El hijo de Gilda, Fabricio “Chio” Cagnin, estuvo por primera vez en televisión. Fue uno de los invitados especiales a La peña de morfi, ciclo en el que habló a corazón abierto sobre el accidente en el que murieron su mamá, su abuela y su hermana, y contó cómo fue convivir con el dolor y se refirió al vínculo que lo une a su papá.
“Tengo 34 años bien vividos y estoy en un momento muy hermoso de mi vida porque pude atravesar mucho. Hoy estoy acá y lo hago por mí. Es reconocerme, reencontrarme conmigo. Perdí ese nene, que fue testigo de ese momento tan duro, quedó en el olvido", comenzó reflexionando sobre las marcas que le dejó el catastrófico accidente que se cobró la vida de gran parte de su familia cuando apenas tenía ocho años.
Y agregó: "Tuve que salir adelante cerrando puertas y persianas. Ahí dejé encerrado a este nene y dejé encerrado también el reconocerme como ‘hijo de...’”.
Asimismo, se refirió sobre la figura de su mamá: “Gilda creció y se magnificó. Hoy, gracias a la gente, es un ícono popular muy respetado. Eso me genera orgullo, pero eso en su momento me arrastraba al dolor por todo lo que se vivió y por lo que perdí en el camino”.
"Chio" y la relación con su papá
La persona más cercna de su familia que le quedó a Chio fue su papá, quien, según contó el hijo de Gilda, lo resguardó durante toda esa etapa de profundo dolor. Y aseguró que pudieron trascender el vínculo padre e hijo.
“A partir de ahí no volví a mi casa de Devoto. Me fui a vivir con mi papá y mi abuelo a Ciudadela. Siempre me mantuvieron muy hermético. Yo perdí muchísimo, pero mi papá también y supo convivir con ese dolor, correrlo un poco y darme valor a mí y acompañarme”, expresó el legado más puro de Gilda, que hoy se dedica también a la música.
Por otra parte, 'Chio' recordó que siempre evitó contar que era hijo de Gilda así como tampoco quería escuchar sus temas. “Con el tiempo, pude ir, agarrar a ese nene, transformar lo que me pasó. Tuve que habitar el dolor y ver lo bueno”, admitió.
Y remarcó con total nostalgia: “A mí mi mamá, mi hermana y mi abuela durante esos ocho años me enseñaron muchísimo y su partida también porque me volvieron más consciente de vivir el momento (...) Habito el presente transformando el dolor y trayéndolas conmigo”.