De novia desde hace tres meses con Emanuel Ortega, dice haber aprendido que “el amor no es lo que conocía”. Habla de cuánto le costó “renacer como mujer” y “volver a confiar en un hombre”. Del inicio de “esta historia que iluminó mi vida”. De cómo lo sorprendió –“entre afectos”– en su cumpleaños 43 y de su regalo “personalizado con un mensaje muy nuestro”. Cuenta la verdad de su vínculo con la familia “hermosa” del cantante. De cómo reaccionaron sus hijos –Mateo (9) y Rocco (5)– al conocerlo. Los planes, las reflexiones y las revelaciones más íntimas: “En la primera cita lo miré a los ojos y supe que era el indicado”.
“Tarda en llegar. Y al final, al final hay recompensa”, recita a Cerati. Y la frase de Zona de promesas –canción de sutil auto-referencia– suena a grito de victoria. De animarse siempre supo. Pero hoy celebra dos oportunidades en las que “atreverse” determinó los últimos grandes y “aleccionadores” giros que transformaron su vida: la denuncia contra “ese individuo” que alguna vez “la oscureció” y la licencia “de escucharme” ante la irrupción de un amor “que volvió a iluminarla”. Después de “haber atravesado el mismísimo infierno” –su matrimonio–, Julieta Prandi (39) dice tener “heridas que durarán años, pero también toda la paciencia del mundo” y un mérito muy personal: “Otra vez, y luego de tanto tiempo, me siento viva”.
–Hablemos de la “mise en place” de esta “nueva Julieta” de hoy. ¿Cómo fue el camino hasta este presente?
–Comencé a dedicarme a mí con la terapia de decodificación bioemocional. Aprendí a meditar en una experiencia inolvidable sobre el cerro Uritorco durante el verano, en un alto de la temporada teatral en Carlos Paz (pasó una noche en compañía de cuatro personas más). Puedo asegurar que ahí arriba pasan cosas... (expresa con gracia). Así fui conectando conmigo misma. De a poco empecé a detectar placer en las cosas más simples, esas que me interesaban, como la cerámica y la práctica de boxeo. Me reencontré con amigas que de algún modo había ido abandonando. Parece de manual, pero juro que ese viaje íntimo hacia lo más básico, en busca de lo importante, me salvó.
–Como la autoestima...
–... que hasta ese momento estaba pisoteada, desamorada, desvalorizada. Yo conocí el infierno. Y costó volver a pararme en mí. Tuve que volver a creer en los logritos que iba teniendo. Volví a nacer como mujer, como profesional... y hasta económicamente. Porque de un día para otro perdí todo lo que había generado con mi trabajo durante veinte años. Había quedado psíquica y emocionalmente devastada, de pie por mis dos hijos –Mateo (9) y Rocco (5)– y sin un peso.
Lo dicho se redimensiona entendiendo el “camino siniestro” de un matrimonio que la llevó a decir: “Temí por mi vida”. En resumidas –y dolorosas– cuentas, el 28 de agosto de 2019 se firmó la sentencia de un divorcio que ordenaría cuestiones legales, “pero no el alma”. Dos meses después denunció a su ex por violencia familiar, tras descubrir que él adoctrinaba a sus hijos para referirse a su mamá como “la yegua” o “la tilinga”, entre otros descalificativos, según la causa. Además, testificó ante los jueces que los golpeaba. Se trata del mismo hombre que la estafó durante su primer embarazo, quitándole un departamento y haciéndola firmar un poder para manejar su cuenta bancaria. Con el tiempo y el disfraz de “protector” se había convertido en pareja, familia, amigo, padre... Un todo que lograba aislarla socialmente. Su hogar era una jaula. Algunas de las frases que debió soportar eran: “Estás vieja”; “¿Qué vas a hacer sin mí? Si no servís para nada”; “Me mato si terminamos”; “Si fueses hombre no te dejaba un hueso sano”; “No vas a cumplir años sino que recibirás una corona”, como replica el expediente. Este maltrato verbal, y hasta el invento de una supuesta grave enfermedad, provocaron en Julieta síntomas como asfixia, agobio y pánico. Fue así que Prandi decidió dejar su propia residencia para encontrar refugio junto a sus pequeños en un departamento alquilado.
–Debe resultar difícil sacudir prejuicios e impresiones respecto del amor y la pareja después de semejante experiencia.
–Decir “no” sería mentir. Pero jamás descreí –ni descreería– del amor. Tengo claro que lo que viví no fue una “historia de amor”, sino una pesadilla que nada tuvo que ver con el amor. Sí, es verdad que se hace difícil quitar ese dejo de desconfianza en el sexo opuesto, eso de ir con mucho cuidado en la entrega, de estar más alerta de las verdades... y de las mentiras. De a poco voy entendiendo que no todos son iguales.
