Hace menos de doce horas un tercer saludo sobre el escenario del Liceo, donde de miércoles a domingos agota entradas al frente de Piaf, quebraba a Elena Roger hasta las lágrimas. “La energía que circula ahí arriba, ufff, ¡es tan fuerte!”, nos contaría luego movilizada. Sin embargo, recuperada de tamaño acto de catarsis artística y humana, allí aparece, puntual, tocando el timbre de entrada de Grupo Atlántida a las 9.40 AM, tan peinada como cuando se levantó, tan sonriente como sencilla se muestra -léase, un montón- y tan expeditiva como parece ser.
“Miren lo que traje…”, atrapa la atención hacia una bolsa de cartón de la que empieza a retirar vestidos, capas e indumentaria que usó en antiguos espectáculos y guardaba en su placard. “Lindos para la producción, ¿verdad?”, los mira como una madre a sus crías. Y entonces mágica y automáticamente sus palabras nos remiten a la entrevista que, realizada un día y medio antes, daba origen a esta nota.
TAN ETÉREA COMO EL AIRE
–¿Usted es una mujer sustentable?
–Lo intento.
–Si le mencionamos dicha palabra, “sustentable”, ¿qué es lo primero que le sale?
–Lo primero que me surge: ¡Qué lejos estamos! Ser sustentable empieza por uno.
–¿Y si le pedimos que la explique a quienes jamás la escucharon o nunca la interpretaron?
–La sustentabilidad es un sistema que pueda perdurar en el tiempo integrando favorablemente lo ambiental, lo social y lo económico. Técnicamente, sería lo que todos deberíamos hacer para que los recursos no sean finitos, sino infinitos, que en realidad es lo que son. Pasa que nosotros los estamos saturando, no los dejamos reconstruir. Leí el otro día en el libro de astrología de Ludovica Squirru: “Aunque nos pese, la naturaleza va a seguir su rumbo con o sin el ser humano. Podríamos vivir en un paraíso, pero si seguimos así, somos nosotros los que vamos a terminar mal o vamos a extinguirnos”. Con toda la tecnología que existe, con toda la información ya adquirida, ¿cuánto más tiene que demostrar la Tierra lo que le viene sucediendo?, ¿cuánto tiempo más debe seguir gritando: “¡Loco, despierten!”. Ser sustentables y cuidar la naturaleza no significa dejar de disfrutar de la vida o volverse aburrido. Tampoco requiere dejar la ciudad e ir a vivir al campo.
–¿No?
–Aún en la ciudad puede haber una voluntad de “pará, frenemos”, “pará, reciclemos”. ¿Cuánto se tardó para que nos pusieran los tachos de reciclaje? Sin embargo hay gente que, como duda, no recicla, “no vaya a ser que esté haciendo un trabajo al pedo”. Y yo digo: “No, hermano, esto empieza por vos”. Como las grandes cosas, inician uniendo pequeñas. Mi trabajo y mi conciencia termina cuando pongo la basura en el tacho que corresponde. Y el tema es que te acostumbrás a hacerlo. ¡Se trata de un camino de ida! Intentar ser sustentable es un acto de conciencia individual para beneficio general. Cuando uno hace su parte y recicla, de paso se da cuenta de cuánta basura sin sentido genera. Si los gobernantes no hacen lo que corresponde, yo no puedo salir a ahorcar ni a matar gente, pero hago mi parte, que es lo único que puedo controlar. Ojo que en mi caso también me siento abrumada y no vibrando tanto en la pelea o la lucha.
–¿Qué pelea, qué lucha?
–La pelea es ir en contra de algo, de alguien. ¿Qué pasa si pongo esa energía en ir a favor de lo que pienso y creo? Empecé a pensar que enfocando en las cosas hermosas y las buenas vibras podemos producir más energía positiva que nos ayude a comer la energía negativa. Deseo contrarrestarla con acciones positivas. Siento que desde este lugar puedo ayudar más. Cuando el equipo de Piaf recibe un aplauso tiene el propósito individual de pensar hacia quién o quiénes deseamos que vaya semejante energía. Lo hemos hablado con mis compañeros. Yo la mando a diversas situaciones o personas que la necesitan. No sé, el otro día me enteré de que violaron a una wichí de 12 años mediante una metodología que parece frecuente: aparecen chabones con camionetas que sorprenden a las chicas que caminan kilómetros hacia sus escuela, las encierran, las ‘cazan’ y…, ¿vos sabías eso?
