Marilyn Monroe o Jackie Kennedy. Betty Boop o la Barbie. Susana Romero o la Bebota. Su Giménez o Moria Casán. Cameron Díaz en versión rubia o la misma en versión morocha. Como si fuera un menú a la carta, mujeres de todo el planeta cambian el color de sus cabezas por voluntad propia. Y en cada mechón que tiñen es como si adquirieran una nueva forma de ser.
"Ser rubia es una experiencia que no te podés perder", dice una dama que ahora tiene el pelo rojo pero que alguna vez pasó por el rubio.
"Las morochas son más prometedoras", se confesará un caballero. "Más
hormonales", lo corregirá otro.
¿Qué secretos guarda una rubia que tantos hombres las desean? ¿Qué tórridas fantasías dispara una morocha que muchos las buscan? ¿Por qué algunas mujeres se prefieren rubias? ¿Cómo es que muchas se esfuerzan por ser morochas?
La nueva tendencia en el mundo marca que no hay lugar para las medias tintas. Se vienen las rubias totales o las morenas salvajes. Habrá que decidirse.
FantasIas rubias. "Desde que aparecieron las rubias de Hollywood, las rubias pasamos a estar dentro de la moda
-se alegra Marta Minujín, que luce un rubio nevado que, aunque artificial, le sienta propio-.
Es que el rubio platinado es como una pincelada de creatividad. Ser rubio es ser pop, es ser Marilyn, es ser Andy (Warhol). Ser rubia es animarse a ser lo que tu fantasía te dicte. Es un acto de liberación".
En el principio fue un color, el negro. Bastó para que la mano experta de algún coiffeur ignoto de cierto pueblo perdido posara su pincel sobre la oscura cabeza de una humilde y desconocida criatura para que su destino de pueblerina cambiara para siempre. El mito vuelve una y otra vez. Divas rubias taconean las calles del espectáculo llevando sobre sus espaldas un pasado de morocha teñida que les abrió la puerta al estrellato.
El blondo destino de Pamela Anderson, la mítica chica Baywatch, está ahí para confirmarlo. O la vida de la tejana Anne Nicole Smith, ex conejita, que cierto día tiñó su castaño de rubio, ganó concurso de belleza, llegó a la tapa de
Playboy y conquistó anciano millonario. Las rubias Susana Giménez y Graciela Alfano alguna vez nacieron castañas. Cambian los nombres o la escenografía pero la historia se repite: de morocha a rubia y de ahí a la fama, a los romances y los flashes. Marilyn Monroe abrió el camino y de allí surgió una descendencia. Las rubias que de un día para el otro se volvieron sinónimo de belleza.
Así lo confirman los expertos en cabelleras. El coiffeur de las estrellas, Diego Impagliazzo, comenta: "A las argentinas les encanta ser rubias y muchas veces vienen con una foto de Valeria Mazza y me dicen: 'quiero que me hagas el mismo color'. La argentina tiende al rubio". A su turno, Roberto Giordano agrega: "La mujer argentina se inclina por ser rubia. Ahora todas quieren ser como Meg Ryan", sentencia el estilista.
Hoy como Meg Ryan. Hasta hace poco, como Valeria Mazza. Alguna vez el rubio más pedido fue el de Raquel Mancini, ese rubio argentino hecho a fuerza de mechitas claras. Lo cierto es que los tonos de rubio son muchos. El rubio hada madrina. El rubio ángel. El rubio ronroneante. Sobre la tersura de una cabellera clara, los mitos populares se superponen y se adensan tanto como los hondos deseos de ellas y ellos.
La morocha argentina. "Yo triunfé en los Estados Unidos como Miss Argentina con lo típico de la argentina, que es ser morocha
-rememora Isabel Coca Sarli-. Sé que en los países nórdicos, donde las rubias abundan, las morochas los vuelven
locos". A kilómetros de años luz de las diosas de ébano de la selva africana, las morochas argentinas cultivan un perfil mucho más bajo. Cecilia Milone. Araceli González. Florencia Raggi. Mariana Arias. Carolina Peleritti. No poseen la lubricidad de Sonia Braga, espécimen morocho de las playas brasileñas. No poseen los tonos mediterráneos en la piel con los que tanto enamora Maria Grazia Cucinotta. Pero sus pelos renegridos por artificios varios, en contraste con sus pieles más blancas, conmueven corazones. Como si su voluntad por esquivar los rubios obvios les deparara recompensas insospechadas.
