Supo cautiva desde la interpretación y, porque no, desde su belleza. Si hablamos del séptimo arte, una de las figuras que lo representa es la de Kim Basinger. Si bien sus primeros pasos fueron como modelo, a mediado de los ‘70, rápidamente cobró protagonismo en el mundo de la actuación. Su trayectoria está marcada por sus más de 30 películas.
Su primer film lo llevó a cabo en 1978. Katie: retrato de una modelo de portada fue su debut. Si hablamos de su quiebre para su ascendente camino, pero también, paradójicamente, al de los excesos, la línea de tiempo nos lleva a la recordada Nueve semanas y media, película que se estrenó en 1986 y por el cual consiguió su único Oscar.
En cuanto a lo laboral, pasó una barrera que hizo que sea mirada de reojo. Entre sus cambios, solo se lavaba el pelo con el agua mineral francesa Evian, trastornaba a todos los directores con sus repentinos cambios en los guiones que los hacían perder tiempo y hasta se negaba grabar bajo la luz solar.
Sin embargo, el despilfarro de dinero hizo que actualmente se encuentre en bancarrota. Se casó, por segunda vez, con el actor Alec Baldwin, pero tiempo después se separó. El divorcio llegó en 2002, y la cifra millonaria que los actores se repartieron fue monumental, ya que solo los honorarios de los abogados fueron de 3 millones de dólares.
Mucho antes de eso, en 1989 compró un pueblo en Georgia, Estados Unidos de dónde es oriunda. Sin ir más lejos, el lugar llamado Braselton, quedaba a tan solo 50 kilómetros de Athens, lugar en el que nació y creció. La inversión incluyó el intento de un parque temático sobre Hollywood, hasta con estudios de grabación, para intentar que se vayan a filmar películas ahí.
Por esa operación, desembolsó 20 millones de dólares, que fueron recibidos por los dueños de los terrenos en los que estaba emplazado el pueblo, la familia Braselton, quienes fueron sus propietarios durante más de 100 años. Pero la iniciativa nunca funcionó y, algunos años después, la actriz terminó vendiendo los terrenos por menos de 2 millones de dólares.
La otra versión indica que no quiso llevar adelante ningún parque temático, sino que intentó escapar de la popularidad que le generó Nueve semanas y media. La película que la llevó a lo más alto le trajo un gran trauma. La mala relación con el coprotagonista Michey Rourke, pésima con el director, Adrian Lyne, le trajo consecuencias psicológicas y ataques de pánico.