–La verdad, no. Nos sorprende.
–¿Fuerte, eh? Y lo único que nos interesa es el dólar. Bueno, hacia esas chicas destino mi energía positiva. No quiero conectar más con lo que muchos te llevan a conectarte. Quiero vibrar algo positivo que aporte a mejorar algo. En este momento prefiero emanar energía elevada, dar mi aporte desde otro lugar que pueda ayudar más. Y parto de lo social en general, para volver a lo sustentable desde lo individual.
–Usted hablaba de “toda la tecnología que existe”, “toda la información ya adquirida”. ¿Por qué entonces cada vez estamos peor en el aspecto que tocamos?
–No sirve pensar “si él no lo hace, ¿por qué lo voy a hacer yo?”. El cambio empieza en uno y produce cambio alrededor. Sólo hay que iniciarlo. Yo hace mil años tengo en mi casa un compost de residuos orgánicos. No me funcionaba, se llenaba de moscas, pero un día anduvo. Y cuando vienen mis amigos, lo ven y no lo pueden creer. “¿Cómo hago para que me funcione?”. Los ayudás, les explicás. Lo que te digo: el cambio empieza en uno y produce cambio alrededor, pero cada uno debe comprometerse individualmente.
TAN GENEROSA COMO LA TIERRA
“Adoro los animales y la naturaleza. Me lo transmitió papá, Ricardo. Desde los 15 años y por iniciativa de Amalia, mi hermana mayor, que ya iba a la facultad, éramos parte del grupo Costanera Sur, una especie de guardianes de la Reserva Ecológica que por ese entonces, debido a diversos intereses, sufría incendios intencionales continuos”, retrocede el tiempo Elena en el café y cooperativa La nuova piazza, a cincuenta metros del teatro al que retornó como Piaf trece años después, para volver a interpretarla con la misma edad que tenía Édith cuando murió: 47.
“Nació en 1915 y falleció en el ‘63, dos meses antes de cumplir los 48 que hoy sumo yo”, menciona aliviada “por haber pasado ese número”, si bien a la vez conciente de que la célebre intérprete francesa transitó una historia de demasiado “trajín y necesidades: ella era como la Amy Winehouse de su época”, coteja.
–¿Adónde la remonta aquella anécdota a orillas del Río de la Plata? –retomamos el hilo del inicio del párrafo.
–A que allí, dentro de un lugar abandonado de relleno de escombros, había nacido un paraíso. Nosotros hacíamos jornadas para limpiarlo, visitas guiadas a la luz de la luna, avistajes de aves. Al mismo tiempo, la gente de Vida Silvestre nos contaba sobre la crueldad hacia los animales a los que se les extraían sus pieles y cómo era el proceso, que estaba prohibido y se seguía haciendo a escondidas. Te lo mencioné: yo tenía 15 años, ¡y ahora tengo 48! Hemos mejorado, pero nos falta tanto… Siento que hay más gente con conciencia, pero de todas maneras el sistema nos come. Sé que mi celular (lo señala) es polución, que el sobrecito de azúcar que le puse a este té de manzanilla (lo apunta) es polución, y que la servilleta de papel (la dobla) es polución, pero, sin ser cerrados al extremo, sé que en otros aspectos también podemos acercar un aporte a la naturaleza.
–¿Habla, por ejemplo, de su idea de que la producción de GENTE sea con ropa sustentable?
–Ponele. Con mi estilista y amiga Flor (Cárdenas) pensamos: “Tenemos que buscar cosas que nos guste usar y buenas marcas sustentables”. No hay tanto, igual lo intento. Creo que a todos nos preocupa. Sólo es frenar un poco. Hay infinita cantidad de cosas que podemos hacer. Veo un futuro con tres túnicas como vestimenta, y nada más. O a lo sumo, un par de pantalones extra (risas). ¿Para qué tenemos tanta ropa? Si pensamos realmente en la sustentabilidad, debemos pensar en la austeridad.
–También escuchamos que no se maquilla.
–¿Por qué creemos que la mujer debe estar maquillada para verse linda? Al hombre no lo maquillan para salir en la televisión. Bueno, si yo me siento linda, ¿por qué me tengo que maquillar? ¿Por qué el hombre es cool y yo no? Si me ves con el pelo teñido es porque vengo de hacer Entrelazados (la serie de de Disney+) y mi personaje reclamaba que me tiñera, pero si no uso mi pelo común. Ahora me lo estoy dejando crecer. Aparte los potes que contienen los maquillajes también son basura. Ni qué hablar de los terribles test a que son sometidos los animales para probar dichos productos…
–¿Y usa maquillaje?