El empresario Pancho Dotto se inclina por el encanto de las morochas. "Hoy más de un cliente me pide modelos 'que no sean rubias'
para promover sus productos. Prefieren morochas, que identifican con lo más latino y
natural". Sin embargo, las tendencias de la moda contradicen un tanto las afirmaciones de Dotto. Cabecitas negras de la pasarela, si de triunfar se trata, a las morochas se les exige una apariencia rara.
De ahí el éxito foráneo de morochas locales como Yamila Díaz Rahi y Luján Fernández, dos criollas que fueron protagonistas del catálogo de trajes de baño de Sports Illustrated, revista de 239.500 dólares por página de publicidad. Y este año, en la última elección de Miss Playboy sudamericana, la Argentina exportó dos aspirantes a conejitas: una blonda maestra jardinera con aires californianos y una profesora de gimnasia mendocina con el sello made in Argentina. ¿El resultado? La rubia quedó relegada en el pelotón de niñas mientras que la morocha alcanzó el segundo escalón en el podio.
Rubia: tonta. "¿Cuál es la diferencia entre el Yeti y una rubia inteligente? Que al menos alguno dice haber visto al
Yeti...". El chiste popular resulta continuación de "rubia, tarada", aquel clásico del grupo Sumo al que tantas rubias se resisten.
"Pretendo cambiar la imagen de rubia tonta que muchos tienen de mí", ha dicho no hace mucho la modelo María Vázquez.
"Antes se admiraba más a las rubias. Creo que ahora hay más prejuicio. Los hombres creen que somos más artificiales y más
huecas", se lamenta la bella Jimena Cyrulnik que, pese a todo, jamás se teñiría de morocha aunque fuera furor.
El lugar común tiene su historia. Y, como todo lo que tiene que ver con las rubias, Marilyn está en su origen.
"Los caballeros las prefieren rubias", selló de una vez y para siempre las lecturas miles que se hicieron de Marilyn y de las rubias en general. Aquella rubia boba que a pesar de su bobería conquistaba al señor adinerado instaló la idea: la de las rubias un poco tontas pero que, en la medida en que Marilyn llevaba hasta el altar al afortunado, la tontera rubia mostró su otra cara: su efectividad a la hora de lograr lo que se proponía.
El encanto de la morochez. Contraria al mito del erotismo de la rubia cara de ángel, la psicóloga y sexóloga Laura Pietrasanta, morocha ella, cree a ciegas en el sex appeal de las de su raza:
"Con las morochas es como con las feas. Un amigo siempre me dice: 'En la intimidad prefiero a una feúcha antes que a una linda. Porque con la linda vos tenés que hacerlo todo. En cambio, las feúchas se esmeran y son más
activas'". Para Pietrasanta, casi obligadas por las circunstancias, las morochas
"trabajan" para ser deseadas.
Pablo Echarri no es de los que descartan a las damas por el tono oscuro de sus guedejas. Sin embargo, las morochas captan más su atención.
"Me definiría más por una morocha. Creo que tienen una impronta más sensual, más
sexual".
El ser morocha parece encanto apropiado para los buscadores de objetos raros o las mujeres más atrevidas, aquellas que se animan con atractivos más sutiles, menos obvios. El gusto por la morochez parece casi un asunto de madurez. Dice Dotto:
"Cuando era más joven sólo me fijaba en las rubias de ojos claros. Con el tiempo descubrí que las morochas son
tremendas". En sus épocas de soltería, el ex super galán Carlos Calvo supo dejarse seducir por las melenas azabaches.
"Las morochas me daban más misterio, más curiosidad. Creo que en esas épocas yo buscaba el diablillo de las
morenas".
Pero como con las rubias, entre las hebras oscuras también se enredan mitos. Que las morochas son más naturales, fogosas, ardientes, suerte de representación de la agresividad sin máscaras.
"Damos una imagen más temperamental -dice Moria Casán-. Los hombres nos asocian con la imagen de una mujer brava. Somos salvajes, más animal, aleonada y pantera. Yo, como morocha, me veo como un panterón".
Lejos de la versión que ve en las morochas dechado de encantos y dulzuras ocultas, torbellino de pasión latino, noches de lujuria en cierne, para otras y otros las morochas son portadoras de una cierta sofisticación combinada con elegancia, un poquitín de distancia y un algo de serena madurez. El modelo es Jackie Kennedy.
