Todo inició el martes 4 de mayo y finalizó el lunes 10 de mayo de 1982, y lo protagonizaron ellos, el pampeano Augusto Bedacarratz y el porteño Armando Mayora, a bordo de sus Super Étendard, convirtiendo aquello en una hecho histórico. “Todo” y“aquello” podría resumirse así: el hundimiento del destructor británico Sheffield en aguas del Mar Argentino, al este de a isla Soledad, en plena guerra de las Malvinas, durante una operación militar pionera, ya que fue el primer ataque consistente en el uso de misiles de aviones contra barcos. No sólo eso, y lo explican ellos:“Fue, después de la Segunda Guerra Mundial, la primera vez que se hundió a un buque británico”, redondean desde el Edificio Libertad, sede de la Armada Argentina, ubicado en Retiro.
–Al conmemorarse las cuatro décadas de la guerra de las Malvinas, ¿cómo recuerdan la previa de aquelos días tan particulares?
Augusto: Lo nuestro fue muy inmediato al inicio. Hay que pensar que el día 1° de mayo se inició, en los hechos, la guerra a los ingleses con el bombardeo a Puerto Argentino, y que el 4, después de esas horas de preparativos, despegamos con Armando. En el transcurso de los tres, cuatro días previos todo fue muy vertiginoso. Gente que no volvía, cómo se palpaba la muestra del espíritu, el ánimo de defender, el entusiasmo. Lógico, era la primera vez que entrábamos en guerra después de toda una historia. Así hasta que llegamos a la misión en sí.
Armando: El despegue del que habla Augusto, con condiciones meteorológicas aeronáuticas desfavorables para el vuelo, pero que nos tranquilizaba desde el punto de vista de que posiblemente ese día los británicos no esperaban para nada un ataque. En tiempos en que todos los otros aviones –la Fuerza Aérea y la división Naval– atacaban con bombas (debían ver el blanco, apuntar y lanzar), ellos no consideraron que el Super Étendard con el Exocet estaba en condiciones de funcionar. Sorprenderlos era muy importante para poder ser eficientes con tal sistema de armas: había que intentar que sus defensas electrónicas y misilísticas reaccionen lo más tarde posible.
–¿Cómo se enteraron de que habían dado con el objetivo?
Armando: El lanzamiento fue a las 11:04 de la mañana, aterrizamos en Río Grande a las 12 y pico del mediodía y a las cinco de la tarde nos enteramos, por una comunicación oficial del Ministerio de Defensa británico, que el Sheffield había sido atacado. Ellos lo dijeron desde el primer momento.
Augusto: Hasta ese momento lo único que daba indicios de que algo había ocurrido fue que desde un radar terrestre de Malvinas se detectó que de pronto en las fuerzas inglesas, que se encontraba en alerta blanca, hubo movimientos de helicópteros y Sea Harriers. De hecho, al llegar a Río Grande nos recibieron como si hubiésemos producido un daño tremendo, cuando nosotros sólo estábamos seguros de haber hecho las cosas bien.
Armando: “Lanzado, sin novedad”, repetimos ambos, y quedamos a la espera… Igual, hay que recalcar que no llegamos a ese punto de casualidad. Fue un trabajo en conjunto con la escuadrilla aeronaval de exploración Neptune (un avión de patrulla marítima, reconocimiento, guerra antisuperficie y guerra antisubmarina), que había salido a las tres de la mañana para hacer un excelente trabajo de búsqueda del espectro electromagnético y detectar si había radares británicos emitiendo. Se habían jugado, acercándose mucho, tornándose indiscretos y con riesgo de ser interceptados. Cumplieron la misión exactamente como debían. No sólo eso: cuando nos acercábamos al blanco, dieron la posición geográfica adecuada como para que concretáramos. Repito, no llegamos ahí por casualidad, sino porque alguien nos dijo que ese buque inglés de tales características –finalmente fue el Sheffield– es el que deben atacar.
Augusto: Complementando lo que cuenta Armando, para nosotros fue fundamental esa tarea del Neptune, ya que, investigando y exponiéndose a lo largo de cuatro horas, nos dio la gran tranquilidad la de estar navegando en aguas exploradas, una especie de corredor, sabiendo que de no encontraríamos con ningún buque enemigo. De allí que el 4 de mayo, fecha de la misión del Sheffield, fue elegido Día de la Aviación Naval, en lugar del aniversario de su creación, ya que es una síntesis perfecta de lo que representan las misiones de ataque en el mar. Todo se cumplió exactamente como dictan los manuales. Incluso dos horas antes de que saliésemos seguían acercándonos detalles para que nosotros pudiésemos planificar el ataque.
–¿Conservan la ropa que vistieron aquel 4 de mayo de 1982?
Ambos: Sí, guardamos recuerdos del equipo de vuelo.
Armando: El que usamos es uno muy específico. Se llama “traje antiexposición”, porque si uno cae al agua, se cierra y genera un hermetismo especial que no permite el ingreso de agua. De igual manera, en lugar de morir a los 20 minutos, si no te rescatan, morís a las dos horas, pero bueno… Un compañero con el que volábamos solía repetir: “Mejor vayamos en calzoncillos. Sufrís menos, es paro cardíaco y chau”.