–Uso maquillaje en el trabajo (busco aquellos que son cruelty free: libre de crueldad animal o no testeados en animales), porque lo requiere, pero cuando no lo necesito, por ejemplo para hacer las fotos de GENTE, o ahora que estamos hablando, ¿para qué me voy a poner? Porque también es una cuestión estética a la que nos acostumbramos. Yo me levanto a la mañana, me veo al espejo y salto: “¡Ay, lo pálida que tengo la cara!”. Entonces me mando rímel y ya me siento otra. ¡Pará!, si la cara pálida está buena también.
–¿Cremas?, ¿perfumes?
–Perfumes, no. Cremas, sólo para humectar la piel.
–¿Qué hay de su alimentación?
–Fui vegetariana durante mucho tiempo y ahora soy flexitariana. Como en los sets de filmación y ensayos me encontraba con poca variedad o comidas que no lograban darme la nutrición adecuada, terminaba ingiriendo ensaladas verdes sin nada de proteínas. Ahí empecé con algunos permitidos, hasta que logré un equilibrio: pido pollos orgánicos, que sé que están bien cuidados, y consumo huevos orgánicos y frutas y verduras orgánicas. Después, en la calle, lógico, como porquerías… Hago lo que puedo.
–¿Con sus hijos entra a cadenas de hamburguesas o comidas rápidas?
–Por suerte todavía no pasó. A veces salimos a comer afuera. Somos de consumir sushi, pero vegetariano, ya que el salmón proviene del criadero. Porque, ¿cuál es para mí también el problema de la alimentación? La industrialización. Hay muchas formas de reaccionar al modo de alimentación que propone el sistema. Recién leía en un cartel de la calle: “El veganismo no es una dieta, es una postura ética”. La postura ética está muy bien, podés ir a ese extremo. Yo fui vegana un tiempo, hasta que durante mi embarazo me aconsejaron comer huevos.
–¿Por qué?
–Siendo vegetariana anduve perfecta una gran cantidad de años, pero cuando los chicos empezaron a crecer, al tiempo que Mariano (Torre, 44, actor, cantante y director de cine) se convirtió en celíaco (intolerante a las harinas), con la vorágine se nos quemaron los papeles y empezamos a consumir carne. Vuelvo a lo de la ética y lo llevo al tema de la industrialización: nuestros ancestros cazaban pero no desechaban la carne ni obligaban a los animales a consumir comida no apropiada, con quinientos medicamentos encima, sin que pudieran caminar, con una luz encendida las veinticuatro horas para que no durmieran. ¡Un desastre! Ahora, ponele que somos egoístas. ¿Me seguís?
–¿Egoístas?
–Sí, y que de entrada pensamos en nosotros, que todo eso va a nuestro cuerpo, como las verduras fumigadas, etcétera. Okey, después no nos preguntemos por qué todo el mundo tiene cáncer. ¡Hay cáncer entre otras cuestiones porque la alimentación no es buena!… Avancemos: saquémonos el egoísmo inicial y volvamos a los animales. A ver, ¿te parece que debemos maltratarlos así? Si antes de comer un asado te sentás a observar qué le pasa a la vaca hasta llegar a la parrilla, te aseguro que no vas a poder consumir esa carne. Ojalá algún día yo vuelva a no comer animales. Admito que a veces sufro, no me copa, pienso que debería retomar el vegetarianismo. También me pregunto mucho por la salud de mis hijos. Por eso les doy a ellos una dieta variada. Si fuera todo más artesanal…
–¿Regresa a la cuestión de la industrialización?
–Para mí la industrialización es el gran punto. En todos los ámbitos, no sólo en la alimentación. Antes te comprabas un zapato, te costaba un montón de guita y te duraba quince años. Ahora te comprás un zapato que también te cuesta un montón de guita, y te dura dos años o menos. Y hay otro problema: la moda. “Eso no se usa más”. Qué importa. Pero si la usás, ‘no pertenecés’. Y tampoco está bueno no pertenecer. Porque el tema sería poder no pertenecer sin rencor. O sea, estamos muy contaminados con un montón de cosas. Es una cadena, un infierno. Por eso amigos, mejor buena vibra (carcajada).
