Entra, mira, avanza, se detiene y por un momento pareciera que el alma sale de su cuerpo y comienza a vagar por el cuarto principal del Palacio Sans Souci. “Este lugar me trae vivencias demasiado recientes, cercanas, de hace menos de dos años”, advierte al tiempo que sube y baja su mentón Natalia Marisa Oreiro.
“Donde nos encontramos parados rodamos la mayoría de mis escenas en Santa Evita. Y claro, yo caminaba por acá, me acuerdo sentada hablando con Darío Grandinetti (encarnaba al presidente Juan Domingo Perón), que detrás de esa puerta se asomaba Héctor Alterio (el coronel Moori Koenig)... Y que allá estaba la cama de Eva, quien, ya enferma, avanzaba hacia el balcón de la planta principal”, imita el movimiento la montevideana. “Varios frescos y especiales recuerdos”, suspira observando las paredes con arquitectura de influencia francesa levantadas en 1918.
–¿Es una suposición errada o caprichosa pensar que esa ficción de Star+ marcó un punto de inflexión en la carrera que usted inició hace treinta y tres años? –invadimos su estado de introspección-.
–De todos los trabajos que hice fue el más arriesgado y el más impensado, porque se trata de esa clase de personajes que, de tan inalcanzables, no creía que podría encarnar. Además, hablamos de un personaje recurrente en la historia argentina del cine y de las series que había sido muy bien recreado. Reflexionaba: “¿Qué puedo aportar yo diferente, sin caer en una imitación de las otras interpretaciones?”. Por fortuna sentir que todas mis colegas habían encontrado una Eva particular me dio cierto alivio y me ayudó a pensar que yo también podía encontrar la mía.
–¿Y lo hizo, sintió que encontró a su Eva?
–Creo que sí. Me da un poco de pudor decirlo, pero en un punto también entiendo que ella me encontró a mí en el personaje. Porque, aunque te parezca gracioso, creo que a Evita le agrada que la interpreten. Siento que, más allá de todas las personas que la aman y memoran por lo que hizo, el hecho de que haya actrices, como lo fue ella, que quieran interpretarla, le debe gustar… Qué loco, ¿no? La muerte, que siempre se mete en la vida, como la vida se mete en la muerte. Porque además ahora nos encontramos en nota por Casi muerta (ensaya una respetuosa sonrisa).
“NUESTRA EXISTENCIA SE DIVIDE ENTRE LA VIDA, LA MUERTE, EL AMOR Y LA AMISTAD”
Confía que ella no aceptó la propuesta de Fernán Mirás, de subirse a Casi muerta, sino todo lo contrario: “Yo le pedí sumarme. Él acababa de estrenar su ópera prima (El precio de la ley, de 2017), que me encantó, y compartíamos el set de Re loca. ‘La próxima vez que hagas una película, llamame para el rol que sea, que quiero participar’, lo encaré de repente. Y así accedí a esta remake del filme vasco Bypass. Fernán logró una gran adaptación (junto a los guionistas Beatriz Carbajales y Rodrigo H. Vila), con esencia argentina. Y nos lanzamos. Como director me pedía cosas muy distintas, dispares, ni te imaginás”, su rostro aún delata sorpresa.
–Pero, si no nos equivocamos, usted es una persona bastante controladora en lo profesional, ¿no?
–¿Cómo sabés (lanza una carcajada)? Es cierto, algo horrible de mí. Rebobino… Nosotros debíamos haber filmado la película un año antes. Veníamos dándole duro en el proceso. En lo personal, cargaba dudas respecto a mi personaje de María, una chica que en lo mejor de su existencia se entera de que le queda un mes de vida. Si bien se trata de una comedia, con Fernán discutíamos bastante la manera. Días antes de iniciar el rodaje en octubre de 2021, él sufrió un problema de salud (aneurisma). Bueno, aquello fue impactante. Después que pasó hablamos mucho. Desde la clínica Fernán bromeaba: “Acá estoy, buscando locaciones”. Y les preguntaba a los enfermeros si lo que le pasaba a mi personaje, que era similar a lo que le pasaba a él en la vida real, estaba bien contado. E iba corrigiendo en pleno proceso, en tiempo real… ¡¿Y cómo refutar algo, si lo estaba experimentando?! Fue maravilloso con la lucidez y con las ganas con que regresó. Nos enriqueció un montón.
