"En estos últimos tiempos asistimos a un notable incremento de los trastornos de ansiedad y depresiones ansiosas siendo las primeras causas de consulta en el área de Salud Mental. Se estima que en EEUU 1 de cada 5 personas sufrirá en su vida 1, o más de estos trastornos (prevalencia-vida)", asegura el doctor Walter Ghedin, psiquiatra.
"Respecto a las diferencias de género las mujeres en edad reproductiva son las más afectadas, 2 a 3 veces más que los hombres. La ansiedad patológica puede ser definida como un estado de alerta ante probables amenazas a la integridad del individuo y a su vida social. La persona tiene miedo (inespecífico, sin objeto, “tengo miedo, pero no sé a qué”), está alerta o hipervigilante y se siente indefensa, desconfía de sus capacidades para enfrentar las contingencias de la vida".
Cuáles son las causas de la depresión
"Las causas que intervienen en la producción de estos trastornos son de tipo neurobiológicas, psicosociales y socioculturales. Entre las primeras podemos citar la influencia genética, cambios neuroanatómicos, neuroquímicos y hormonales. Se ha comprobado que existen áreas del cerebro que intervienen en la respuesta al estrés: las amígdalas cerebrales. Estos núcleos de sustancia gris (conjunto de cuerpos de neuronas) guardan los recuerdos de los eventos emotivos".
En el caso de los hombres, hay que tener en cuenta otros datos, según el especialista. "Se demostró que los hombres expuestos a imágenes perturbadoras reaccionan más con la amígdala derecha que con la izquierda (a diferencia de las mujeres) lo que sugiere que los hombres evocan el hecho traumático en forma global y las mujeres lo hacen en una sucesión de secuencias con abundancia de detalles", explicó Ghedín.
"Se ha comprobado también (en experiencias con animales) que la ansiedad de separación de la madre eleva el número de receptores para el neurotransmisor serotonina volviendo a los hombres más resistentes al estrés, mientras que en las mujeres, el desapego materno reduce los niveles de receptores, tornándolas más susceptibles a padecer ansiedad y depresión".
"No obstante, las hormonas femeninas, sobre todo la progesterona (hormona que aumenta durante el embarazo y la lactancia), protegen a las mujeres, brindándoles más tranquilidad, fortaleza, mejor cognición y más recursos para encarar las vicisitudes que se le presenten. Algunas investigadoras (Altemus y Epstein, 2008) proponen una teoría cultural asociada a los cambios hormonales y la resistencia a los cuadros afectivos (ansiedad y depresión)".
"Siglos atrás, las mujeres pasaban gran parte de la edad reproductiva embarazadas o en período de lactancia lo cual mantenía niveles altos de progesterona, protegiéndolas de la ansiedad y de la depresión. Las autoras plantean que los cambios socio-culturales y la ruptura de los modelos clásicos para el género fueron demasiado rápido y no dieron tiempo a una modificación neuroquímica y endócrina que acompañara simultáneamente a los nuevos paradigmas femeninos con la consiguiente labilidad a los trastornos del ánimo", continúa Ghedín.
La excesiva exigencia que tienen las mujeres
"Las mujeres que han ganado en autonomía y en equidad con los hombres sienten que además tienen que cumplir con las normativas clásicas del género: formar una familia, cuidar la pareja, tener hijos, organizar el hogar y redistribuir los roles familiares, todas cuestiones que pueden convertirse en factores de estrés", afirma el psiquiatra.
"Tanto las mujeres como los hombres que han pasado por experiencias amorosas fallidas están más atentos a aquellas señales que pudieran indicar una repetición de los conflictos vividos. El estado de alerta se traduce en incertidumbre, inquietud, desasosiego, y un sentimiento de vacío por no saber cómo resolver la situación cuando no existen evidencias claras y son sólo percepciones o intuiciones que se tienen del otro", continúa.
"En el recupero de los sucesos adversos las mujeres son más susceptibles que los hombres. En algunos casos intervienen mecanismos de defensa como la negación o la represión que “guardan” en el inconsciente las impresiones desagradables".
"Sin embargo, la ansiedad puede jugarnos la mala pasada y hacernos creer que una nueva relación no va a funcionar por el simple hecho de que nos recuerda dolores del pasado. Cuando la intuición se convierte en creencia tiene más chance de mudar en convicción férrea. Las amígdalas cerebrales guardan las imágenes (recuerdos) y las emociones que en su momento sucedieron, tanto las felices como las infelices. Y aún no se sabe por qué las amígdalas cerebrales tienen predilección por los sucesos más desgraciados, haciéndonos pensar que todo lo nuevo puede resultar una catástrofe. Será por eso que Vinicius de Moraes escribió magistralmente: “tristeza näo tem fim. Felicidade,", concluye el doctor Walter Ghedín.