–Qué gran desafío para Emanuel (Ortega, 43).
–No lo llamaría desafío. Creo en el destino, en todo lo que está “destinado a ser”. Nosotros estábamos destinados a conocernos, a estar juntos. ¡Mirá que era difícil que nos cruzáramos...! Este amor llegó con total naturalidad, en el momento más oportuno: cuando había vuelto a enamorarme de mí misma y, por ende, estaba lista para enamorarme de alguien más.
Ubica el inicio del cambio en septiembre de 2019, “cuando viajé a Madrid para la conducción del Festival Únicos (que reúne a lo mejor de la música española y argentina) en el Teatro Real”. Se afianzo en octubre, con las grabaciones de Confesiones (ciclo que hoy se emite por América) y en el último verano, sobre el escenario de Atrapados en el museo, en Carlos Paz. Ahora, desde marzo está frente al micrófono de Sarasa por La 100. “Finalmente las puertas volvían a abrirse y eso me dio seguridad profesional, porque me recuperaba económicamente, y principalmente como mujer”, relata. “Mi cabeza ya no estaba concentrada en preocupaciones, sino dispuesta a mirar más allá”. Y en medio de esta charla Julieta desliza con naturalidad un dato sobre esta etapa y sus deseos: “Le pedí al Universo que aparezca ‘la’ persona”.
–¿Cómo fue encomendarle este amor que estás viviendo al Universo?
–Dije: “Ahora que estoy en paz y completa, es hora de recibir a la persona indicada”. Admito que dudaba de que existiera realmente. Entonces visualicé al hombre con esos valores ideales para mí, con la honestidad liderando el ranking. Y luego me di cuenta de que Emanuel es tal como lo había pensado y deseado.
–¿Cómo se originó esta historia?
–Nació por Instagram (N.d.R: ya iniciada la cuarentena, él aún vivía en Miami), conectamos de inmediato y pasamos al vínculo telefónico. Hasta aquí diré: Emanuel y yo compartimos la necesidad de guardar cosas para uno mismo. Es un buen ejercicio. No todo debe ser publicado. Es una relación nueva y estoy segura de que está creciendo sobre buenos cimientos.
–¿Hasta entonces no habían tenido trato?
–¡No nos conocíamos de nada! Nunca lo había visto. Es más, creemos, tenemos una vaga idea, de que pudimos habernos cruzado alguna vez que fue a cantar en Poné a Francella (Telefe, 2001/02), cuando se invitaba a las bandas a cerrar el programa y todo el elenco bailaba alrededor.
–¿Habías sido, siquiera, fan en tu adolescencia?
–Honestamente, de chica me gustaba. Cuando él protagonizaba la novela EnAmorArte (Telefe, 2001), con Celeste Cid, me parecía una bomba. Pero luego se radicó en los Estados Unidos y le perdí el rastro artístico. Era una cuestión de atracción, que es lo que genera. Porque en términos musicales yo siempre fui rockerita, escuchaba a los Guns. ¡Las vueltas que tiene la vida...!
–¿Cuánto tiempo pasó desde el “@emanuelortega1 comenzó a seguirte” a la primera cita real?
–¡Mucho! Este noviazgo tiene tres meses.
–¿Qué determinó que te quedaras con él?
–Que me robaba sonrisas. Me cambiaba la cara. Me daba alegría. Me devolvía una sensación muy olvidada: puedo ser yo, realmente yo. Cuando nos conocimos no necesité el recurso de mostrar “la mejor versión de uno”. Con él no debo cambiar mi forma de ser, de hablar ni de organizarme. A esta altura de mi vida y de mi historia, sólo quiero verdad: entregarla y recibirla. Emanuel es sencillo, honesto. Siento que hablamos el mismo idioma. Me enamora su simpleza. En el primer encuentro lo miré a los ojos y ya no tuve dudas: era el hombre indicado.
–¿Y a Emanuel qué lo atrapó?
–(Piensa)... Supongo que le habrá gustado mi transparencia. Es un hombre hecho, con hijos y prioridades parecidas a las mías. Hay entendimiento, empatía... Hay conexión.
–¿Ya escribiste algún poema inspirado en él?
–(Risas) No todavía... Hasta el momento pude decirle todo lo que quise, lo que pienso y lo que siento, mirándolo a los ojos. Nosotros conectamos mucho desde la palabra. Conversamos mucho y eso está bueno.
–¿Qué temas los cuelgan?
–Nuestra propia historia. Nuestras infancias. La música también... Tenemos profesiones que de alguna manera se asocian y hemos compartido mucho de todo eso que ambos entendemos. Como el trabajo mediático, su juego, sus especulaciones. Bueno, él es famoso desde que nació y entiende los ritmos de la exposición. Pero en definitiva no hablamos de trabajo, más allá de alguna mirada constructiva. Estamos en esas instancias en que las charlas apuntan a conocer el modo de vivir y de sentir de cada uno. A saber qué espera cada uno de la vida.
