Este lunes el actor Carlos Perciavalle (81) fue internado de urgencia en Punta del Este, luego de sufrir una descompensación. Actualmente, se encuentra en la clínica realizándose varios estudios. La información fue confirmada por el diario uruguayo El País.
El rey del café concert suspendió varios eventos en el marco de la promoción de su unipersonal, Tardes con China, en donde relata las anécdotas que coleccionó junto a su amiga China Zorrilla en más de 60 años de amistad. Está previsto que se estrene el 2 de febrero.
Jimmy Castilhos, agente de prensa y amigo del artista, confirmó que por "motivos de salud" las notas pautadas se harán en los próximos días.
El día que China Zorrilla contó una de sus clásicas anécdotas a GENTE
Ni diez ni cien notas alcanzan para contar sus anécdotas, sus viajes, su horror a los aviones, sus recuerdos. Nadie más uruguaya. Nadie más argentina. Nadie más internacional. Pocas más cultas. Pocas más versátiles. Pocas con tanto sentido del humor. Pocas de sangre tan ilustre: hija del escultor José Zorrilla de San Martín y nieta del poeta Juan Zorrilla de San Martín. Pocas dueñas de tantas teclas sin pifiar ninguna: actriz todoterreno, directora, traductora, régisseuse de ópera. Pocas con tanta tabla bajo los pies y tanta cámara apuntándola: más de 50 películas, más de 60 piezas teatrales.
Alma noble si las hubo, y a pesar de la guerra, de las envidias, del mal que había visto en su patria, en la nuestra y en el mundo, creía en la bondad de la especie humana. Y, en diálogo con GENTE relató esta anécdota en la que incluye a Carlos Perciavalle.
"Un día tomé un taxi. El chofer me contó un drama espantoso. Estaba en la ruina, necesitaba dinero como el aire que respiraba, y yo acababa de cobrar más de 30 mil dólares por un juicio que gané. Le di todo, menos tres mil. Una fortuna. Me prometió que me los devolvería. Cuando se lo conté a Carlos Perciavalle, mi otro yo, me dijo que estaba loca. Que era incorregible. Que nunca vería esa plata. Pasaron veinte años. Una tarde, mientras jugábamos a la canasta uruguaya en mi departamento, alguien tocó el timbre. Era un hombre. Mi asistente lo hizo entrar por la puerta de servicio. ¿Sabés quién era? ¡El taxista! El pobre había juntado dólar sobre dólar… ¡y me los devolvió! Treinta mil, uno arriba de otro. Volví a la mesa de canasta y les dije a mis amigos: ‘Aprendan a confiar en la gente’”.