TAN LIBERADORA COMO EL FUEGO
Residente desde siempre en Barracas, barrio donde nació y se crió, vive en una casa ecológica autosustentable “que cuenta con todos los sistema de las ‘navetierra’ (concepto de edificio pasivo, autónomo y autosostenible que desarrolló el arquitecto estadounidense Michael Reynolds)”, y está inspirada en aquel prototipo que soñaron, imaginaron y lograron consumar en el sur, allá por 2014, con su pareja Mariano Torre, el por entonces intendente de Ushuaia, Federico Sciurano, y el propio Reynolds. “Aquella navetierra fue la primera de Sudamérica”, apunta Roger, quien ahora precisamente habita una cuyas características pronto detalla:
“La casa cuenta, en su construcción, con adobe, botellas y un noventa por ciento de madera reciclada. De tal manera que, como sus paredes están construidas para mantener la temperatura interna, no necesita demasiada calefacción ni refrigeración. Además, recolecta agua para potabilizarla y utilizarla hasta cuatro veces, genera su propio alimento y se hace cargo de sus desechos cloacales”, añade sobre esta “especie de PH” que la llena de orgullo.
–Casi que si le agregara paneles solares desafiaría la discusión de si son o no posibles las casas sustentables en medio de la ciudad, de la selva de cemento.
–Es que nuestra vivienda está preparada para utilizar paneles solares, pero por una cuestión económica aún no los pudimos adquirir.
–¿Y cómo es la vida familiar en su navetierra?
–Normal. Los chicos saben dónde tirar las cosas, qué proteger. No hay una voz que grite: “¡Hagamos esto porque si no vamos a morirnos todos!”. Cuidamos el agua al lavar los platos y bañarnos, cuidamos las plantas, armamos botellas del amor… Sí, les hablo mucho del consumo. Con los dispositivos y demás sienten la presión de consumir, consumir, consumir. Tengo charlas con los chicos sobre “las tonterías que te vas a comprar”. O, “¿viste esto que tanto querías: te duró dos días y ahora va a la basura, a los delfines?”.
–Hay que enfrentar la demanda de lea edad.
–Ellos ven y quieren, pero los grandes debemos ayudarlos a que comprendan. Hoy hablábamos de un dato estremecedor: en el Desierto de Atacama, en Chile, existe un lugar donde las empresas textiles tiran lo que les sobra, ¡montañas de ropa!, mientras en otros lados hay chicos sin abrigo o sin poder cubrirse del sol. Como pasa con la comida, que mientras en algunos lados se tira, en otros hay hambre.
–¿Eso es falta de conciencia o falta de legislación?
–¿Sabés que hay un restaurante en Australia en el que si vos dejás comida te cobran un plato extra? Eso es conciencia. Está bien la legislación, pero ¿nosotros tenemos que vivir cómo alguien nos escribió que debemos hacerlo? La conciencia viene primero y la legislación, después. Siempre va a haber personas a las que no les importe, aunque ¿no somos más aquellos a quienes sí nos importa?
–¿Usted qué piensa?
–Que estamos muy dormidos, y que hay demasiado ruido y varios problemas por resolver. Igual, durante la pandemia, cuando nos aquietamos, hubo un sonoro despertar. Mucha gente comenzó a tomar conciencia respecto a varios temas, empezando a cambiar su alimentación, sus hábitos. Reciclar, tener una huerta y cultivar mis hábitos es mi manera de contrarrestar lo que genera el monocultivo, la agroindustria, el consumo indiscriminado, la industrialización de los alimentos, la megaminería. Hace días hubo un tremendo sismo en la provincia de Río Negro. Se habla de un volcán erupcionando, aunque también se sabe que el “fracking” (tratamiento explosivo que se aplica a reservorios para estimular la extracción de hidrocarburos) genera sismos. Claro...
–¿Claro?
–Le da plata al país, si bien paradójicamente igual hay hambre y tenemos un gran problema económico. En realidad, ¿qué es lo que sirve? O sea, yo no puedo hablar de política ni economía, porque no sé, pero hay cosas que no me cierran… U otra cuestión: encontraron petróleo en el Mar Argentino, ¿nos van a dejar ahora sin Mar Argentino? ¿Y qué de las ballenas que van hasta Puerto Madryn? ¿Consideramos que las explosiones de exploración en el Mar Atlántico traen aparejados problemas en el sistema de orientación de las ballenas y los delfines, ya que por ahí transitan sus rutas para llegar a los lugares donde deben parir y alimentarse, antes de continuar su vida migratoria de supervivencia? Eso, sin mencionar que cualquier derrame de petróleo significa un desastre para todos.
