Sol Acuña fue una de las más reconocidas modelos de nuestro país y tuvo su pico de éxito en la década de los noventa. Fue una figura que se destacó en varias publicidades y por supuesto en las pasarelas. Su vida era normal y tenía un perfil muy alto en los medios ya que además de ser modelo, comenzó a trabajar en radio y televisión.
A pesar de haber vivido su sueño, en 1995, la vida le daría uno de los golpes más duros: la muerte de su hermano menor, Juan Pablo (de entonces 14 años) en un accidente vial. Fue cerca de las 3 de la madrugada del sábado 1° de julio, cuando el adolescente regresaba a su casa de Palermo Chico después de una salida con amigos.
Cuando el menor cruzaba la avenida Figueroa Alcorta fue atropellado y tres días más tarde falleció en el hospital Hernández. El caso fue ampliamente cubierto en los medios, mientras Sol hacía el movimiento contrario: decidió alejarse completamente de los medios.
Este momento trágico que debió atravesar junto a su familia la puso, nuevamente, en el desafío de redefinir su carrera. Por este motivo, la modelo decidió bajarse de las pasarelas y redireccionarse al diseño de indumentaria: fundó su propia marca de estilo bohemio y rockero, que ya lleva más 20 años vigente y con gran éxito.
En cuanto a su vida personal, la empresaria se casó con Hernán Coudeu, con quien tuvo a su hija Azucena (o "Zuzu") y se desempeña como influencer de moda y pastelería en redes sociales, recolectando cientos de seguidores.
Cuando creía que su vida iba tomando color nuevamente, llegó el año 2009 en donde la empresaria viviría otro durísimo golpe, de esos tan inconmensurables que no es posible ponerles un nombre. El 24 de diciembre nació sin vida su segunda hija, Ludivine.
"Fue el cachetazo más grande que recibí en mi vida. Fue algo así como un silencio, una pausa en mi existencia que al principio parecía eterna. Después, con la ayuda de mi familia, de mi marido, de Azucena, de mi mamá, mi papá, mis hermanos, mis amigos, le puse mucha garra. No me dejé vencer y siempre traté de encontrar un porqué y de aceptar lo que había pasado", aseguró en una entrevista a La Nación.
Para intentar salir de el estado en el que se encontraba gracias a la tragedia, se refugió en la espiritualidad y decidió irse a vivir con su familia a José Ignacio, Uruguay, donde continúa viviendo. "Llegué acá de casualidad, y de repente me quedé. Te da miedo cambiar todo, tu rutina de trabajo, cuando te pasa algo así tenés la posibilidad de cerrar la puerta y mirar para otro lado”, manifestó.
Luego de esto, Sol depositó en la Virgen de la Medalla Milagrosa toda su fe para superar la pérdida. Todo este trabajo espiritual y de reconversión trajo sus frutos: en 2014 llegó Lucio (su hijo que ahora tiene 9 años) cuando sus esperanzas de volver a convertirse en madre parecían perdidas. “Dios me dio la oportunidad y la revancha y me amigué con la vida”, dijo.
Luego agregó: "Mi segunda hija me trajo a mi hijo Lucio. Por eso estoy eternamente agradecida, porque si ella no hubiese partido, yo no habría conocido a Lucio. Ahí le encontré un sentido nuevo a la vida. Fue muy doloroso, muy difícil, pero bueno, las cosas suceden, y hay que atravesarlas con toda la entereza posible. Lo que me pasó me dio la oportunidad de volver a ser madre, aunque no resultó nada fácil. Fue difícil volver a quedar embarazada, pero Dios me dio una segunda oportunidad y tengo un hijo divino, y pude formar una familia divina, y eso para mí hoy es todo y lo celebro".