–¿De allí la acidez de varios diálogos?
–Sí, sí. ¿Los notaste muy ácidos?
–Como soda cáustica. Para el caso, la escena de cuando con sus amigos van a comprar el ataúd.
–(Risas). Es que, según cómo la enfoques, la tragedia con la cercanía de la muerte puede terminar resultando graciosa. Es una película muy elaborada y a la vez muy simple, porque habla de cuatro cosas esenciales de la existencia: la vida, la muerte, el amor y la amistad. Todos siempre giramos en torno a eso. Mi vida profesional por momentos puede llegar a ser caótica, pero al mismo tiempo me gusta tener una vida simple. Quizá porque mi carrera me hace ir a sitios increíbles, a espacios espectaculares, cuando soy mamá, compañera, amiga, me gusta lo más sencillo posible: descalza en el pasto, de picnic con una bicicleta, un atardecer, un amanecer.
–¿Qué es la vida y qué es la muerte para usted?
–Uffff. Hoy la vida es la felicidad de mi hijo y su bienestar. A partir de que fui mamá estoy en proceso de soltar, pero me cuesta, me convertí en otra persona. Con miedos que no conocía y prioridades absolutamente distintas. Adoro mi actividad y al mismo tiempo amo hacer cosas que no tienen que ver con lo que ustedes conocen; delirios, para mucha gente, que a mí me divierten. Sin embargo, ahora lo primero siempre es Ata. El plan lo incluye a él. Me consultás por la muerte y… y…
–¿Y?
–Y… uno de alguna manera acepta las pérdidas cercanas si se relacionan con el deterioro de la vida. Lo que pasa es que cuando fui mamá empecé a temer viajar, dejé de practicar circo y trapecio, todo relacionado con que, si me llegaba a pasar algo, no iba a poder estar cerca de Ata. Entonces, que le pase algo a él o me pase algo a mí es el miedo más cercano que le tengo a la muerte. Como debe sucederle a la gran mayoría de las mamás. Siempre intenté ser libre en un montón de cosas, y desde su llegada cambié una barbaridad. Debo trabajar fuertemente en volver a ser tan libre como siempre fui, porque mi miedo sobre todo genera una sensación mala en mi hijo: no está bueno tener una mamá miedosa.
–¿Un hijo es un cachetazo al ego, como alguna vez le oímos definir a Ricardo Darin?
–Total. Te corre absolutamente del centro, te ubica en el lugar que te corresponde. A nosotros, que nos dedicamos a ponernos delante de una cámara buscando que del otro lado haya mucha gente, nos encanta que se vea lo que hacemos. Pero a mí todo lo relacionado a la Natalia personal jamás me gustó exponerlo. Obvio que tengo un ego enorme, si no no me dedicaría a lo dedico, pero no lo necesito para ser yo. Es algo que elegí y mi vocación, aunque a la vez sólo es una parte de mi vida. El resto no tiene nada que ver con esto (señala la lente que la apunta) ni con esto (señala el maquillaje y el peinado que lleva) ni con nada de esto (señala la ropa que luce). Y para mí es un buen balance.
–¿Lo es?
–Seguro. Ahora estoy acá y ayer visité (como Embajadora de Buena Voluntad del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia -UNICEF-), el barrio San Martín, en Entre Ríos, para dialogar con las referentes y vecinas de la organización La Poderosa y empaparme de realidades y contrastes muy fuertes. Una cachetada de realidad altamente necesaria. Somos pocos los privilegiados que tenemos salud y disfrutamos de nuestra vocación. Así que, aunque me divierte lo que hago desde chica, sé que la verdad está en otro lado.