–¿Qué hacemos, cómo se evita?
–Yo lo que hago es intentar generar conciencia desde mi modesto lugar, informando, contándolo, difundiendo. ¿Saben que los cóndores se envenenan con el agua de la megaminería (contaminación que, obvio, también perjudica al hombre) o que, porque nadie los protege, estos animalotes hermosos terminan muertos por disparos? Es inmenso el tema… Te podría decir, también, que desde mi lugar intento acercarme a gente común, indudable, creíble, que trabaja a pulmón poniendo la vida en la causa.
–¿Quiénes, para el caso?
–Entre otros, Ale Gougy, la presidenta de la Asociación Moda Sostenible Argentina, que para sus creaciones utiliza descartes de medias de nylon, elemento que tarda dos siglos en biodegradarse. Gastón Caminata, ayudándose del humor insta a que la gente junte basura en la playa e incluso logró que se legalice el no uso de sorbetes. Joel Scott Hume y los chicos que hacen el Patagonia Eco Film Fest. Me comentaba Mariano, mi compañero: “Cuando terminábamos de ver esas películas nos teníamos que dar apoyo entre todos por lo angustiados que quedábamos frente a las imágenes con que nos habíamos encontrado”. ¿Continúo?
–Continúe, por supuesto.
–Sumá a Darío “Tato” Wacker y el grupo de N4VE, que ayudó a armar la logística de navetierra en Ushuaia. Y a Aleja Isa, especialista en técnicas de adobe y bioarquitectura, que sabe un toco del tema… Hay un montón de personas más en nuestro camino, y habrá un montón más. Pero cada quien tiene su momento para despertar. El otro día descubrí a un amigo que suele arrojar todo en el cesto, tirar un pucho al piso. “¿Sabés cuánto contamina?”, lo reté. Hace poco me confió: “Por culpa tuya, ahora cuando voy a deshacerme de una colilla pienso en el agua que puede contaminar, en lo que no veo pero está”. Para mí la toma de conciencia llevada a la práctica tiene que ser ya. El planeta reclama un cambio urgente.
TAN DIÁFANA COMO EL AGUA
“Si quiero hacerme notar, es en el teatro, pero con la ropa de Édith Piaf. Yo trato de mantener la normalidad. Para mí es importante mostrarme como un ser humano normal. Cuando salgo de las funciones, saludo a la gente y le agradezco. No me siento más elevada que nadie. Aunque, bueno (se le escapa una carcajada apenas le hacemos girar la cabeza hacia lo alto del teatro Liceo, en Rivadavia 1499, donde la mujer menuda, simple y cercana que tenemos delante queda expuesta ante la diva glamorosa y distante que surge en el cartel gigante).
"La verdad es que te cité acá para que veas mi enorme foto personificando al Gorrión de París”, bromea quien retomó hace ocho meses el papel que “dejé trece años atrás en medio del reproche de mi madre, Mimí (‘Nena, ¿¡por qué te bajaste de Piaf!?’ ) y me emociona volver a representar junto al maravilloso elenco original casi completo y bajo la dirección del genial Jamie Lloyd”, expresa plena, de cara a la temporada 2023.
–Lleva media existencia de carrera pública a través del cine, la tele, las tablas… ¿Cómo la resumiría, de manera espontánea, en treinta segundos?
–Trabajé con Pepe Cibrián, con Chico Novarro, hice Nine, La Bella y la Bestia. Cantaba en musicales, en geriátricos, animaba cumpleaños y fiestas para chicos. Estudiaba y entrenaba interpretación y danza. A mí me popularizó Piaf, pero alguien podría haber dicho que me seguía desde Mina… Che cosa sei?!?, o que había visto a mi Evita en Londres. Mucha gente también me sacaba porque trabajé con Ricky Martin en Nueva York. Algunas películas hice, y grabé discos míos y con (el sexteto) Escalandrum.
–Otro motivo que nos hace observarla como alguien en sincronía con la naturaleza: siendo suceso en las principales plazas teatrales del planeta, ganadora de los premios Oliver, Hugo de Oro, Konex de Platino, no obstante, sencilla, pidió para el reportaje un rincón silencioso del café, incluso pegado a los baños, para concentrarse y que no le entre ruido al grabador. ¿Cuál es su método “sustentable” ante la fama?
