Nieva en Turín. “Como no había visto jamás”, dirá del lado correcto de la ventana. Y en la pantalla más cercana, Juventus –el equipo en el que juega su novio, Paulo Dybala (27)– aún no ha marcado su segundo gol –el de la victoria sobre Torino por la serie A– cuando Oriana Sabatini (24) atiende esta llamada. Mientras sólo se escucha “¡que este año termine!” –como si la solución a todo lo que aqueja al mundo llegase con el primer minuto de enero– ella enlista Lo que tienes, su nuevo single (y video) junto a Rusherking, como un logro más antes del cierre del ejercicio 2020. Porque dice ser “mujer de balances. Sí, Oriana se señala “nostalgiosa”, con cierto hábito de “pensar todo el tiempo con la mirada hacia atrás, y todavía más en vísperas de las Fiestas”. Hablamos del año que se apaga, “particular, pero no perdido”, sostiene. “La oportunidad perfecta, o la voluntad del Universo, para que frenásemos un rato y nos ocupásemos de nosotros, que revisáramos por dentro. Si no, ¿hubiésemos sido capaces de hacerlo por decisión propia? El 2020, que se nos presentó con un desafío psicológico muy importante, me hizo crecer como persona. Me ayudó a sanar aspectos que, tal vez, estaba pasando por alto y reafirmó el camino que comencé a andar”.
Es así que –ante una humeante infusión – Oriana profundiza sobre la “sanación” que expone y su “nueva” madurez. “No tener a mano lo cotidiano, y hablo del abrazo de un amigo o el beso de un padre, o no poder trabajar como solíamos, plantea el ‘ok, estamos encerrados’. Y para quienes somos muy ansiosos o analizamos todo demasiado, el aislamiento resultó una idea aterradora”, cuenta. “Volver a elegirme, a quererme, fue en estos tiempos un gran ejercicio”. La paradoja de estar tan libre en encierro “me conectó conmigo misma”, describe. “Me puso cara a cara con el ‘¿qué hago?’ y el interrogante: ‘¿Qué es lo que realmente me hace feliz?’. Fue otra instancia que reemplazó la serotonina de las salidas”. Entonces revelará qué fue lo que descubrió sobre sí misma. “Que tenía demasiado miedo en torno a lo que me dedico, a mi carrera. El hecho de que algo o alguien pudiesen quitarme repentinamente lo construido, que esta posibilidad pudiera desaparecer, me dio más corazón, más coraje. La pandemia sacudió fantasmas, prejuicios, y me forjó más valiente. Hoy sé que hago lo que amo y amo lo que hago”.
Hoy, “renacida artísticamente” por El último tango y “sorprendida por el impactante recibimiento” que la gente aún le hace a Luna llena –la “palmada necesaria de ‘estás haciendo las cosas bien’–, Oriana vuelve a ser noticia por el lanzamiento de Lo que tienes, su primer fit, “en cuatro años (el inicio de su carrera)”, destaca. Un pendiente con el que dice esfumar el prejuicio ajeno “de que estoy acomodada, o que todo se me da fácil”. Y alguno que otro propio, “como el que me imponía, de deber ser una artista más grande, consagrada y reconocida”. Y además, el pudor. “Había hablado con artistas amigos que admiro sobre esta posibilidad, pero soy demasiado vergonzosa como para comprometerlos”,aduce. La propuesta de Pirca involucró la canción –con autoría de Rusherking (20)– planeada para otro artista latinoamericano: la decisión de Oriana determinaría el destino. “¡Y me encantó!”,dice. Tanto como para convertirse en el primer reggaetón de su repertorio y su “acercamiento al género”. A un género que, según narra, “me divierte explorar” al límite de las letras “sin lugar para metáforas, con relatos explícitos” que animan a una Oriana “quizás más hot, más adulta”. Pero, como sugiere, “son cuestiones del estilo”. Subraya: “Otro desafío”.