“YO, QUE DE CHICA NO SOÑABA CASARME NI NADA PARECIDO, AHORA SOY RE SUSANITA”
Relata que de botija (“si bien estudié para mi vocación desde los ocho años y llegué a los 16 con una gran convicción a Argentina”), no se tomaba tan en serio lo de “voy a ser actriz. Ojo –aclara– que tampoco la iba a pasar mal si no tenía suerte. Pensaba que todo lo que me pasaba era increíble y fantástico. Quizá hoy que, por el contrario, cuento con más logros y herramientas, si un papel no me sale o algo no sucede, me protesto: ‘Debo intentarlo mejor’. O me pongo mala conmigo. Es uno el que se negativiza. Bueno, sigo aprendiendo que cuando las cosas no salen o no me gustan hay que recurrir a la mejor actitud, respirar profundo, encararlo con luz, volver al eje con amor, retomar el espíritu de aquella nena que disfrutaba de todo. Y ahí termino dándome cuenta de que nada es tan importante y que toda situación siempre te puede dejar algo positivo”, redondea el concepto.
–¿Aquella nena soñaba con casarse y ser madre?
–No, no. Cero. Ninguna de las dos cosas. Y ahora soy re Susanita. De hecho, durante bastante tiempo pensé que, por elección, no iba a ser madre, y que mis padres lo habían asumido. Para mí es genial tener ganas de ser mamá y que no se trate de una imposición social o familiar. Yo siento que soy una mejor persona a partir de mi hijo, ¡pero yo tenía una buena vida!, Ata no me vino a completar. Si no hubiera sido deseado, con el tipo de recorrido que llevo, no hubiese estado tan bueno. Por suerte ahora las mujeres somos más conscientes de que no tenemos que ser madres si no queremos.
–¿Qué clase de hijo es Atahualpa?
–Un niño luminoso y simple, que a su simpleza la acompaña con hermosas reflexiones. Tiene paz, claridad. No como yo cuando era chica: siempre extravertida, movediza, mis padres (Mabel y Carlos) no podían ir a ningún lado conmigo porque tiraba y rompía todo, al revés que mi hermana (Adriana). Ata es un pequeño budita, de gran vida interior. No le importa tanto la mirada del otro o si le dicen algo. Además, siento que, ante todo, es un chico feliz.
–¿En serio en tu casa acuden a un “método anti tecnología” para evitar que pase demasiado tiempo delante de aparatos?
–Sí, en realidad es un poco contarle desde chico… Nosotros no sabíamos, cómo la mayoría de los padres, pero la vida te va llevando a informarte. Todos los pibes tienen tablet, celular, están pegados a la tele, es la época. Y cuando empezás a investigar, a escuchar, a leer y te ayudan a entender lo que significan para ellos las pantallas, te das cuenta de que lo mejor es tratar de que las eviten cuanto antes, así van a encontrarse con la posibilidad de disfrutar otras cosas. Lógico, ven la luz de la pantalla y se quedan pegados, activos, con las pupilas dilatadas. ¿Y qué hacen luego con tanta información, con semejante dosis de adrenalina que reciben? Bueno, cuando todo eso no está, aparecen otras cosas relacionadas a lo manual, con el espacio natural, con juegos y con lecturas.
–Hubo una época en que usted no usaba celular y costaba ubicarla en el mapa…
–¿¡Te acordás!? Pero aparecía pronto, che. Verdad, yo tuve celular a los 30 años, ahora soy adicta a él, y lo detesto. El otro día Ata me mandó: “Mamá, te estoy viendo…” Cuidado, él va al cine, mira documentales, pero no tiene PlayStation ni usa telefonito. Y no le pesa. Va a suceder en algún momento, pero todavía creemos que como niño puede disfrutar de otras cosas. Si le damos las pantallas, se va a aburrir cuando le propongamos hacer carpintería, origami, andar a caballo. Igual...
–¿Igual?
–No hay una forma de educar: todos los padres quieren lo mejor para sus hijos. A nosotros nos hace bien como familia la forma que elegimos. No digo que esté mal lo otro. Sólo que –y se ha comprobado– cuando los chicos se relacionan mucho con la tecnología es difícil poder abrirles opciones. Ya van a tener tiempo, porque hoy un adulto no se puede mover sin ella; soy consciente de eso. Pero mientras podamos evitarla con nuestro hijo, sentimos que puede transitar una infancia más simple.