–No necesito una vida distinta. Nadie me para por la calle como loco pidiéndome fotos, saludos y autógrafos. No soy una rockstar. Puede que tampoco lo busque. Uso el Instagram (@elenarogerreal) para publicitar mis cosas, mi trabajo, raramente como algo personal.
–No expone su vida privada.
–No.
–Sí sabemos que con Mariano tienen dos hijos.
–Sí. Risko, de cuatro años, y Bahía, de nueve.
–Ya que hablamos de la naturaleza y sus armonías, ¡qué nombres!
–Nosotros elegimos esos nombres porque pensamos que era apropiado no cargarlos de ancestros, aunque con el tiempo nos vamos dando cuenta de que los cargamos de otra cosa. Porque la imagen de un risco, de una bahía, también puede cargarlos de una imagen. Igual, son Risko Florián y Bahía Vida, para nivelar. La “viajamos” así con Mariano. A lo mejor para mí mamá era muy importante que mi hermana mayor repitiera el nombre de su madre y yo, Elena Silvia, el de mi abuela paterna y una tía. Pero cuando con mi compañero elegimos los nombres de nuestros hijos también apuntamos al buen decir.
–¿Buen decir?
–El otro día me contaron que “boludo” y “pelotudo” se los llamaba a los integrantes de los pueblos originarios que usaban las boleadoras y se encontraban en la primera línea de las guerras: eran los que morían primero. ¡Y nosotros decimos esos términos de manera tan liviana! El “buen decir” es tener conciencia de lo que decimos, no dejarnos llevar por frases hechas, ya que todo lo que decimos crea nuestra realidad y todas las palabras tienen su peso. Es lo mismo con la comida, con las cosas que compramos: las repetimos, las adquirimos, las consumimos, pero no sabemos bien de dónde vienen. Y hay una sensación de no querer, también, porque estamos tan abrumados que a veces pensamos “Déjenme vivir en paz”.
–Apelando al “buen decir”, entonces, defina el planeta que habitamos en una, dos, tres palabras.
–Es un paraíso. Tiene todo. Es perfecto.
–¿Cómo y dónde imagina envejecer?
–Yo quisiera tener una vejez sabia, tranquila, no sé dónde. Espero que me quede mucho camino por recorrer y espero que el mundo sea bastante distinto, para bien, al que conocemos ahora.
–Al principio le preguntamos si era una mujer sustentable. Ahora le consultamos, ¿qué más es Elena Roger?
–Soy madre, soy compañera, soy artista, soy hermana, soy hija. Recuerdo que una vez, volviendo de Estados Unidos, en dulce espera de Bahía, un periodista me preguntó: “¿Y justo ahora, en un gran momento profesional, te vas a embarazar?” Yo había decidido disfrutar la otra parte de la vida, que para mí era tan importante como subirme a un escenario. Lo que pasa es que la idea de éxito del otro…
–¿Cuál es esa idea que, cree, persiste y trasciende?
–Que si vos no tenés muchísima guita, no sos exitoso. También ése es el problema en lo sustentable: no es necesario dejarse influenciar por todo aquello con lo que te bombardean y supuestamente te hace feliz. Igual que la forma en que encarábamos el tema Covid-19. ¿No era mejor pensar en cómo elevar nuestras defensas para no enfermarnos, que enfocarnos de antemano en lo que nos iba a ocurrir si lo contraíamos?
–Volvemos al principio de la entrevista...
–Tal cual: una de las cosas que yo estoy modificando -te lo manifesté al principio y me gustaría reafirmarlo-, es comenzar a hablar en positivo, dejar de enfocar a partir de lo negativo. Pensar en qué podemos hacer, en lugar de pensar en todo lo que no hay que hacer. Buscar herramientas para vivir mejor, no para imaginar de qué nos vamos a morir. Estamos en el horno, pero pasan cosas buenas. ¿No será cuestión de empezar a apuntar a ellas? Mi receta actual es dejar de conectarme con el “no” y darle lugar al “sí”.
Fotos: Chris Beliera
Arte y diseño: Gustavo Ramírez
Estilismo: Roxana Harris
Vestimenta: Florencia Cárdenas
Peinado: Nery Vazquez
Producción y seguimiento en las distintas plataformas: Elizabet Correa
Videos: Camila Uset
Agradecemos a Mercedes Otero (de Varas Otero Comunicaciones)