La Mansión Playboy fue por mucho tiempo pintada como el paraíso, el lugar en el que todos querían estar. Lugar que supo albergar las fiestas más "emblemáticas" y "locas" de Hollywood, a la que los artistas del momento deseaban ser invitados.
No obstante, la famosa casa de las conejitas de Hugh Hefner -que solía vender fantasía para adultos- resultó ser escenario de atroces secretos que salieron a la luz a lo largo de este tiempo tras la muerte del magnate y creador de la famosa Revista Playboy.
Sobre esa línea, 'Secrets of Playboy' el documental de 10 episodios que A&E emitió en Estados Unidos narra a través del testimonio de antiguas novias de Hugh Hefner y de exconejitas cómo era la vida en la Mansión Playboy y los abusos que ellas (y muchas otras mujeres) padecieron.
Bajo ese marco, los medios levantaron las revelaciones que dejaban mal parado al magnate y creador de la Revista Playboy. Sin embargo lo que sucedía en la Mansión Playboy, de alguna manera, se supo siempre.
Excesos y muertes
En 'Death of a Centerfold' (La muerte de la chica del poster central), el artículo periodístico de Teresa Carpenter que ganó el Premio Pulitzer, mencionaba las fiestas con prostitutas y del ambiente ominoso de la mansión.
La investigación de Carpenter que data de principios de los ochenta, cuenta del asesinato de Dorothy Stratten, la conejita del año en 1980. En el artículo indica que Peter Bogdanovich le había iniciado juicio a Hefner por utilizar fotogramas de sus películas sin autorización. Tras llegar a un acuerdo el director fue invitado a la Mansión Playboy, donde conoció a Dorothy Stratten, su musa y amor desde entonces.
Sin embargo, al poco tiempo Stratten fue asesinada por su ex marido y proxeneta de un tiro en la cara. En ese sentido, Carpenter muestra en su artículo lo que pasaba en la mansión y cómo la joven era tironeada por esos tres hombres: su exmarido, Bogdanovich y Hugh Hefner.
Cabe remarcar que, los medios gráficos más importantes de los años setenta y ochenta hacían referencias a diversas denuncias de abusos en las fiestas organizadas por el magnate periodístico.
La primera Mansión Playboy
Cabe recordar que, la primera Mansión Playboy era un gran palacio en Chicago. Albergaba más de 70 habitaciones. Era una construcción señorial de 1899 diseñada por el mismo arquitecto que tuvo a cargo las universidades de Columbia y Yale.
Hugh Hefner la compró en 1959, seis años después de que creara la revista Playboy. Pieza que ya se encontraba consolidada y vendía más de un millón de ejemplares por mes.
Fue entonces cuando comenzaron las fiestas, los encuentros sexuales masivos, las reuniones swingers. Era el lugar al que todo hombre quería ingresar. Esto fue aprovechado luego por Hefner para ser anfitrión de su propio programa de TV en el que el set copiaba el salón principal de la Mansión Playboy.
Por otra parte, la división de la mansión de Chicago consistía en que las dos primeras plantas estaban dedicadas a los lujos: playroom, salones de baile, livings fastuosos, biblioteca victoriana. El subsuelo era el lugar de la pileta, construida especialmente por Hugh Hefner, separada por una pared vidriada de un gran bar desde el que los hombres veían nadar desnudas a las mujeres más bellas del planeta.
Finalmente, en el tercero y en el cuarto piso no había lugar para grandes arañas, alfombras caras, ni elementos costosos. Ya que los habían convertido en una especie de barracas, superpobladas, en la que vivían las conejitas.
Prostitución encubierta: las reglas rígidas que se debían cumplir
Si bien, la gente suponía que en la Mansión Playboy reinaba la libertad, las conejitas debían cumplir reglas rígidas. La primera era la de confidencialidad: tenían prohibido contar algo de lo que sucedía en la casa.
No había posibilidad de salir con otros hombres que no sean aquellos que visitaban la casa, a las 9 de la noche debían estar en la mansión -si alguna llegaba después de esa hora, no le abrían la puerta: debía dormir en el jardín-, y el aspecto físico de ellas dependía de Hugh Hefner (muy a lo Fort).
En ese sentido, se supo que las conejitas de Hefner no podían elegir el color ni el largo de su cabello, ni siquiera podían rehusarse a maquillarse. Como tampoco podían engordar algunos kilos. Y debían someterse a las intervenciones estéticas que Hugh ordenara: implantes de siliconas o rinoplastías.
La segunda y más famosa Mansión Playboy
En 1971, Hugh Hefner compró en Los Ángeles, cerca de Beverly Hills, la segunda Mansión Playboy, la más famosa de ellas. La anterior, la de Chicago con el tiempo se convirtió en sede de una universidad.
La nueva propiedad fue un hallazgo Barbi Benton, una playmate y novia del magnatede. El costo fue de 1.100.000 dólares. “Fue la mejor inversión en la historia de la empresa”, confesó Hefner varias décadas después.
En 2016 la vendieron por más de 100 millones con usufructo vitalicio en favor de Hugh Hefner: allí viviría hasta su muerte que se produjo un año después.
Hefner no hablaba del negocio inmobiliario. La mansión, los clubs Playboy alrededor del país, la televisión, los festivales de jazz, todas esas actividades completaban el imaginario de la revista. Sin embargo, la Mansión Playboy era la prueba de que esa fantasía que la revista Playboy vendía existía. Llegó a convertirse en la meca pagana, no solo del hombre corriente, sino también de Hollywood.