–Su hijo ya cumplió 11 años. ¿Cómo se lleva con tener padres famosos? ¿Le pesa?
–Creo que no. Es como que son los que tiene. Nosotros no lo exponemos, lo que ayuda para que sea un chico común. En la escuela, yo soy “la mamá de Ata” y Ricardo (Mollo), “el papá de Ata”. No hace tanto que sabe a qué se dedican sus padres. Le divierte, nos acompaña, pero tampoco quiere hacer nada de lo que hacemos nosotros. Además, por su personalidad, es un lindo amigo, lo quieren.
–¿Tiene algún defecto, jajajaja?
–Es difícil que una madre pueda hablar de los defectos de su hijo (sonrisa). Para mí, justamente, las imperfecciones hacen únicas a las personas, y él es único. No se parece ni siquiera a mí o a Ricardo, se parece a él y es bienvenido con todo lo que tiene. No creo que haya que criar niños perfectos, porque los niños perfectos primero que no existen y segundo, intentar criarlos así les genera mucha frustración.
“LAS REDES SON UNA CAJA DE PANDORA CON COSAS MUY BUENAS Y OTRAS MUY PELIGROSAS”
No vacila, y al referirse a su cuenta de Instagram (@nataliaoreirosoy), con 1,4 millones de seguidores y una estética que cautiva (“intento compartir imágenes armónicas”), la entrevistada admite: “Cuando el mundo se detuvo por la pandemia, encontré en las redes una buena herramienta para comunicar, en especial mis trabajos. Igual, considero que son una Caja de Pandora: bien utilizadas nos permiten enterarnos de un montón de cosas muy buenas que quizá los medios más grandes no comunican, y al mismo tiempo pueden llegar a ser muy peligrosas, sobre todo para las generaciones jóvenes, que a veces no se encuentran preparadas para el rebote externo de algo con tanta exposición”.
Respecto a sus propios contenidos, añade: “Muestro acciones laborales, la obra de profesionales y diseñadores consagrados y nuevos con los que encaro proyectos, y rara vez subo cosas de mi vida privada. Aunque de vez en cuando comparto alguna fecha especial, siempre entendiendo que la puerta de tu casa es algo que no tenés que abrirle a todo el mundo. Al menos en mi caso”.
–A propósito, semanas atrás subió un posteo por el cumpleaños de su marido, Ricardo (65, tremendo músico, y líder de la banda Divididos): “Feliz día, compañero del alma”…
–Creo que la vida todos los días es un volver a empezar, un volver a elegir, y no lo digo como una frase armada sino como una realidad. Con Ricardo nos llevamos bien, nos hacemos bien. Es un gran padre y una persona generosa conmigo y con mucha gente. Se toma la vida de una manera muy digna, porque es un hombre muy digno. Y es un gran, gran, gran compañero del alma. Por eso nos elegimos cada día.
–¿Es verdad, como la escuchamos aseverar en alguna oportunidad, que con él se enamoró por primera vez?
–He estado muy pocas veces en pareja y las veces que he estado quise mucho, pero fueron distintos momentos. Con Ricardo inicié una relación desde muy chiquita; y siento que somos pareja en el sentido más sencillo, en esta cosa de ir a la par. Eso es el amor para mí.
–¿Qué le seduce a él de usted en el día a día?
–Ni idea. Es una pregunta mucho más para Ricardo que para mí, pero soy una persona bastante simple a la hora de la convivencia y al mismo tiempo alegre. Me gusta la armonía, compartimos una misma visión de vida, ¿no?
–¿Quisieran criar otro hijo juntos?
–No, estamos muy contentos. Él tiene dos hijas divinas, juntos tenemos a Ata y así somos felices.
–¿Alguna vez se notó esa diferencia de edad?
