La actriz revela los detalles de cómo fue el comienzo de la relación junto a quien hoy "extaña a morir" sino pasa una noche junto a él.
Hablamos de cuánto costó el sitio que ocupa hoy. No lo hacemos en términos de sacrificios, sino de causas, riesgos, miedos y lecciones de “un proceso de madurez” que determinó “el gran giro” en su vida. “Finalmente me siento una mujer más libre, más segura, celosa de su intimidad y como nueva en el amor”, le dice Laurita Fernández a GENTE. Y dará cuenta de ese camino.
Dice que la pista de ShowMatch “fue la escuela en la que aprendí a hacerme inmune a las críticas”, durante una década en la que comenzó creyendo que “debía gustarles a todos” y se despidió “convencida de que vale más vivir fiel a lo que se es y a lo que se piensa, sin puntajes ni juicios ajenos”. Y que sobre el escenario de Sugar descubrió “de qué va la confianza en mí misma”. Cuando decidió abandonar “el nido” –“el ciclo bomba” y “garantía de estabilidad económica”– no tuvo en cuenta “el vértigo, el terror” al que se entregaba. “Me fui a blanco”, describe el momento en que también se preguntó tantas veces: “¿Me habré equivocado? (...) Pero para probarme en experiencias nuevas debía hacer lugar para que sucedieran”. Y recuerda que en crisis pre debut, cuando decía “¿Les gustaré? ¿Vendrá gente? ¿Si el teatro no se llena?”, Gustavo Yankelevich le dio la frase que, revela, recordará de por vida: “Nada debe ocuparte más que eso que sabés hacer sobre el escenario”.
–Alcanzaste la libertad de juicios y prejuicios. Confianza y seguridad. Y hasta cambiaste el modo de exposición personal. ¿Nico (Cabré) fue determinante en esa transformación?
Recuerda –tal vez en tono de paradoja– que en los comienzos fue Cabré quien decidió, de algún modo, “anunciar” la relación. “Por ese entonces (mediados de 2018) ya estábamos hartos de las estrategias de gorras, estacionamientos separados y llegadas a destiempo para entrar a casa. Pensando una y mil veces si ir al cine sería buena idea”, cuenta Laura.
“Una noche, Nico me tiró: ‘¿Sabés? No sé si tengo ganas de que en cada nota que te hagan digas que estás sola’. Nos miramos y dijimos: ‘¡Salgamos!’”. Ya venían “curtidos” de rumores. Cuenta que al incorporarse a Sugar, el elenco bromea. El chiste: los dos habían salido con compañeros de trabajo. Señala que “tanto fue lo que se armó, que Nico y yo optamos por no hablarnos, para no dar comidilla de pasillo”. Pero a poco de finalizar la temporada, una confusión los acercó. “Detrás de escena escuché a Nico decirle a alguien: ‘Cuando termino la obra me desconecto tanto que no me acuerdo los nombres de nadie’. Entonces me brotó Mataderos y le dije un poco en broma pero molesta: ‘Claro, ¿qué vas a acordarte vos?’. Y en una de las escenas hubo algo confuso. Él dice que le puse una cara rara o hice un comentario que asoció a la bronca por el suyo. Al salir me escribió: ‘Disculpame si algo te cayó mal’.
En definitiva, al decir que no se acordaba de los nombres se refería a los de los personajes y no a los de sus compañeros”, explica Laura. “Pero sirvió para chatear hasta las tres de la mañana”. Al día siguiente volvieron a ignorarse en los pasillos del Lola Membrives. Hasta la salida, cuando regresaba el juego de textos. “Dije: ‘Ok, conozcámonos a través del teléfono’”, relata. Hasta que una noche él decidió llamarla, torciendo el camino: “Sentí los nervios de una adolescente”.
Esa semana, Laurita finalizó la última función de la temporada porteña con 39ºC de fiebre. Mientras el elenco brindaba en el foyer, ella tiritaba –“en jogging y moribunda”– en un rincón del camarín. “Nico apareció. Se quedó conmigo. Nos miramos. Me acarició. En el instante en que dudábamos si besarnos o no, entró Rufina diciendo: ‘¿Y? Dale el beso. ¿No es tu princesa?’. Supe que lo que estaba comenzando sería especial”.
–¿Qué descubriste en él?
–Al principio me atrajo el misterio. Esa intriga que despierta. La duda de “¿cómo será en realidad?”. Nico es muy gracioso. Es atento. Dulce en el decir. Cariñoso con sus gestos. Es un pibe de barrio y eso me enamora. Los dos somos de Mataderos, y haber ido por primera vez a casa de mamá sin tener que indicarle cómo llegar me conectó a mi infancia. Cuando salimos de votar, a cuadras de diferencia, dijimos: “No podíamos no terminar juntos”.
–¿Y qué hizo él que descubrieras de vos misma?
–Que está bueno abrazar. Crecí en una familia alemana, fría, desacostumbrada al cariño físico. Siempre fui poco demostrativa. Me costaba la caricia, el “te amo” espontáneo. Nico me contagió ese modo, porque es súper cariñoso. Además, me hizo creer en la convivencia, y quererla. Yo, independiente de raíz, disfrutadora de la soledad, de mis espacios, de mis noches –aun estando en pareja–, me desarmé. Hoy, si no paso la noche con Nico, lo extraño a morir.
Fotos: Christian Beliera