Seguramente cuando estén juntas y las nombren, nadie las llamará con el orden invertido. Como tampoco ocurre desde el 26 de junio de 2011, cuando nacieron: se llaman Mara y Dona, son mellizas y simbolizan, en sus nombres unidos, la devoción de una pareja por Diego Armando.
Una admiración que hoy cobra notoriedad a partir de la “dolorosa muerte de nuestro amado Pelusa”, en palabras de Walter Rotundo (38), el artífice de un sueño concretado.
“Así como muchos niños crecen diciendo que quieren ser doctores, bomberos o abogados, yo crecí repitiendo que iba a tener dos hijas y que les dedicaría sus nombres al Diez: a una la iba a llamar Mara, y a la otra, Dona”, relata el padre.
Nacido en 1982, Walter identificó su amor por Maradona, sorprendentemente, en dos frustraciones: Italia 1990 y Estados Unidos 1994. “Cuando lo lo vi llorar en esos dos Mundiales, yo lloré. De la misma manera que cada vez que él sonreía, yo sonreí. En síntesis, desde antes de mis doce años ya tenía pensado mi homenaje”, admite.
Lo cierto es que pronto les transmitió esta idea a familiares, amigos y conocidos. Y, por supuesto, a Stella Maris (41), a quien conoció en 2001: “En algún momento nosotros vamos a tener dos hijas y las llamaremos, a la primera Mara, y a la segunda, Dona”, le insistía él una y otra vez.
Debió pasar casi una década hasta que, en diciembre de 2010, su mujer quedó embarazada, y transitar dos meses para que se enteraran, en palabras de la madre, que “yo estaba gestand dos personitas”.
Las mismas que en abril fueron confirmadas como niñas, posibilidad que Stella Maris intuyó camino a la última ecografía, anticipándole a su marido: “Si nos llegan a decir que vienen nenas, las llamaremos Mara y Dona. El destino te las estaría enviando a vos para que cumplas tu deseo”.
Hoy, Mara y Dona tienen nueve años, saben quién fue Diego, de dónde salió y hasta dónde llegó. “Están heredando sus valores de humildad, igualdad, agradecimiento, de conciencia social y de no olvidar nunca las raíces”, asegura el padre sin disimular su orgullo.
“Aunque lejos de la pelota –se suma la mamá–, mientras miran sus series favoritas e imitan a los ídolos de ficción, nuestras hijas sueñan con ser actrices y bailarinas”.
“... Un sueño, como cualquier otro –concluye Walter emocionándose–, para el que no necesitan meter ningún gol, sino confiar y luchar, por separado o juntas, pero siempre unidas por la palabra Maradona”.
Agradecemos a Ra Palavecino