Su historia parece de ficción y serie para Netflix pero aunque muchos no lo creen, sucedió y sucede en la vida real. El Chapo Guzmán se volvió la cara más visible del Cártel de Sinaloa hasta que fue condenado en Estados Unidos.
Aunque todos pensaran que las condiciones en prisión no son las más óptimas para uno de los narcotraficantes más buscados en el mundo, según trascendió Guzmán goza de varios privilegios que hacen “más fácil y amena” su estadía en el Centro Federal de Readaptación Social de Puente Grande.
De acuerdo a las declaraciones del periodista británico Malcolm Beith en su libro El último narco, Chapo organizó constantemente fiestas a las que asistían “empleadas de la cárcel y reclusas”.
Otra de las anécdotas más sorprendentes que cuenta en su libro es que para navidad, llegó un camión con 500 litros de vino para acompañar langosta, compra que se realizó para disfrutar de una lujosa fiesta clandestina en el penal.
Incluso en una entrevista para CNN el narcotraficante le respondió a un jurista: “Mire, tenía mi visita conyugal hoy. Luego fui al baño turco y tenía que tomar una siesta para poder saludarlo como usted se merece”.
Demostrando que siempre hizo lo que quiso, aunque fue condenado a cadena perpetua, Guzmán se fugó del Centro en Puente Grande en 2001. Luego volvió a realizar una segunda fuga, esta vez del Centro Federal de Readaptación Social de La Palma, en México.