La socióloga y periodista especializada en moda, Carla Rodríguez, confirma la teoría:
"Tuve reflejos. Después fui rubia y rubia platinada. Ahora, a los 35, elijo ser morocha. Me di cuenta de que la sensualidad ya no pasaba por el color de tu cabeza sino por la actitud y la
personalidad". Y Giordano adhiere: "Las que se mantienen morochas es porque se sienten seguras con la edad. Les preocupa más mantener su propio
estilo".
La rubia ronroneante. "Yo sé que los hombres me prefieren rubia". Así lo confesó públicamente Dolores Barreiro, que en 1998 dejó al fin su castaña cabellera por un rubio dorado, consciente de que la mirada de los varones argentinos se sabe más devota de los dorados que de los tonos oscuros. Como si tanta claridad expuesta fuera disfraz apropiado de disfrutes insospechados.
Desde la rubia Mireya cantada por el tango, sobre el cuerpo de las rubias, los hombres entretejen sueños que jamás confesarían.
"Las rubias tienen un foco prendido en la cabeza. Llaman la atención y te invitan a
tirarse", remata Nito Artaza, experto en eso de cosechar rubias sobre su escenario de teatro de revistas, consciente quizá de los deseos que generan entre los hombres. Trofeos para exhibir. Mujeres-niñas a dominar. Diosas eróticas travestidas de ángeles inocentes. Sobre cimientos rubios, y sobre las promesas eróticas entretejidas en esas cabezas, fue que Hugh Hefner creó su imperio Playboy. La mayoría de las chicas que excitaron desde sus portadas fueron y son rubias.
"Así como Picasso tuvo su período azul, yo estoy en mi período rubio", se excusa todavía hoy el magnate de la desnudez. Con la onda latina que hace furor en el mundo ya empezó el período morocho: Penélope Cruz y Catherine Zeta-Jones son diosas morenas pinceladas por la fama que antes pintaba sólo de dorado a las estrellas de
Hollywood.
Hoy, los que dictan las tendencias, afirman que se viene la era de los opuestos: rubia o morena. Los hombres argentinos tienen debilidad por la primera y atracción fatal por las segundas. ¿Qué eligirán, entonces, las mujeres de nuestra tierra para seducirlos sin remedio? La respuesta, obvio, cada una la tiene en su cabeza.
por Luciana Vázquez y Jorge Martínez Carricart con Pablo Procopio
fotos: Santiago Turienzo
asistente de fotografía: Matías Campaya
producción: Sofía Delger
agradecemos a: Caro Cuore, Ricky Sarkany, S-Mode
(trajes de baño) y Sol Suide. Peinaron: Esteban Colombo
y Andrés para RG e Iván para Pino Leo Lina
Muchos piensan que las rubias tenemos la cabeza hueca como las barbies -asegura-. Pero es un prejuicio. Sino, ¿por qué tantas mueres exitosas del mundo son rubias? Alguna vez fantaseé con ser morocha, pero los hombres nos prefieren rubias".">
Sofía Zamolo tiene 18 años. Sus medidas son 90-59-89; su altura, 1,71 metro. Vive en San Isidro y su sangre alemana se hace evidente en su pelo. "Muchos piensan que las rubias tenemos la cabeza hueca como las barbies -asegura-. Pero es un prejuicio. Sino, ¿por qué tantas mueres exitosas del mundo son rubias? Alguna vez fantaseé con ser morocha, pero los hombres nos prefieren rubias".
A las morochas nos dejaron a un lado durante bastante tiempo, pero tenemos mucho para dar -asegura-. Alguna vez también fui rubia, pero me prefiero así . Morocha, los hombres y las mujeres me aceptan mejor".">
Karina Jelinek acusa 20 años. Sus medidas son 93-61-90. Pesa 54 kilos y mide 1,70 metro. Es cordobesa, de Villa Mercedes. Hace cinco meses que está radicada en Buenos Aires. Modela y estudia Inglés. Se reconoce soltera. "A las morochas nos dejaron a un lado durante bastante tiempo, pero tenemos mucho para dar -asegura-. Alguna vez también fui rubia, pero me prefiero así . Morocha, los hombres y las mujeres me aceptan mejor".