–¿Y vos qué esperás?
–Después de haber estado tanto tiempo con los ojos vendados, espero y pido a la vida que me mantenga bien despierta, para diferenciar las oportunidades correctas, en todo sentido. Que nadie más me impida descubrir y disfrutar. Estoy viviendo un momento maravilloso como mujer, como profesional y como mamá, porque aun en ese aspecto me reconozco con más seguridad que nunca. Después de la experiencia negra que atravesé, tuve que aprender y enseñarles mucho a mis hijos.
–¿Cuáles son esas lecciones?
–A mí me preocupó mucho que ellos no entendiesen mi separación, mi necesidad, mi determinación. Pero después supe que les había dado el mensaje correcto. No dando lugar a las situaciones violentas, esas que yo maquillaba tanto ante sus miradas, les enseñaba un montón. Evité que las acepten y normalicen, que en algún momento de sus vidas incurran en la imitación. Eso sí que no me lo hubiese perdonado jamás. Todo el tiempo les inculco que el maltrato y la soberbia son aberrantes. Les enseño qué es la igualdad de género. Que jamás deben permitir que nadie avance con una conducta abusiva sobre ellos. Que siempre sean dueños de sus decisiones. Y que todo lo que tienen implicó sacrificios. Intento formar hombres derechos y respetuosos, especialmente con las mujeres. Nada me daría más orgullo que el día de mañana sus parejas me dijeran: “Gracias”.
–¿Hablaste de este amor con tus hijos? ¿Están al tanto de la historia que está haciéndote feliz?
–Claro que sí. Cuando estuve segura se los conté: “Estoy de novia y maravillada”. No tengo por qué ocultarlo. Apuesto a esta relación y a la verdad. Al enterarse, Mateo, que es ya todo un hombrecito y con sólo mirarnos nos leemos, me abrazó y me dijo: “Yo soy feliz cuando vos sos feliz, mamá”.
–¿Ya conocieron a Emanuel?
–Sí. Más allá de que mis hijos son amorosos, Emanuel es padre y sabe cómo tratar con chicos. Todo fluyó muy bien, con buena vibra.
–¿El valor que ambos le dan al sentido de familia es otro link de relevancia entre ustedes?
–También. La familia es la base de todo: verdad, cuidado, contención, el saber estar. Y así como yo, Emanuel tiene una familia hermosa. Los dos crecimos con esos valores, que no se encuentran en todos los núcleos. Aun a la distancia, como en mi caso. Mi hermana (Natalia Prandi) está radicada en Chile desde hace once años y mis padres en Pinamar, tras la muerte de mi abuela Mimí. Siempre dijeron que al jubilarse pasarían el resto de sus vidas cerca del mar. Y así fue: vendieron su casa de Olivos y se instalaron en la ciudad donde pasé todos los veranos y los inviernos de mi vida.
–¿Hubo presentaciones familiares?
–¡Esperá! Estoy de novia con Emanuel, no con su familia (risas). Atravesamos un tiempo en el que estamos como recluidos por el contexto. A algunos ya los conocía de haberlos entrevistado, como a Julieta y a Palito en Gracias por venir, gracias por estar (Telefe, 2012-14).
La noticia asomó a la par de “maliciosas” versiones. Las web del show business aseguraban que al enterarse, Julieta Ortega (48) habría reprochado a su hermano: “No te das cuenta de que Prandi es una h. d. p.?”. Y hasta se habló de que el malestar incluiría a Evangelina (74) y a Luciana Salazar (39), madre y prima de Emanuel. Julieta asegura que no se trata de rumores, sino de “¡disparates!”.
–¿Cuál es el origen de estos relatos y cómo se digieren en pareja?
–¡Ni idea! Indigna el nivel al que llega el talento para fabular. Pareciera que cierto sector del periodismo no quisiera laburar. Jamás fue tema entre nosotros, porque no hay nada de todo eso. No tiene nada que ver con la realidad que vivimos en familia. Son personas hermosas, A ver... Después de todo, estoy de novia con un hombre de 43 años, incapaz de dejarse influenciar. Se refieren a él como si fuese un niño.