–Llevamos veintidós años juntos, veinte de diferencia. En realidad, la diferencia existe. Entonces, cuando algo existe es real, más allá de si se nota o no. Pero nunca fue un tema, digamos. En lo personal siento que está buena esa diferencia. Y la noto, entre otras cuestiones, al ver que Ricardo es alguien más pausado, con más experiencia que yo, que hizo muchas cosas a la edad que yo estoy haciendo ahora. Y entonces hay como un entendimiento de... O sea, justamente, un entendimiento de comprender el momento de cada uno y de acompañarse. Él es una persona a la que recurro bastante en relación a la experiencia de vida. Sin embargo, somos conscientes de que al mismo tiempo cada uno tiene su carrera, su manera de ser, e intentamos combinar y demás. No pensamos igual en todo, pero sí en las cosas importantes. Ahí es donde funciona la cosa.
–¿En los últimos años siente que tal diferencia de edad se “achicó”, por mencionarlo de cierta manera?
–Por ahí cuando era más joven. Igual, también era el comienzo de la relación. Nunca fue un tema. Los últimos años seguí sintiendo esa diferencia, pero más o menos siempre fue igual. Es parte del combo y ese combo me encanta. Supongo que a Ricardo también.
–¿Y usted cómo se lleva con sus 46 de edad y la inminencia de los 50?
–¿Qué sería eso, Leo? ¿Qué es “la inminencia de los 50”? O sea, no vivimos más rápido de lo que... ¡Porque ahora que se comenta que el día tiene 14 horas en lugar de 24, vos me decís que yo a los 46 ya tengo 50 (mueve la cabeza hacia los lados)! No quememos etapas, vivamos el momento. Me llevo muy bien con mi edad, porque no importan los años, sino qué hice en ellos, cómo los viví. La edad que tengo es todo lo que atravesé.
–¿En qué se siente de esa edad y en qué no?
–Obviamente, los años me han dado otra cadencia. La forma de vivir es la misma… Mirá: estoy tratando de justificar tu pregunta, je. Y no, la experiencia es la experiencia. Quizá tomo las cosas de manera diferente. Algunas veces para mejor y otras para peor. De chica a lo mejor era más inteligente, porque vivía todo con mayor espontaneidad y sorpresa, y ahora es como que me pongo más obsesiva y no disfruto tanto el proceso. Pareciera que estoy más exigente conmigo. En ese sentido creo que era más piola. Pero son cosas que tengo que modificar.
“QUIERO INTERPRETAR A JUANA AZURDUY Y DIRIGIR UNA PELÍCULA QUE VEA MI HIJO”
Se define como “alegre y trabajadora”. Dice que sus grandes vicios son el chocolate y los materiales antiguos de arquitectura (“de demolición”). “Que en un país tan rico y con tierra tan fértil haya gente pobre y padeciendo hambre, y que se contaminen las aguas con químicos que se tiran para extraer sus recursos naturales, es vergonzoso e indignante”, apunta cuando le preguntamos qué le duele de Argentina, al tiempo que suma “la desidia y la falta de compromiso en temas de agenda como educación, salud mental y demás”. Y admite, cuando de fútbol se trata, que, “aunque soy un queso en la materia”, la llenó de orgullo el Mundial de mayores 2022 que ganó la Scaloneta en diciembre (“esos pibes se lo re merecían: los re bardearon, la re pelearon y re levantaron la Copa”, celebra) y el Campeonato Sub 20 2023 que consiguió su Uruguay en nuestro país durante junio. “¡Aguante el Río de la Plata!”, grita.
–Volvamos a Casi muerta, inspirándonos en María, a quien usted encarna: durante la cuenta regresiva del mes de vida que le resta, ella apunta en una lista los grandes anhelos cumplidos y por cumplir… ¿Cuáles consumó usted?
–¿Yo? Un montón. En los últimos años me pasaron cosas maravillosas. He tenido excelentes oportunidades en producciones como Infancia clandestina (2012), Wakolda (2013), Solamente vos (2013/4), Gilda, no me arrepiento de este amor (2106), Re loca (2018), Iosi, el espía arrepentido y Santa Evita (ambas en 2022) y ahora Casi muerta… Entretanto ya estoy dedicada a varios proyectos de cine. Entre ellos, una película con Benjamín Ávila: se llama La mujer de la fila, está basada en una historia real y transita las penurias que deben pasar las mujeres con familiares presos. Un proyecto que me conmueve.