Augusto: Hasta nuestro chaleco de supervivencia contaba con agua dulce incorporada, por si la necesitábamos para beber. Más allá de la indumentaria, la aviación naval siempre nos preparó. De hecho, la escuadrilla todos los años debía tener tachado el cuadradito de la supervivencia en el mar. Significa que probábamos el equipo, íbamos en una balsa y nos rescataba un helicóptero. Incluso como práctica nos tiraban en una cabina atados a una pileta y debíamos escapar del agua. Estábamos física y mentalmente preparados para seguir peleándola si caíamos al mar, incluso sabiendo que, de suceder, , en plena guerra por lo general no había búsqueda de rescate.
–Cuando los llaman “héroes”, ¿qué piensan?
Armando: Comprendemos la palabra desde el punto de vista periodístico, pero no la compartimos. Hicimos lo que teníamos que hacer. El día que en una ceremonia militar juramos ante la bandera defenderla hasta perder la vida, no era un chiste, sino un compromiso. Tampoco se trata de defenderla sólo mientras estemos en paz. Y esa actitud, que la tuvo el 99,99 por ciento de los que combatieron en el Atlántico Sur, es la que te lleva a experimentar el sentimiento de Malvinas de la manera en que lo hacemos. Hubo héroes, hubo muchos héroes, pero no considero que nosotros lo seamos. Cumplimos con lo que debíamos, y lo cumplimos muy bien, fuimos muy eficientes, haciendo las cosas que teníamos que hacer. Hasta ahí... El héroe es quien va un paso más allá y se excede de su deber. Te doy un caso: hubo un oficial de la infantería de marina que hizo bombardear a su propio grupo de artillería, sobre su posición, porque no podía defenderla de otra manera. Va más allá, es sacrificar su vida y la de sus hombres para cumplir su deber. ¡Esos sí son héroes!
Augusto: Coincido totalmente. De pronto porque una misión tuvo una trascendencia (por el hecho en sí, el momento en que se produjo y que se tratara del primer buque inglés hundido, el tipo de nave y la tecnología utilizada) en este momento hacemos una nota con GENTE. Seguro que tiene que ver con la forma en la que ese hecho sucedió, pero es muy incómodo realmente para nosotros ver que la acción nos signifique una distinción pública como héroes, cuando uno sabe perfectamente, como dice Armando, de tantas otras tremendas que quizá no trascendieron al resultado global de la guerra. En nuestro caso, sin desmerecer lo que hicimos, antes que de heroísmo, prefiero hablar de profesionalismo. Todas las misiones que siguieron a la del Sheffield fueron más complicadas porque ese famoso Neptune no existió más.
Armando: En la Armada Argentina somos muy austeros en el sentido de los elogios. Cuando hacés bien una operación, es una costumbre que se eleve un grupo de banderas de antaño, que son la B y la Z, que en el alfabeto naval se llama Bravo Zulu. Ése es el mayor reconocimiento. El que hizo bien las cosas, como nosotros, Bravo Zulu. Pero al que es héroe sí hay que reconocerlo, condecorar y ponerlo como ejemplo para las generaciones que llegan. Nosotros somos dos partes de los cien hombres que en ese momento la 2da. Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque e incluían desde el comandante hasta el último conscripto, que colaboraba y nos ayudaba a subirnos y atarnos al avión. Cuando se hundió el Sheffield, la Aviación Naval ya tenía ochenta años, venía de distintas generaciones que nos llevaron a ese momento. Y en ese momento éramos cien hombres trabajando como equipo. No hay nada en el mundo cuyo resultado se pueda obtener sin trabajar en equipo. Y eso fue lo que hicimos.
–En estos tiempos bélicos tan convulsionados con el enfrentamiento Rusia-Ucrania que todos seguimos a la distancia, resulta imposible no preguntarles a quienes han participado de una, ¿qué es la guerra?
Augusto: La diferencia es que nosotros vivimos en un teatro de operaciones estrictamente militar: no había familias. La guerra de Ucrania nos muestra algo muy diferente, con todo lo tremendo que uno vio y conoció de las Primera y Segunda Guerra Mundial. Hoy, a través de los medios de comunicación y en tiempo real, a mí me estremece ver en vivo semejante horror. Este grado de barbarie es muy diferente a lo que vivimos. La parte humanitaria de una guerra es fundamental y creo que ese sentido nosotros no lo vivimos ni los argentinos lo percibieron. Lo noto algo diferente.
Armando: Quizá la escalada de un conflicto determina ingresar a la guerra… El tema es que, después de la decisión de hacer el primer ataque, no sabés cómo vas a salir de ahí. Es decir, podés dar el primer paso, pero van a aparecer ciertas condiciones que no podrás manejar. Es lo que sucede ahora en Ucrania. Por otro lado, mientras ellos viven ahí. La situación es completamente distinta, porque acá están ingresando al territorio de los ucraniamos y nosotros defendíamos un territorio que nos pertenece. Va a ser muy difícil la evolución de este conflicto y dónde terminará.
Augusto: Esto es una invasión, una transgresión al derecho internacional de un país a otro país, totalmente distinto. Pero si hay algo en común es la vocación: de la misma manera que nosotros percibimos la entrega, el espíritu y el patriotismo que existió en todos los combatientes, de pronto la gente se sorprende de que los ucranianos dejen a la familia y se quedan defendiendo el país con bombas molotovs contra un ejército tremendamente superior. Y sin embargo lo hacen. La entrega de los ucranianos a mí me emociona simplemente porque me recuerda lo que vi.
Fotos y video: Manuel Adaro y gentileza A.M. y A.B.