Quien lo menciona es Yang Tian Yi, una joven de 28 años que vivió desde los tres hasta los 21 en Buenos Aires y hoy reside en la semidesierta capital del país donde se inició la pandemia. Información e imágenes exclusivas.
A las 21:30 de Beijing (10:30 de Argentina), “Emi” Yang Tian Yi (28) nos contesta a través de WeChat, la aplicación de mensajería que se usa en toda China y que la periodista debió descargar para entrar en contacto con ella. “No tenemos WhatsApp, YouTube, Instagram, Facebook ni Twitter porque están censurados”, comentará con naturalidad desde su departamento de Chaoyang, en el quinto anillo periférico de una de las ciudades más pobladas del planeta (en el censo del 2013 se registraron 21,71 millones de personas).
Ella, “como todo el mundo”, está en su casa desde hace por lo menos tres meses. Pero no sola: la acompañan su papá de 70 años, su madrastra de 65 y la madre de su madrastra, que suma 87. ¿Si a ellos les preocupa formar parte del grupo más vulnerable? “Para nada. Acá dicen que el coronavirus no depende ni de la edad ni del sexo, sino del metabolismo de la persona y de si tiene las defensas altas o bajas”, desliza con total seguridad, marcando una tajante diferencia entre lo que se transmite en su continente y lo que se viene transmitiendo en el nuestro. Del mismo modo, derriba otros mitos al decir que no hay controles en las puertas de los edificios –“mi madrastra sale día por medio a trabajar sin que nadie la analice y yo podría hacerlo si quisiera”–, que los aeropuertos están abiertos –“hay aerolíneas cerradas y otras que no lo están"–, que no hay cupo de personas para entrar en simultáneo a los comercios –“sólo se pide tomar medidas de higiene y distancia. Igual, muchos de los empleados se volvieron a sus provincias natales y casi todos los que quedamos hacemos las compras online: es más práctico”–, que no están obligados a cumplir cuarentena –“en ningún momento hubo una medida del gobierno que nos obligue”– y que hay autos y personas que transitan por las calles –“eso sí, son muchos menos”–.
Además, asegura que en China circulan muchísimos videos –“en uno de ellos se ve a una señora sin barbijo en un supermercado que es llevada por policías, hay varios de personas curándose dentro de hoteles, y uno de una persona dejando una carilina sucia dentro de la caja de carilinas que ponen en las puertas de los ascensores para tocar los botones”–, pero jamás vio nada similar al polémico y violento video de 1´37´´que circuló por los celulares de miles de argentinos. Al respecto, dice: “Es muy exagerado. Acá es todo más tranquilo y nada es tan extremista: los infectados van a los hospitales y se quedan hasta curarse, y eso de los cadáveres en las calles nunca lo escuché, y sé que no es así: a las personas que fallecen, se las envuelve y se las llevan” .
Eso sí, en las noticias de allá –“que todos los días hablan del coronavirus y recomiendan comer alimentos bien cocinados”– comentaron algo que acá no llegó: “Dijeron que un médico atendió a uno de los primeros pacientes y advirtió que lo que padecía se podía propagar, y en ese momento, nadie le dio bolilla. Si lo hubieran escuchado todo el mundo estaría a salvo. Y, para colmo, él falleció y su mujer quedó infectada por cuidarlo”. ¿Si dijeron algo del final del COVID-19? “Todos queremos que termine cuanto antes, e incluso ahora está circulando una imagen que dice que va a durar hasta junio”. ¿Y su futuro? “Por ahora seguiré en casa, asomando con barbijo a buscar las compras que hacemos por internet o a sacar la basura. Volveré a salir cuando toda la gente pueda hacerlo tranquilamente. Antes no. Mientras tanto, como todos, disfrutaré del tiempo en familia. En China, por el trabajo y el estrés, la gente no estaba acostumbrada a compartir muchos momentos, así que lo estamos aprovechando”.
Cumpleaños en casa
“Cumplí 28 años el 4 de marzo y mi papá no me dejó ni pedir una torta al delivery, por miedo a que nos contagiemos. Así que me cocinó ésta al vapor que tiene huevos, leche, azúcar, harina y un polvo saborizado de coco, y la compartimos entre los cuatro habitantes de la casa”, cuenta la ciudadana china que vivió en Almagro y Recoleta (aquí debajo, en una vieja foto con sus padres).
Advertencias del menú
“Hay una parte de China en la que la gente come animales silvestres que no están muy limpios, como los murciélagos y el pangolín –explica Yang Tian Yi–. Y generalmente esos animales tienen virus y bacterias. Por eso, desde que comenzó el brote, acá circulan carteles como estos que advierten que no hay que comerlos”, cuenta la joven vendedora de productos naturales que nos facilitó las imágenes.
Fotos: Gentileza Y.T.Y.