–¿Y qué anhelos laborales le quedan para más adelante, dando vueltas por el corazón?
–Interpretar a Juana Azurduy y dirigir una película para chicos, para que mi hijo la pueda ver.
–Al inicio del reportaje manifestó que nuestra existencia se divide entre la vida, la muerte, el amor y la amistad. Nos faltó preguntarle, ¿cuáles son sus grandes amistades?
–Tengo mucha gente querida y a la vez me considero una persona muy querida en el ambiente. Sin embargo, la mayoría de mis grandes amistades no pertenecen al medio, si bien varias se relacionan. No quiero nombrar a uno, dos, tres personas, porque... Mejor, para que nadie se ofenda porque me falte su nombre, te digo que mis perros son mis grandes amigos (risas).
–¿Qué la hace reír?
–Fernán Mirás, para el caso. Pero además de gracioso, locuaz, disruptivo, con un humor diferente, es una persona noble, generosa y contenedora, un excelente compañero y un director sorprendente. También me río mucho con las reflexiones de mi hijo y los sketches de (Diego) Capusotto, y me descostillo con los videos graciosos de animales en las redes.
–¿Por qué llora?
–Lloro todo el tiempo. Ciertas situaciones sociales siempre terminan pegándome, emocionándome, sobre todo las relacionadas con la primera infancia. Ver un niño comiendo de un basural me destroza, y pidiendo en la calle, me mata. O, a la vez, descubrir cómo los medios amplifican la desaparición bajo el agua de un grupo de personas millonarias, pero en la misma semana no difunden que cientos de migrantes murieron en el mar. Me impacta cómo se va endureciendo la sociedad.
–¿Usted se arrepiente de algo?
–No sé si la palabra es “arrepentimiento”, porque si yo viera algo concreto, lo cambiaría, estamos a tiempo… Bueno, justamente me gustaría tener más tiempo, tomármelo para disfrutar el presente sin tener tanto la cabeza en el futuro. Es una lucha de toda la sociedad. Vivimos con la cabeza en el pasado o en el futuro, y eso lo único que genera es angustia, frustración, estrés, ansiedad. Siempre que me sucede, respiro, respiro, respiro y se me pasa. Pero después vuelvo a la locura.
–¿Cree en la vida después de la muerte?
–Creo en la reencarnación. No sé qué pasa después, pero hay algo de sentir que, por ejemplo, mi hijo eligió la familia que le tocó. Me gusta pensar que es así. No lo analizo tanto. Descreo en eso del karma, pero sí que regresamos y nos volvemos a vincular con las mismas personas, quizá desde roles distintos, y que siempre es para mejor… Intento imaginar en general que todo es para mejor y que se trata de un aprendizaje que uno debe tener.
–¿Y cómo vive la vida, mientras tanto?
–Mmmmm, no sé (titubea)… Me parece que está pasando muy rápido todo, va muy rápido. A veces me reto: “Pará, no quemes etapas, procesos, momentos”. Soy bastante intensa. Aún me cuesta pensar que en algún momento nos iremos. Me costó atravesarlo en la película. No soy una persona que piensa en la muerte en particular. Sí, me empieza a suceder esto de los miedos a que nos pase algo… ¿Mientras tanto, consultabas? Pretendo ser consecuente con lo que pienso, ser de las personas que prefieren plantar árboles que crezcan de manera lenta pero sana, en lugar de rápida. Aunque sólo los disfruten las próximas generaciones.
Fotos: Bruno Nogueira
Productora: Carolina Gagliardini
Video: Martina Cretella
Pelo: Matías Giachino (giachinomatias)
Maquillaje: Karina Camporino (@karinacamporinomkp)
Estilismo: Luli Gemelli (@luligemelli)
Arte de GENTE: Gustavo Ramírez
Diseño de tapa: Mariana Alen
Diseño de edición interior: Inés Auquer
Traje blanco con capucha: @mariagorof
Accesorios: @laregueirajoyas
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Agradecemos a las autoridades del Palacio Sans Souci, a Raquel Flotta Prensa & Comunicaciones, a Claudina Sánchez, a @veronica.bonomo y a @bliss.com.ar