A Manuel Belgrano lo conocemos un poco más, básicamente como el creador de la bandera. Pero fue mucho más que eso. Estudió en Valladolid y Salamanca, se graduó con medalla de oro y regresó al país en 1794 trayendo las ideas de la ilustración y la revolución. Desde su cargo de secretario del Consulado, impulsó la industria nacional, planteando que los países prósperos son aquellos que no exportan su materia prima sin antes transformarla localmente. Explicaba que de lo contrario se produciría desocupación en el país exportador y ocupación en el país importador, que le daría valor agregado a esa mercadería para convertirla en manufactura aumentando considerablemente su valor de mercado.
Fue el primero en hablar del ambiente, proponiendo el cuidado de los ríos, evitar el monocultivo y propender a la diversificación y rotación de los sembrados. Nunca nadie había hablado de igualdad de géneros en nuestro país hasta que Belgrano lo hizo en una de sus memorias al Consulado, donde propuso, no sólo que la mujer se acerque al sistema educativo en todos sus niveles como alumna, sino que llegue a hacerlo como docente y que se incorpore al sistema productivo. Él tuvo una sana obsesión por la educación en la que veía la principal herramienta para el progreso nacional y la integración social.
Cecilia Grierson fue la primera mujer argentina, y una de las primeras en Sudamérica en graduarse como médica. Por entonces, hablamos de 1883, la idea de Cecilia de estudiar una carrera reservada exclusivamente a los varones parecía una locura. ¡Ninguna mujer se había atrevido! Con valentía, traspasó las puertas de la facultad de Ciencias Médicas y seis años más tarde salió con el título. ¡Imagínense lo que debe haber sido estudiar solamente con profesores y compañeros hombres, que encima constantemente la descalificaban!
Mientras era estudiante, cuando Buenos Aires fue víctima de una tremenda epidemia de cólera, a Cecilia le tocó trabajar en la Casa de Aislamiento, experiencia que la inspiró a crear en 1886 la primera Escuela de Enfermeras de América Latina, de la que fue muchos años directora. Esta flamante médica de ojos azules y vivaces se dedicó a ser ginecóloga y obstetra, aunque su deseo era convertirse en cirujana, especialidad que no le dejaron ejercer por su condición de mujer. Por esto mismo, por ser mujer, tampoco le permitieron ser profesora en la universidad.
Sin embargo, en 1899 participó en el Congreso Internacional de Mujeres que se hizo en Londres, y después creó el Consejo Nacional de Mujeres y en 1910 presidió el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina, donde se habló de la situación de las mujeres en la educación, la legislación y la necesidad del sufragio femenino. Uno de los muchos libros que escribió, explicaba que para el Código Civil argentino las mujeres casadas tenían el mismo estatus social que un niño. Gracias a ella, en 1926, por iniciativa de la bancada socialista, se sancionó la ley que estableció la igualdad jurídica y permitió, entre otros derechos, darles a las mujeres casadas la posibilidad de disponer de sus propias ganancias y formar parte de sociedades comerciales e industriales.
Sí, entre los hombres y mujeres que marcaron hitos en la evolución de nuestra sociedad, que lucharon siempre por el mejoramiento de las condiciones de vida de sus semejantes, no puede dejar de mencionarse a Manuel Belgrano (1770-1820) ni a Cecilia Grierson (1859-1934).
Y los hechos dan fe de ello.
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Fotos: Archivo Grupo Atlántida
Nota de tapa: Leo Ibáñez
Retoque digital: Gustavo Ramírez
Seguimiento periodístico en las distintas plataformas: Elisabet Correa