Desviamos por un instante la atención de Lo que tienes, tras una frase en esta conversación. “Puede resultar obvio, porque suelo escribir mis propias canciones y soy buena haciéndolo”, desliza Sabatini. Lejos de la soberbia, lo indica como otro aspecto de superación. “Me llevó tiempo reconocerlo, porque suelo ser mi peor crítica. Y una de mis metas es escribir un libro. Un libro que todavía no formateé, pero que hable de mis experiencias y pensamientos que debería ordenar”. Uno de los tres talentos poco visibles que dice tener. Los otros: “Me defiendo muy bien pintando”, comenta. Se trata de una pasión de la infancia que necesita desempolvar “proponiéndome hacer un curso al respecto”. ¿El restante? “No quisiera crear demasiadas expectativas, pero soy bastante ágil boxeando”.
Volvamos al clip. “Fue raro iniciar el proyecto a la distancia, con alguien a quien no conocía personalmente”, cuenta respecto de los días de videollamadas. Finalmente Oriana y Rusherking se encontraron durante la última visita de Sabatini a Buenos Aires, en la casa que comparte el elegido de Paulo Londra (22) –para los open de sus shows– junto a su novia, María Becerra (20) y su equipo. “Me sentí identificada con él: alguien joven y apasionado, que comienza a desplegar sus alas”. El tema se grabó individualmente (en conexión Baires-Turín). Y el clip fue rodado en noviembre, en un edificio bonaerense abandonado y con dirección de Juan Rodoni. La charla vira hacia el proceso de grabación. Oriana no registra rituales, pero sí manías que fue dejando en el camino: “Semanas antes vivía a té caliente... ¡y lo detesto! Casi no hablaba, para cuidar la voz, y me dormía antes de las diez. Pero con el tiempo entendí que la entrada a un estudio nos hace vulnerables, nos deja expuestos de sentimientos y no era justo meterme aún más presiones. Hoy entro consciente del disfrute. Camino al estudio voy escuchando la música que me pone de buen humor y me preparo para el juego que libramos ahí adentro. Voy a jugar, a probar, a equivocarme y recomenzar. Y antes dejo afuera cualquier problema, porque tengo la idea de que lo que nos ocurre podría colarse en mi voz y quedar impregnado en la canción”.
Además, en el debe y el haber de este balance otros hechos la han convertido en noticia con el transcurrir del 2020. Indagaremos en las lecciones de cada uno de ellos.
Uno: la superación del COVID-19. “Aprendí qué grave error es creerse invencible”, dispara. “Tendemos a creer que las tragedias que vemos en las noticias nos son ajenas, que pasan demasiado lejos como para ponerles atención. Aunque estuviésemos rodeados de muerte y titulares horribles, la sensación, tal vez soberbia, es pensar que todo nos es ajeno, por no haberlo vivido jamás. Pero cuando nos anunciaron los positivos (el de ella y el de Dybala) ya no pude dormir más por la ansiedad. Me preguntaba: ‘¿Cómo reaccionará mi cuerpo?’”, cuenta. “A pesar de que dos años de relación no es mucho, atravesar el virus y el confinamiento con Paulo resultó un gran desafío para la pareja. El negativo en nuestros tests tardó más de un mes. Empezamos a perder la seguridad y la confianza en nuestros propios organismos y a creer que eso sería para siempre. Y la incertidumbre activó un mecanismo de supervivencia cotidiano: ¿Cómo hacer para que el otro no decaiga? La cuarentena fortaleció la confianza y la empatía entre los dos. No es fácil estar encerrada 24x7 con la misma persona. Yo tuve varias crisis existenciales. Paulo descubrió mi lado más inestable y aprendió a sortearlo con gran sensibilidad, con compañía. Juntos aprendimos a identificar qué es lo que el otro necesita. Pasábamos el tiempo ocupados en mantenernos positivos, enteros y juntos ante el peor panorama. Eso solidificó el vínculo. Nos hizo fuertes contra todo”. Más revelaciones a sí misma, que provee el tiempo “maestro” –y una pareja “maestra”–, que le mostró que “el amor no puede ejercerse hacia otros sin habernos querido y aceptado primero”. Que no es más que “compañerismo”, “ser equipo”. Y que, al contrario de lo que creyó durante tantos años –“cuando creía que se trataba de celar, de acaparar”– se trata de “elegir en libertad”.
