"De chiquito me costaba soñarme en alguna profesión, debido a mi dislexia. No encontré mi vocación hasta los veinticuatro años, cuando decidí dejar la carrera de Derecho”, arranca el porteño Benito Fernández (61), quien estuvo a ocho materias de ser reconocido por sus clientes como “El Dr. Fernández”. Pero que, lejos de eso, llegó a ser conocido nacionalmente –y hasta internacionalmente– como “Benito”, a secas. ¿Qué fue lo que lo llevó a cambiar el rumbo de su vida? Él responde: “Pasa que yo crecí viendo coser a mi abuela Elsa y acompañándola a la sedería. A mí la moda en sí no se me había ocurrido antes como profesión porque en Argentina ni existía la carrera. Yo te hablo de hace casi cuarenta años. Ahora, cuando en 1984 me di cuenta de que mi pasión venía por ahí, dejé todo y me fui a estudiar a París”.
–¿La dislexia afectó tu acercamiento al mundo de la moda?
–¡Para nada!, porque fui buscando otros lugares: las sensaciones, el tacto, lo visual, los colores… Honestamente, de grande ya no siento la dislexia como una carga. Sólo me complica cuando hago avisos de publicidad y tengo que memorizar y repetir un texto tal cual. Eso es una pesadilla.
–En televisión, siempre te mostrás muy cómodo y charlatán. ¿Fue así desde el día uno?
–No. Al arranque me ponía nervioso porque no me sentía cómodo. Hasta que encontré mi lugar a través de una entrevista que hice con Jorge Guinzburg en Mañanas informales. ¡Fue un disparate! Charlando con él encontré otro lugar para la comunicación. Te vas a reír, pero como a mí no me gustaban las entrevistas, porque sentía que decía cosas tontas y no era mi lugar, me tomé una cerveza a las ocho de la mañana y le contesté con doble sentido sobre los premios Martín Fierro. Esa noche replicaron mis palabras en RSM (El Resumen de los Medios), y después di vueltas toda la semana por la tele. ¡Hasta llegaron a pagarme por ir!
–¿Y tu secreto siguió siendo la cerveza?
–(Ríe) ¡No, no!, ya nunca más. Fue esa sola vez, pero llegaron a crear remeras que decían “Benito no está borracho”. Ese período coincidió con un momento en el que empecé a sentir que necesitaba expresarme desde otros lugares, más allá de la alta costura. Quería conectar con la calle. Entonces comencé a ir a la tele, participé en realities y me zambullí en las redes sociales: ¡todo básicamente! Y aunque en algún momento cool pensé en cerrar mis redes para conservar mi intimidad, durante la pandemia agradecí no haberlo hecho porque pude usarlas para hablar de la empatía, la solidaridad, la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA) de la que soy padrino, de la esperanza y del sin género.
–También mostraste los coloridos ponchos que creaste para visibilizar la realidad de las personas refugiadas junto a ACNUR (Agencia de la ONU para los refugiados). Hasta acá todo vaso medio lleno. Ahora, y viendo el panorama completo, ¿fue muy difícil ser diseñador en el 2020?
–Sí, fue complicado. Pero traté de empezar a hacer cosas nuevas, como mi perfume Benita y la línea de zapatillas que lancé junto a una reconocida marca nacional. O sea, trato de reinventarme, pero es muy difícil, porque veníamos de años muy complicados a los que se les sumó la pandemia y el estar con los locales cerrados durante ocho meses. Sin dudas es un momento muy difícil para la industria textil. Igual, lógico, todavía nos quedan muchos meses en los que va a haber que remarla.
–¿Y tenés compañero de remo o seguís soltero?
–(Sube y baja la cabeza) Sigo soltero, pero tengo todo tipo de aplicaciones de citas abiertas. Es que a mí me gusta la vida en pareja: estuve casado ocho años con Victoria, la madre de mis hijos, y después tuve cuatro parejas gay de tres años cada una.
–¿Tres años cada una?
–Ay, sí, es rarísimo. Lo sé. ¡Lo empecé a analizar en terapia!… Igual no sé si ahora sería el momento para estar con alguien, porque tengo muchas cosas en la cabeza por resolver. Pero sí, siempre estoy abierto al amor, porque el amor me parece fundamental en la vida.
“Yo soy el color y la textura. Soy latinoamericano y el ADN de la marca no se pierde, se traspasa a todo lo que hago. Siempre fui alegre y positivo. Creo que los argentinos de hoy somos nuevos, frescos, y estamos entendiendo que ya no somos europeos, que somos argentinos, y eso nos hace diferentes y hace que la mirada esté puesta en nosotros”, asegura el diseñador mientras confiesa que no tiene referentes ni ídolos, pero que sí admira a quienes lograron traspasar la moda con un sello propio “como Paco Rabanne con el metal o Valentino con su vestido rojo”.
