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Cómo vive hoy Fernando De la Rúa

Por increíble que parezca, una de las mayores preocupaciones de Inés Pertiné, ex primera dama, parece no tener razón. Gracias a una gentileza de Wim Kok -primer ministro holandés- los De la Rúa aún
estarían invitados a la boda real de Máxima Zorreguieta y el príncipe Willem Alexander. Y si bien ya no será un convite preferencial (fueron excluidos de la primera fila de agasajados), los tres vestidos que encargó bien podrían ser lucidos el 2 de febrero en Amsterdam. 

Sin embargo, ese sueño parece lejos de concretarse. El alicaído ánimo de su marido, sumado al cruel corralito que él refrendó y en el que habrían quedado atrapados un millón trescientos mil dólares propios (fruto de sus ahorros y el dinero de la venta de su departamento de la calle Montevideo), harían desistir del viaje a la pareja. Por el momento, el matrimonio vive en el destierro social y político.

Cuando se acabó el secreto del su refugio de Balcarce, De la Rúa decidió que no valía la pena seguir jugando a las escondidas y regresó a su chacra de Villa Rosa. Después de la abrupta salida de Olivos, no le quedaba otro lugar. Habría intentado comprar un departamento en Arroyo y Libertad, Barrio Norte, y pagado la seña, pero las exigencias de Inés (hacer ampliaciones en una terraza) provocaron que el consorcio -sin llegar a un cacerolazo- les dijera "no".

El martes 15 de enero, en silencio y cerca del mediodía, llegó a Pilar, más precisamente a La Esperanza, acompañado sólo por su esposa. Su primer pedido reflejó uno de los temores que hoy dominan al ex Presidente: quiso que reforzaran la custodia. La paranoia es tan grande que, cada tres horas, el personal de seguridad sale a recorrer el campo con binoculares. En la puerta, un celular con dos policías custodia la casa durante las 24 horas, y si un auto se detiene unos minutos, enseguida lo paran para revisarlo. El encierro es tal que hasta cubrieron con un diario el vidrio de la garita de la entrada. Irónicamente, el titular destaca el todavía lejano fin del corralito.

Sólo una vez salió de la casa rosada, y se cruzó hasta el barrio privado que se yergue frente a su quinta, llamado
La Buena Vista, para visitar uno de los pocos amigos que le quedan. A la media hora regresó.

Aburrido y melancólico, dedica horas a la lectura y a escribir páginas de un libro en el que intentará explicar su renuncia. Uno de los hijos de los caseros, que pidió el anonimato, explicó su rutina: "Se levanta a las nueve de la mañana, desayuna y se queda escribiendo hasta la tarde. Después almuerza y se acuesta a dormir la siesta. Cuando se levanta, toma unos mates y se queda en el living de la casa, leyendo o escribiendo. Desde que renunció no es el mismo. Está muy triste. Antes, cuando venía un fin de semana, se levantaba temprano y le gustaba recorrer el campo caminando. Ahora, en cambio, no sale de la casa. Fijate cómo será que ni siquiera pidieron que le limpien la pileta. Antes era muy común que viniera la hija con el yerno y los nietos. Ahora no viene nadie".

Su quinta de Villa Rosa es el escenario del exilio social y político de Fernando de la Rúa.

Su quinta de Villa Rosa es el escenario del exilio social y político de Fernando de la Rúa.

La mayor parte de las horas las dedica a escribir un libro en el que contará el porqué de su renuncia.

La mayor parte de las horas las dedica a escribir un libro en el que contará el porqué de su renuncia.

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