Versiones de allegados al mismísimo núcleo Ortega afirman que sus integrantes habrían recibido a Prandi con gratitud por la felicidad del cantante. Y hay quienes dan fe de la frase “verlo tan feliz nos hace felices”. Información sobre la cual Julieta prefiere no formular declaraciones, por respeto al perfil histórico de la familia. No obstante, y en paralelo, las elucubraciones fueron aún más lejos e incluyeron a Ana Paula Dutil (48), ex pareja de Emanuel, quien se manifestó “mal por las mentiras”. Ante el cuento que indicaba que los Ortega habían articulado su regreso a la Argentina –desde Miami, donde vive– con el “operativo reconquista”, ella tomó una “acertada” decisión: “No me siento cómoda haciendo estas cosas, pero está bueno dar la cara y contar la verdad. ¡Es todo una locura! Conviví veinte años con ellos y son maravillosos”, dijo en El espectador (CNN Radio). Dutil fechó su separación del cantante en agosto de 2019. Fue entonces cuando “decidimos volver a Buenos Aires, porque sentimos que era lo mejor para todos”, en referencia a sus hijos –Bautista (20) e India (15)–. El plan pensado para junio se retrasó por el contexto pandémico. Ana Paula comentó que ya estaba al tanto de esta nueva relación “mucho antes de la explosión mediática (...) Emanuel merece ser feliz y su familia así lo quiere” y aseguró: “Van a querer a Julieta, como lo hicieron conmigo. La he cruzado y me parece divina. Ojalá les vaya muy bien”.
–Una ex a favor no es poca cosa...
–¡Ana Paula echó claridad con tanta altura...! Sin duda, Emanuel tiene una familia hermosa y eso habla muy bien de ellos. Es admirable el modo armonioso con que manejaron la situación. Respeto mucho a Ana Paula como mamá de sus hijos y como la mujer con quien compartió dos décadas de su vida.
–Volvamos a ustedes. El fin de semana decidiste oficializar tu noviazgo con un posteo en redes desde el cumpleaños de Emanuel que, según tengo entendido, vos misma organizaste. ¿Cómo fue ese contexto que te animó tanto?
–¡Increíble! Como el domingo (18 de octubre) era el Día de la Madre, decidimos celebrarlo el sábado, para que las doce nos encontraran juntos y entre los afectos más cercanos. Fue en el jardín de la casa de uno de sus amigos, en un country, y con el debido protocolo: al aire libre y con no más de diez personas. Emanuel estaba al tanto de la reunión, pero logré sorprenderlo con la presencia de algunos invitados, con la torta y con un asado que fue una locura. Mi amigo Mariano Peluffo (49) me pasó el dato del mejor frigorífico, donde conseguí unas carnes maceradas de un sabor... ¡No me hicieron un monumento de milagro! (risas)
–¿Ése fue tu regalo?
–Hubo otro. Mandé a hacer algo muy especial para él. A mí me gusta personalizar los regalos, pensarlos, dedicarles tiempo, que no sea algo estándar que se consigue así nomás en un shopping. No voy revelar qué es, pero sí que encierra un mensaje muy nuestro.
–¿Tanta dedicación está impresa en la calidad del tiempo que pasan juntos? ¿Cuál es el mejor plan?
–Además de charlar, como contaba anteriormente, somos de escuchar música: algo de Elvis, de Frank Sinatra o de los Beatles, que nos fascinan a los dos. Él, como productor, es hábil para encontrar nuevas figuras y me hace descubrir algunas, como Ray LaMontagne. Muchas veces, mientras estamos juntos Emanuel toca la guitarra, canta algo... y me mata. El mejor plan es no separarnos.
–¿Cómo administran el tiempo siendo padres?
–Hoy por hoy, si estoy con mis hijos, estoy con mis hijos (N.d.R: El juez aprobó un nuevo régimen solicitado por Julieta, para estar con ellos los días de la semana). Y si estoy con él, estoy con él. La administración del tiempo no es un planteo entre nosotros. Porque somos respetuosos de los momentos del otro. Sabemos encontrar los instantes.
–¿Te animarías nuevamente a la convivencia?
–Perfectamente. No le tengo miedo.
–¿Cómo sos enamorada?
–Sumamente alegre y detallista con los deseos, los intereses, las necesidades, los sentimientos del otro. Sé correrme del centro, soy cero egoísta. Busco la belleza en todo. Busco acompañar sin estorbar, sin ser cargosa.
–Sin embargo, y teniendo en cuenta tu historia, el nivel de entrega sigue alto...
–Sí, aunque hoy tengo un límite claro en ese “ceder”. Ya no consiento caprichos ni antojos que atenten contra mis espacios. Nunca más voy a dejar de ser yo. No resigno más. Ahora puedo identificar la toxicidad en los demás. Reconozco con facilidad a la gente mentirosa. ¡Estoy entrenadísima!
–¿Qué aprendiste en tantos años del amor?
–Después de quitarme de encima la imagen distorsionada de las relaciones, aprendí a escuchar más y a decir con certeza y claridad. No callo más lo que siento, porque todo lo callado se convierte en ruido. Aprendí a ser valiente. A negociar. A priorizarme. A que el amor no es desdibujarse ni amoldarse al otro sin estar de acuerdo. A no dejar de ser individuo. A vivir sin ansias. A que proyectar el futuro nos aleja del hoy, de vivir el día. Aprendí que el amor no era lo que conocía.
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