Dos: el video de su baile “al natural” contra la cultura de los cuerpos hegemónicos. “Gracias a ese episodio aprendí que si pude hacerle frente al trastorno alimentario, algo tan íntimo e histórico para mí, ante cinco millones de personas, tendría el poder de mejorar cualquier aspecto de mi vida”, asegura. Luego de diez años de duro camino, Oriana utilizó su cuenta de Instagram para atravesar un umbral impensado. “Se glorifica demasiado a las personas famosas o populares, y tal es la presión que ejercemos sobre nosotras mismas que sentí que exponerlo en un momento tan vulnerable como el día después de un gran atracón sería descartar mi mochila más pesada. Más allá de haberle hecho bien a otras personas, y aunque suene mal, debo admitir que fue un hecho egoísta. Porque busqué alivianarme, sentirme bien. Algo que pasa cuando uno logra contar ese tipo de pesares en voz alta”,dice. “Cuando el trastorno se arrastra durante tanto tiempo se vuelve parte de tu personalidad y la vida diaria se organiza en base a eso. Es difícil superarlo, porque hay pánico de imaginar qué habrá detrás. Qué habrá luego. El video me ayudó a soltar, a liberar la presión de tener que publicarme siempre linda, bien maquillada, aparentemente perfecta”.
Teorizamos entonces sobre ese contrapunto entre el egoísmo que mencionó y el compromiso de ser influencer. “Claro que registro esa responsabilidad en una era de redes en la que todos somos permanentemente influenciables. Pero en este caso, y si bien mi intención tuvo que ver directamente con mi necesidad, celebro el inicio de una conversación social en torno a un tema que aún hoy sigue debajo de la alfombra”,indica Oriana. “Recibí muchos malos comentarios de gente incrédula de mi humanidad, y de otros tantos que me llamaban ‘hegemónica’, un término que leía por primera vez. Muchos desestimaron mi problema por creer que para padecerlo debía verme de otra modo, de tal o cual forma. Y no siempre es así”, aclara. “Ese tipo de actitudes pueden determinar que muchos niños y niñas desisten de pedir ayuda o sienten que no están acompañados o comprendidos. Pero fueron muchas más las felicitaciones, las manifestaciones de orgullo de quienes conocen mi vida, y de tantas mujeres del medio, muy conocidas, que me contaban cómo atravesaron o atraviesan lo mismo. Nadie me había contactado tanto, ni cuando tuve COVID-19.
Tres: la incursión en el vegetarianismo, “un deseo de años, la decisión de hace tres meses”. Conversando sobre su determinación, Oriana plantea: “A los efectos, ¿qué diferencia hay entre un perro y una vaca? Ya no podía sostener la hipocresía, diciendo que amo a los animales mientras me los comía”. Y entonces revela cuál ha sido el disparador de su actitud. “Soy demasiado ansiosa como para instruirme a través de la lectura. Me formé sobre el tema a través de conversaciones con profesionales y gente que lo practica. Pero no había tomado conciencia hasta que vimos Earthlings, el documental (producido y dirigido por Shaun Monson y Persia White) narrado por Joaquin Phoenix, activista de los derechos de los animales. Yo necesitaba ver algo duramente explícito para terminar de reaccionar. Y, literalmente, me dolió más que un puñal en el corazón. Entendí hasta por qué los frigoríficos no tienen ventanas. Debe darles vergüenza lo que sucede ahí adentro”, sostiene. Nos detenemos en el “vimos”, y entonces cuenta qué le pasa a Dybala respecto de este proceso tan personal: “Tiene la misma línea de pensamiento. Pero aún no está listo para dar el paso. Cada uno debe darse el tiempo que quiere y que necesita en caso de elegir ser vegetariano. Lo bueno es aceptar la información. Tengo su apoyo, me respeta y me ayuda”. Aunque, más allá de la seguridad sobre esta filosofía, Oriana admite no poder desprenderse de cierto temor. “Sabiendo ya que padezco un trastorno alimentario, que arrastré una relación poco sana con la comida, me alerté: si con el menú completo yo soy o era un desastre, imaginate lo que podría pasar si quito otras tantas opciones: ¿Con qué las suplantaría? ¿Cómo me mantendría sana? Busqué asesoramiento, como se debe. Pero la respuesta final la tendrá mi cuerpo: ¿Reaccionará bien a este nuevo estilo de vida? Mientras tanto, estoy muy contenta de haber dado el paso. El vegetarianismo convierte el hecho de sentarse a comer en otra cosa: en un momento dedicado a hacernos bien, a nosotros como individuos, a los animales y al planeta. Hoy me siento orgullosa por eso”.
