El 15 de abril de 2019, el mundo entero se conmovió con las imágenes del incendio que destruyó parte de la catedral de Notre-Dame de París.
Desde entonces, la restauración de esta obra de arte, se convirtió en un asunto de Estado para el Gobierno de Emmanuel Macron, que se fijó el año 2024 como fecha tope para la reconstrucción del templo y para la adecuación a los estándares actuales de sus sistemas y protocolos de seguridad.
En marzo de 2020, los trabajos en el templo se paralizó por la pandemia del coronavirus. Dos años después, continúan avanzando las obras para consolidar el edificio y recuperar los vestigios.
En los próximos meses, deberá terminar la primera fase de las obras, que dará pie al inicio de la restauración propiamente dicha. Por el momento, entre otros avances, ya se ha hecho la selección y tala de los 1.000 robles cuya madera se usará para reconstruir el armazón del transepto y la aguja, destruidos en el incendio, que serán fieles, pero no idénticos a los destruidos en el incendio.
Por otra parte, el incendio del tejado de Notre-Dame de París, fundió toneladas de plomo que se depositaron en todos los rincones de la catedral. Como es peligroso para la salud respirar o ingerir ese polvo de plomo, se ha establecido un protocolo especial para entrar y salir de la zona de obras.
En una nota publicada en el sitio francés RFI, señalan que todos los que ingresan deben ponerse un overol y ropa interior desechable, botas y cascos. Además, al salir se debe descontaminar todo el material, tomar una ducha integral y cambiar de ropa.
Michaël Lemaire es le supervisor de la obra. Sus colegas empezaron a trabajar apenas unos días después del incendio de abril 2019. “Durante las dos primeras semanas, me sentí muy deprimido al ver este caos. Cada vez que subía, me sentía muy triste. Todo estaba negro, torcido, destrozado”, relató a RFI.
Dos años después, el especialista afirma que la experiencia ha sido excepcional. “Es un monumento vivo, que se puede sentir. Cuando llegué no me había dado cuenta de esta dimensión, pero poco después empecé a referirme a ‘ella’, como a una persona. Ahora todos decimos que la estamos cuidando a ella”, dijo.
“Están sacando los escombros de las bóvedas para que los arquitectos puedan, después, declararlas seguras”, indicó Michaël Lemaire. “Por el momento podrían desplomarse, por eso no ponemos ningún peso encima y trabajamos en suspensión. ¿Lo ve? Apenas rozan la piedra con la punta de los pies”.
Donde trabajan los “alpinistas” de Notre-Dame, hay muchas emisiones de plomo. Por eso, además de la ropa especial, ellos deben trabajar con mascarillas de ventilación asistida. Con toda la cara cubierta, y respirando a través de un tubo que filtra el aire.
“Lo que se están recuperando son cenizas con piedra. A veces hay pedazos de cobre, de madera, clavos. Es todo el material del tejado que se transformó en polvo. No son escombros, son vestigios”, aclaró Lemaire. Estos pedazos de Notre-Dame fueron dañados o quemados pero tienen una historia. “Nos hicieron mapas con zonas muy precisas de la catedral y cada vez que sacamos algo, tenemos que identificar exactamente de qué sector proviene.” La catedral fue evolucionando con el tiempo, fue restaurada en diferentes épocas, entonces cada zona de Notre-Dame tiene una edad diferente. “Y eso se ve en la madera, el metal o los ensamblajes que hay”, apuntó. “Todo lo que estamos recuperando interesa a los arqueólogos y a los arquitectos, a los especialistas del metal, de la madera, de la piedra”.
“Recuperamos los pequeños trozos de metal, en particular los clavos forjados, los elementos de ensamblaje de la estructura de madera, pequeños pedazos de madera o grandes trozos de carbón que serán analizados científicamente. Hay fragmentos de vidrio también, de mortero y de piedra”, detalló Dorothée Chaoui-Derieux, arqueóloga y curadora del Servicio regional de Arqueología de la región parisina.
En tanto, el estudio científico de estos vestigios, seleccionados e inventariados, podría revelar aspectos aún desconocidos de la historia de la catedral. “Tenemos muchos fragmentos de madera por ejemplo. Los vamos a analizar para tener información sobre las variedades de árboles que utilizaron, en qué épocas, cómo era el clima, cuáles fueron las técnicas de construcción.”
Un hallazgo "milagroso"
“Hemos inspeccionado miles de metros cúbicos de materiales calcinados y derribados, durante meses”, contó Dorothée Chaoui-Derieux a ese medio. Y en medio de todo esto, encontraron tesoros. “Hemos recuperado dos cabezas de ángel, casi intactas en el suelo”, recuerda la arqueóloga. La cara del ángel se ve perfectamente, con su pelo dorado. “¡Es milagroso que hayan sobrevivido! "
En la obra colaboran permanentemente personas de diferentes profesiones: obreros con cuerdas, arqueólogos, carpinteros, talladores de piedra, operadores de grúa. “Ha sido una aventura humana excepcional. Se crearon lazos fuertes entre diferentes profesiones que no estaban acostumbradas a trabajar juntas”, destacó Chaoui-Derieux.
Olivier Puaux es otro de los arqueólogos voluntarios que han dedicado meses a la excavación. “Entre todos los hallazgos que hice durante estos dos años, me acuerdo en particular del momento cuando encontré un pedazo del reloj de Notre-Dame, cuando saqué fragmentos de campanas”, dice.
Ahora, los investigadores buscan poder estudiar los vestigios rescatados de la catástrofe. “Estoy triste por lo que pasó pero tan feliz por el trabajo que realizamos en estos dos años. Salvamos una pequeña parte del patrimonio de la catedral que, espero, volveremos a incorporar al monumento, o quizás enviaremos en un museo”, concluyó Puaux.