La nueva mansión tenía más de 2000 metros cuadrados cubiertos. En ella existían todas las comodidades que se podían imaginar. Grandes salones, un cine privado, saunas, tres jacuzzis exteriores, piletas, canchas de tenis y de básquet, un zoológico privado, un lugar para aves exóticas, un órgano tubular como los que había en las grandes iglesias, una enorme bodega subterránea y el corazón de la propiedad: la gruta con cascada, pileta, un pequeño bosque, el lugar en el que se desarrollaban las grandes fiestas a las que nadie quería faltar.
Un sin fin de celebridades de Estados Unidos, en especial de Hollywood, de los últimos sesenta años pasaron por la Mansión Playboy. Aunque la mayoría no pueda contar públicamente lo que vivió allí.
Sobre esa línea, durante años una leyenda recorrió Hollywood: la vivienda tenía un complejo sistema de túneles subterráneos que comunicaba con las mansiones de celebridades como Jack Nicholson, Warren Beatty o James Caan que accedían a las orgías de Playboy a través de esa vía sin ser vistos por los demás.
La casa de las conejitas
El staff principal de mujeres jóvenes vivían en la 'Bunny House' (la Casa de las Conejitas), que quedaba a pocos metros de la casa principal donde vivían las novias oficiales de Hugh Hefner. Las reglas como, en la mansión de Chicago, eran muy rígidas. Y estaban al cuidado de una Mamá Conejita, una ex conejita que ya no cumplía los parámetros físicos impuestos por Hefner pero que conocía las reglas del juego y se las hacía cumplir a las más jóvenes.
Es que, las chicas debían cumplir con parámetros estéticos estrictos y no todas lo hacían. Estas aspirantes rechazadas en la Mansión Playboy alimentaban otras casas que administraban allegados y amigos de Hugh Hefner, una especie de circuito Playboy clase B en que las chicas con promesas de futuros contratos, contactos y de castings eran comerciadas entre hombres poderosos e influyentes.
El funcionamiento de la Mansión Playboy es impensado en esta época. Según confesó una exconejita "las fiestas eran mucho más salvajes de lo que la gente piensa".
Un dato, no menor, en lo que la mayoría de las exconejitas coincide, es que el hambre y la falta de un techo eran los principales motivos que llevaba a las chicas a aspirar pertenecer a la Mansión Playboy.
Además de ser atraídas por las posibilidades que se les abrían si eran elegidas las playmates del mes o por la chance de conocer algún productor que las contratara para una serie o una película.
Banquetes tentadores y la posibilidad de codearse con productores
Por su parte, Sarah Magnuson, mujer que participó de alguna de las veladas en la Mansión Playboy a principio de los 70s, reveló que muchas de las chicas eran aspirantes a actrices, muy jóvenes, que malvivían en Hollywood a la espera de una gran oportunidad.
"Era glamoroso y divertido. La mansión era impactante. Y los banquetes abundantes y tentadores. De pronto veías bajar a Hugh Hefner por las escaleras y era gracioso y encantador. Pero en algún momento todo se volvía oscuro y te querías ir", contó la ahora ejecutiva, sobre su experiencia en la Mansión Playboy en los setenta.
Y detalló con crudeza: "Después de la comida, estaba caminando por un pasillo y un ejecutivo importante, me agarró de atrás y me quiso forzar a tener sexo. Yo me resistí. Lo empujé contra una pared pero él era más fuerte. Le pegué una patada y salí corriendo. Bajé hacia una de las piletas. Pero cuando estaba sentada en el borde vino uno de los hombres de seguridad y me dijo que me retirara, que el señor Hefner no quería que estuviera más en la propiedad. Se ve que no había entendido las reglas de juego”.
En ese sentido, Magnuson remarcó que era una ley no escrita que en estos eventos: los avances de los hombres importantes debían ser correspondidos. "Las que no lo hacían eran violadas o expulsadas", aseguró.
Por otra parte, en el documental periodístico de la Mansión Playboy, indica que alguno de los muchos abusos perpetrados por Bill Cosby sucedieron en la famosa mansión de Hugh Hefner. Peter Nyjard, magnate de la moda, también juzgado por delitos sexuales, era otro de los invitados frecuentes.
Estupefacientes, zoofilia y chantajes
Según relata el documental, la mansión estaba equipada en cada habitación con infinidad de cámaras y micrófonos. Cuando alguien los descubría, Hefner se escudaba en sus inclinaciones vouyerísticas. Pero ese material era utilizado para extorsionar a hombres y mujeres que participaban de las bacanales.
En el documental también hacen referencia a lo que Hugh Hefner llamaba 'La Noche de Cerdos'. Una noche fija por semana en la que algunos de sus allegados reclutaban prostitutas por todo Los Ángeles. Había también transexuales y actrices porno en el elenco.
Y en la mansión las esperaban decenas de hombres poderosos, influyentes y/o famosos. Políticos, actores, directores, productores, empresarios, deportistas. Eran orgías sin límite de tiempo y en las que todas las combinaciones eran posibles. Las jornadas de cada miércoles fueron bautizadas de esa manera porque Hefner llamaba cerdos a las prostitutas.
En tanto, Sondra Theodore, una de las mujeres que ofrece su testimonio en la serie documental y una de las novias del magnate, cuenta que un día entró de improviso a la habitación de Hefner y lo encontró masturbando a su perro: “Ellos también tienen sus necesidades” había dicho el fundador de Playboy. Ya existían testimonios que hablaban de zoofilia en la mansión.
A su vez, como es de esperarse, en las fiestas había grandes cantidades de drogas. Había recipientes con cocaína en cada mesa con bebidas. Una especie de canilla libre de alcohol y drogas. A fines de los sesenta y los setenta a las chicas les daban Qualude, un potente sedante, que las dejaba indefensas y les permitía no oponerse a ser usadas en las orgías.