artee.
Unos pinceles, las pinturas, algunos trapos, cinta… todo eso contiene una mesa de trabajo cargada. La misma mesa que, en los grandes eventos familiares reúne a todos para una cena o almuerzo. “La idea con la pintura siempre fue jugar con el color y las formas. No me interesa lo figurativo. Me gusta reflejar los estados de ánimo. Pongo música y, lo que aparece, es lo que sale”, agrega.
Una foto vintage de un niño de dos años que posaba en la plaza de Lanús remite el recuerdo de una infancia en donde la creatividad comenzó a manifestarse en el máximo de la expresión. Y, entre los pequeños tesoros de la vida, aparece una foto junto al elenco de Los invertidos, una pieza teatral a la que define como “vanguardista para la época” que le posibilitó “salir del rol de galán de las tardes de Canal 9 para comprometerme con una versión de teatro más profunda”.
“Lo pasé con gloria porque ese podría hacer sido el fin de mi carrera”, reflexiona sobre el desafío que representó el proyecto en aquel entonces. Y sigue: “En esta casa hay parte de mi carrera. Sobre la chimenea tengo dos premios Martín Fierro, un Florencio Sánchez, un galardón que entregaba la Embajada de Francia, un Chango de Plata… y mucho más”, enumera mientras los observa. Pero, el más icónico es el premio que le entregaron es un Oscar de plástico que le obsequió una de sus nietas.
Entre los cuadros y los objetos personales, hay algo que quiere robarse la mirada: un metegol (si, de tamaño real) en el que cada tanto juega algún partidito para despuntar el vicio y su pasado como futbolista. “Me apasionan… todo lo que tenga que ver con el fútbol en realidad. Ahora no puedo jugar a la pelota, por eso no me queda otra que el metegol. Soy hincha del sufrido y querido Huracán y quiero mucho a Lanús porque me desarrollé en ese equipo”, dice.
El costado artístico de Antonio Grimau
“En cada cuadro que uno genera hay un pedacito del alma del pintor. Creo firmemente en eso. Por eso a veces hay mucho color, en otras oportunidades más oscuros. Es revelador del estado de ánimo de quien interpreta”, detalla con una copa de agua en la mano mientras sigue caminando por el ambiente, señalando cada detalle.
-¿Cómo nació esta pasión?
-Como muchas otras cosas, por casualidad. Yo hace unos veinte años atrás iba al Centro Cultural Recoleta para acompañar a quien en ese momento era mi pareja porque era amiga de una pareja de pintores que daban clases ahí. Ellos te daban crayones, una hoja en blanco que pegabas en el vidrio y donde dabas rienda suelta a la imaginación con algunas instrucciones que te daban sobre la forma y el color. No me interesaba demasiado, pero después de tres o cuatro sábados me propusieron sumarme a la clase.
-Claro, siempre estuviste como observador.
-Si, hasta ese momento en el que me metí de lleno. Empecé a ver cómo la mezcla de colores que se formaba era interesante. Aparecían tonos que eran insospechados para mí. Eso me empezó a gustar y me enganché los sábados que quedaban de la cursada. Luego fui a Bellas Artes y, paralelamente, empecé a pintar.
-¿Siempre tuviste una actividad paralela a la actuación?
-Si. Yo siempre sugiero, más allá de lo que uno haga, que busque una actividad extra. Sea deportiva, artística… lo que sea. No hay que quedarse solamente con la rutina porque es más divertido poner los huevos en distintas canastas.
-¿En qué momento te diste cuenta de que podías explotar económicamente esta faceta?
-Mi hija fue la que me ayudó a publicar mis obras en Instagram y vea la posibilidad de venderlos. A mi nunca se me hubiera imaginado hacer algo así, pero cierto por pudor. Se dio que algunas personas se interesaron. Hubo una mujer que se llama Andrea que compró muchas obras. Le estoy muy agradecido.
-¿Qué dicen tus nietas cuanto entran a esta casa y ven todos tus cuadros?
-A Olivia, Brisa, Valentina y Zoe les encanta. Ellas, en general, tienen un costado muy artístico. A veces hasta que las impulsa a trabajar en esto, experimentar con el color y las formas. También bailan muy bien y disfrutan de esto.
-¿Le regalaste algún cuadro a un famoso?
-Tuve varios pedidos, pero no. El acrílico, los pinceles, todos los materiales son carísimos. Regalar no. ¡Que compren! Los actores son codito. Amigos que te manguean no. Solamente a Leonor Manso, mi expareja, pero por un tema de vínculos.
Un testigo de honor de la despedida de Susana Giménez del teatro
“Tiene un condimento especial. En las funciones es un enorme placer trabajar con ella. El mismo carisma y la misma gracia con la que disfrutan los espectadores de la obra es la que uno disfruta trabajando con ella”, confiesa sobre el día a día con Susana Giménez que este fin de semana se despide de Piel de judas en el Enjoy de Punta del Este.
Una despedida trascendental ya que, si cumple, es su última vez en los escenarios. “Tiene el mismo humor y la misma energía en todas las funciones. Para ella no hay cansancio, siempre está bien predispuesta. Todo es glamour, alegría y ganas. Es placentero trabajar con ella, una gran compañera”, agrega.
Video: Martina Cretella y Mailén Ascui.
Fotos: Catalina Recalde.