"La Navidad es la fiesta del amor", aseguró el papa Francisco en la audiencia general del último miércoles. Agregó entonces la importancia de esta fiesta en la que celebramos al "Amor encarnado y nacido por nosotros en Jesucristo. Es la luz de los hombres que resplandece en las tinieblas, que da sentido a la existencia humana y a la historia entera”, reflexionó el Santo Padre en Roma.
Aprovechó la ocasión para recordar el anuncio del Ángel a los pastores: "No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: ha nacido hoy en la ciudad de David un salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
La víspera de Nochebuena recuerda ese milagro de amor. Y la alegría de la Navidad invade el mundo entero. Sin embargo, llama la atención que –más allá de las diferentes tradiciones para festejar, muchas de las cuales este año se han visto alteradas por la pandemia de coronavirus– existan sitios donde la fiesta se celebra en otra fecha.
En realidad, quienes mantienen la tradición ortodoxa rusa no celebran la Navidad el 25 de diciembre sino el 7 de enero y se preparan para la fiesta con un ayuno de 40 días. La explicación no tiene que ver con cuestiones religiosas o espirituales sino con la historia.
Cuando en 1917, tras la Revolución de Octubre, el país euroasiático asumió el calendario gregoriano, cuyo uso ya estaba extendido en el resto del mundo, la Iglesia Ortodoxa se negó a adoptarlo y prefirió en cambio mantener el calendario juliano, que está 13 días atrasado respecto al mismo.
Como consecuencia, las fiestas religiosas se desplazaron casi dos semanas. Y la fecha de Navidad quedó ubicada el 7 de enero. Actualmente, los católicos del rito oriental (las Iglesias ortodoxas de Rusia, Jerusalén, Georgia y Serbia) celebran la Navidad el 7 de enero.
La Navidad es una excelente oportunidad para regalar alegría y amor al prójimo
Patriarca Cirilo, Navidad 2019
La noche previa a la fiesta, el patriarca de Moscú preside la ceremonia en la Catedral de Cristo Salvador de la capital rusa. La celebración consta de vigilia y liturgia. Luego, el Patriarca celebra la liturgia al amanecer en un monasterio.
Como preparación a dicha fiesta, los fieles de la Iglesia Ortodoxa realizan jornadas de ayuno. Desde el siglo IV y hasta el Concilio Ecuménico, el mismo fue de siete días. Después de 1166 se estableció que el mismo duraría 40 días, comenzando el 28 de noviembre.
Recién después de que sale la primera estrella del 6 de enero –símbolo de la estrella de Belén–, los creyentes rompen el ayuno compartiendo "sochivo", un plato preparado con granos de trigo y amapola, nueces y miel.