Cuatro: el supuesto embarazo de “dos meses” según quienes dicen tener la “confirmación”. Se ríe. “¿Qué vieron que les hizo pensar que podría estar embarazada? Sí, estoy entrándole duro al chocolate y lo disfruto”, bromea. “Esta vez el invento superó al de otra época, en la que también habían dicho algo parecido. ¡¿Podés creer que hubo gente que llamó a mis padres para felicitarlos?! Y peor aún, mis amigas más cercanas me escribían reprochando: ‘¡No me dijiste nada!’ ¡Nunca me divertí tanto...!”.Oriana jura que no espera un bebé, pero el tema está instalado y se expresa respecto de la idea del “instinto maternal” del que, por cierto, descree. “Realmente no crecí queriendo ser mamá. Yo prefiero creer en el deseo demoledor que se despierta cuando amás demasiado a alguien, tanto como para multiplicar ese amor en otras personitas”, dice. Y si bien admite que “es la primera vez en la vida que estoy cerca de esa sensación, que podría decir: ‘con esta persona podría ser’”, enseguida aclara: “Soy muy chica y tengo tanto por hacer que hoy no es una posibilidad”. Y la charla trae una confesión particular. “Antes de ser mamá me gustaría casarme. Porque creo en el orden de los pasos: noviazgo, convivencia, casamiento y maternidad. Aunque jamás tendremos garantías de que todo eso sea perfecto, estoy consciente de que esta última decisión es la única que no podría deshacerse, con la que no es posible volver hacia atrás. Y que debe ser tomada con alguien que me haga sentir la seguridad de que se anima a todo conmigo, y con quien ya probé todas las demás instancias de la pareja. O sea, con quien ya estemos listos para lo que sea”. Claro que charlaron sobre este tema. Oriana y Paulo lo hicieron “como con cada proyecto y aspiración”, cuenta. Pero se reservará la intimidad de lo conversado. En cambio, sí compartirá cómo se imaginan padres: “Él, para quien la paternidad es un gran deseo, será un papá amorosísimo, increíble, porque es así como persona. Y yo, la mamá más hinchapelotas... Si vivo encima de mis mascotas para que se sientan amadas, ni quiero pensar lo que haría con un hijo. Sé que iré por la línea de mis viejos: ser mamá amiga, generando confianza, para que sepan que conmigo podrán hablar de lo que sea”.
Habló de “pasos”, y descubre luego, en la conversación, “un sueño” del que se hace cargo. “A mí me encantaría casarme y Paulo lo sabe”, suelta. “Antes era un poco más intensa con el tema de la boda, pero aprendí que es mejor dejar fluir y que todo ocurra sin presiones ni pretensiones. Tal vez suene anticuada, pero le doy un gran valor al matrimonio. Es una instancia más de la reconfirmación de que tu pareja quiere todo con vos. De refrendar ese amor con los demás. Y de unir a dos familias formalmente. Imagino esa boda muy similar a lo que fue mi fiesta de quince”.
Formar una familia “es uno de los ítems en la lista de mis metas a alcanzar”, revela. Uno de tantos como “sacar mi primer disco”, “hacer shows cuando el mundo se acomode”, “encontrar mi sonido” o “dedicarme a escribir”. Pero en el top, “amar a mis afectos y ser amada por ellos”. Porque ésa es la raíz del éxito, “el concepto deconstruido de la ambición” para Oriana. “Nada jamás será más importante que eso”.
Fotos: Ivan Resnik (gentileza)
Estilismo: Cristian Navar
Make up: Frúmboli Estudio
Pelo: Nacho López Fagalde
Agradecemos a: MGMT SQUAD y especialmente a Morena López Blanco, WE Prensa.