–En tus treinta y cinco años de carrera te diste el gusto de diseñarle a miles de mujeres, incluyendo a la reina de Holanda. ¿Hay alguien a quién aún sueñes vestir?
–¡Me hubiera encantado vestir a Lady Di!, y sería lindo diseñarle algo a Angelina Jolie. Me parece que son mujeres luchadoras que atravesaron cosas difíciles y que brindan mensajes fuertes.
–Vamos con tu primer impulso: ¿qué le hubieses diseñado a Lady Di?
–Un vestido de gala súper colorido y vaporoso. Con mucho vuelo. Algo con una impronta súper Benito.
–Mientras conversamos, tu perro, José Antonio (8), no deja de mirarte juguetonamente con un pato de hule en el hocico. ¿Él siempre está con vos?
–Sí, y es una gran compañía, como que estamos muy juntos. De hecho, viene todos los días conmigo al estudio, que queda a tres cuadras de casa. Ahí me mudé durante la pandemia porque estuve a full. Pasa que es algo natural en mí: en los momentos difíciles es donde más me pongo de pie y donde más proactivo estoy.
–¿Qué otro momento álgido te viene a la mente?
–El 2001. Ese año me fundí, dejé a mis hijos acá y me fui a España a armar un local desde cero. Estuve dos años yendo y viniendo, y el local se mantuvo abierto a lo largo de cuatro. Fue como una segunda oportunidad en la vida.
–¿Te arrepentís de haber cerrado ese local?
–Sí, pero era difícil manejarlo, ya que acá estaba muy ocupado. Ocurrió que justo en ese momento diseñé el vestido de novia de Pampita –con Martín Barrantes–, y el teléfono pasó de no sonar a sonar sin pausa.
–Habiendo hecho el primer vestido de novia de Pampita, me imagino que, como medio país, terminaste comparándolo con el segundo de Gabriel Lage.
–Sí, claro que sí. Pero uno como diseñador siempre sueña con tener un vestido icónico de novia y para mí, hasta el día de hoy, fue ése. Algo mágico.
–¿Dónde quedó?
–Lo debe tener ella. No sé…
En su casa –que habita hace cuatro años– abunda el arte. Cuadros de todo tamaño y color (“algunos fueron canjes por vestidos de novia”), regalos, pertenencias de su madre y, también, recuerdos de los quince años de viajes en los que Benito fue curador de la feria Puro Diseño. “Por mi trabajo, que es mucho, no le doy lugar a los hobbies. A mí lo que me gusta es estar tranquilo en casa, y mi horario favorito es la mañana, cuando no suena el teléfono ni hay mails ni pasa nada. Soy madrugador, entre las 6 y las 7 am ya estoy despierto”.
–¿Y qué planes para este año?
–Hay un par de proyectos bastante importantes… pero no los puedo decir (guiña el ojo).
–¿Relacionados con…?
–Poner el ADN en otros tipos de productos.
–¿Y hay posibilidades de que vuelvas a hacer televisión?
–Me propusieron un par de cosas, pero la verdad es que en este momento estoy muy ocupado con la empresa. Lo que sí me encantaría es hacer radio. Me atrapa la magia que tiene. Hasta ahora siempre fui entrevistado, pero me gusta la complicidad que surge en la mesa, que vos no veas al que te está escuchando, y que sea tu voz la que transmite… ¡Me fascina!
–¿Podrías imaginarte trabajando en un matutino grupal?
–Sí, re. Me veo charlando, y de todo tipo de cosas, no necesariamente de moda. O si hablo del tema, hablaría más desde la industria de la moda o de la sociología de la moda. Qué se yo, me gustaría más ir por el humor y el doble sentido, que exploto desde que estuve con Guinzburg hablando, como te conté, sobre los Martín Fierro… No sé por qué será, pero siempre las locuras o las cosas interesantes se me dan para estas fechas.
–Lo decís justo ahora que llevamos dos ediciones de dichos premios atrasadas. ¿Estás esperando su regreso?
–¡Re! Es la ceremonia que más espero, porque no sé adónde me va a llevar. Medio que con los premios Martín Fierro todo puede pasar (carcajada).
Por Kari Araujo
Fotos: Christian Beliera
Producción: Sofía Esther Ortiz
Retoque digital: Gustavo Ramírez