«Siempre soñé con una fiesta como ésta» – GENTE Online
 

"Siempre soñé con una fiesta como ésta"

A las once de la noche del viernes las puertas se abrieron
de par en par y un haz de luz aguijoneó la oscuridad del Salón Retiro, en el
primer piso del Hotel Sheraton. Los 260 invitados, prolijamente repartidos en
una veintena de mesas al costado de la pista, vieron entonces entrar a Sofía
Gala, vestido de shantung de seda natural color marfil, pollera con miriñaque
de tules, corset bordado en cristales y perlas verde agua. Del brazo de Gustavo
Massud, ex novio de su madre, y padre, digamos, del corazón, Sofía cruzó el
salón entre el aplauso de todos. Lloraba. Antes de sentarse junto a Moria,
Massud, Alejandro Antón (su novio) y Vicky (su mejor amiga) en la mesa
principal, Sofía se detuvo en el centro de la pista. El discjockey hizo sonar
el primer compás del vals. Y entonces empezó la fiesta.

VESTIDA PARA MATAR. El día había empezado mucho
antes. “Desde que se despertó esta mañana que no para de ir y venir”. El
despertar al que se refiere Moria fue en la casa de Parque Leloir, tarde, a eso
de las 11. A la una ya estaban en el Sheraton. Era la segunda vez en el año que
Sofía faltaba a clases. Almorzaron en el hotel y luego cada una se fue a su
habitación. Moria a la 2109. Sofía, a la 1609. El increscendo de nervios fue
continuo. Dentro de sus cuartos, Sofía y Moría libraban una dura batalla
contra la ansiedad. “Me agarró taquicardia, ansiedad y melancolía, todo a la
vez. Era como si Sofía estuviera por volver a nacer, sentí como si estuviera
en la víspera de un parto”, dijo Moria en esas horas estiradas e
interminables que nunca acababan de sucederse unas a otras. La tarde fue un
festival de nervios y llamados cruzados entre las habitaciones de Moria, Sofía,
Massud y Christian, el secretario de la diva. Cada uno ultimaba detalles,
preguntaba y volvía a preguntar a qué hora había que hacer qué cosa.

A las seis de la tarde llegó Miguel Romano para peinar a madre e hija.
Pelo, maquillaje, prueba del vestuario, bijou y otros detalles se hicieron lugar
entre los preparativos. Entre las seis y las ocho un vértigo de preproducción
lo envolvió todo. Apenas pasadas las veinte, Alejandro Antón –39 años,
cirujano plástico– cruzó la puerta del Sheraton y se dirigió directamente a
la habitación de su novia, Sofía Gala. Allí permanecieron, juntos y
encerrados, hasta las 21:40, cuando los invitados asomaban y debieron bajar a
recibirlos. La inminencia del comienzo tenía más nerviosa a Moria que a su
hija. “Desde los ocho años que ella viene soñando con esta noche, pero de
todas formas la que está de verdad nerviosa soy yo”, dijo la actriz.

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por Alejandro Seselovsky


fotos: Christian Beliera, Diego Soldini,


Walter Papasodaro y Mariana Satué


producción: Gabriela Díaz

La única hija de Moria vivía su noche más esperada. Entonces, por su felicidad y frente a la torta, brindaron mamá Casán, Massud, Sofía, Matías –un amigo–, Alejandro Antón (su novio) y Paola, su íntima.

La única hija de Moria vivía su noche más esperada. Entonces, por su felicidad y frente a la torta, brindaron mamá Casán, Massud, Sofía, Matías –un amigo–, Alejandro Antón (su novio) y Paola, su íntima.

"Desde los ocho años que soñaba con este momento", dijo la hija de Moria mientras lucía el vestido –obra de Jorge Ibáñez en shantung de seda natural color marfil, con miriñaque de tules abajo y un corset bordado en cristales y perlas color verde agua. Los zapatos, by Sarkany. El tatuaje (de henna) se lo hizo en Buzios, como recuerdo de las vacaciones que se había tomado con su mamá.

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