«Soy un seductor nato» – GENTE Online
 

"Soy un seductor nato"

Protagonizó uno de los pases más sonados de la tevé 2002:
dejó la productora de Adrián Suar y se sumó a las filas de
Marcelo Tinelli. “Tengo buena relación con las dos productoras. Pero
sé que cuando arranquemos va a haber una competencia importante –asegura
Dady–. Yo soy un asesino profesional y siempre salgo a ganar”.

El
fruto de esta nueva sociedad Tinelli-Brieva se va a llamar Dadyvertido y tendrá
aire en abril. En los pasillos de Telefé apuestan al éxito de Dady
entre el público femenino, que desde hace tres años a esta parte
lo considera un verdadero galán.

–En Campeones, las mujeres
lo descubrieron como un seductor. Luego, en El sodero de mi vida, se consagró
galán. Y ahora sale a conquistar a un público netamente femenino.
¿Qué le ven las mujeres, Dady?

–Soy un seductor nato.
Siempre he tratado de explotar de la mejor forma las pocas armas que tengo. Soy
un tipo que cae simpático, digo lo primero que me viene a la cabeza y eso
suele caer bien entre la gente… Mi mamá no se cansaba de decir: “La
suerte de las feas, las lindas la desean”. Le pongo ganas. Con actitud se
puede ser un bagayo y ser modelo de Piñeiro. Lo importante es creérsela
uno, por lo menos.

–¿Y usted se la cree? ¿Por momentos
se mira en el espejo y dice: “Qué fuerte que estás, Dady”?

–No,
te lo juro que no. Yo hago análisis y no llego a esos extremos. Apenas
me paro frente al espejo, me doy cuenta de que no soy Facundo Arana. Tampoco tengo
los ojos de Corrado y encima arrastro la pera de Jerry Lewis… Pero sí
soy coqueto: adonde no hay, le pongo un poquito de color.

–Justamente,
habla de colores cuando sus canas evidencian que abandonó definitivamente
la tintura…

–Sí, ya está. Pero yo fui un gran colorista,
que no es lo mismo que decir que me teñía. Tengo el don de poder
encontrar mi tono de pelo exacto mezclando color y revelador. Y no es fácil,
porque si te pasás cinco minutos con la pasta en la cabeza se te va en
rojo o se te vira. No es joda. También me hago las manos con pulido natural,
porque no uso esmalte. Soy un experto, si querés traigo mi mochila y te
muestro todas las limas que tengo. Y tomo cama solar, porque siempre me gustó
estar bien bronceado.

–E imagino que completa todo esto con una
sesión de fierros en el gimnasio…

–Voy al gimnasio por
una cuestión de salud, y porque me gusta verme bien. Soy al revés
de los que se hacen tirar el I-Chin: mientras que ellos se quieren ver bien de
adentro hacia fuera, yo necesito verme bien por fuera para que se me vaya la bondad
para adentro. Mi sueño sería tener los abdominales de Chatruc (N.
de la R.: Por José, volante de Racing). No me interesa ser Laurence Olivier,
Al Pacino y toda esa gilada: yo quiero ser Osvaldo Laport.

–¿Cómo
explicaría semejante recelo en el cuidado de su estética a los viejos
amigos del barrio, allá en Santa Fe?

–No. Ya no hay necesidad.
En 1988, cuando no había tantos travestis como hoy, con Midachi salía
a escena vestido de Madonna, con un top y una minifalda. O bailaba como una de
las rumberas de Juan Carlos, con una soguita en el traste. Después de eso,
¿quién se puede sorprender porque me ponga una tintura color castaño
en la cabeza?

–¿Dónde cree que radica su fuerte?
¿Cuál es la parte de su cuerpo que más le agrada?

–En
las patas. Tengo unas piernas bárbaras, fuertes, peludas. Soy de hombros
angostos y tengo menos espalda que la Virgen de Luján, pero de la cintura
para abajo estoy terrible.

–Usted acuñó una frase
memorable: “Si estás en la tele, ganás minas aunque seas Santo
Biasatti”. ¿Cree que las mujeres también lo verían como
a un galán si no tuviese pantalla?

–Nunca en la vida de Dios.
La tele te da un poco más de handicap con las minas, es muy generosa y
funciona como un valor agregado. Yo fui empleado público y nunca gustaron
de mí. Esa es una prueba contundente.

–Dady, usted se casó
joven y se hizo galán ya de grande. ¿Acaso no lamenta no haber podido
sacar mayor provecho de su incipiente fama?

–Yo no como por el hambre
que tuve. A los tenedores libres no voy para hacer daño, sino que como
hasta donde me da el estómago. Si pienso en eso me tengo que matar: es
como comprarse un par de zapatos y después salir a mirar vidrieras para
encontrarlos más baratos.

–Ahora galán, ¿su
mujer Evelia lo cela más?

–Para nada. Pero cuando veíamos
juntos El sodero… y yo me besaba con Andrea, mis hijos la miraban y gritaban:
“¡Uhhh!”. Y Evelia se hacía la tonta, miraba para otro
lado.

Dady Brieva propone ahora una pausa. Mientras, prepara una picada.
“Tengo también unos sanguchitos”, sugiere. Desde el jardín
de invierno, el ventanal ofrece una inmejorable vista del Country Náutico
Escobar, una suerte de paraíso que Dady descubrió de la mano de
su amigo Juan Leyrado en los tiempos de Campeones. Habla ahora de sus doce años
de Midachi cuando llevaba “una vida de Rolling Stone”, según
sus propias palabras. Y dice que el 12 de julio cumplirá cuatro años
que está radicado en Buenos Aires junto a su familia. Cuatro años
repartidos entre su departamento de Capital y los fines de semana a orillas del
río. “Es raro, porque mientras los porteños quieren verde,
los del interior queremos Manhattan. Yo crecí en el río, ahora dame
shopping –insiste Dady–. No me da fiebre la naturaleza, y si estoy acá
es para que mis hijos puedan disfrutar de todo esto. Como buen negrito que soy,
me gusta el oro y las piedritas que brillan. Hace rato empecé a fumar habanos
y también me gustan los buenos vinos”.

Inevitable, la crisis
nacional filtra en la entrevista:

–¿Cómo trabaja
su humor en estos tiempos de crisis?

–Mirá, en el 75 ya viví
el Rodrigazo. Después vino la primavera de Sigaut. En el teatro trabajamos
con entradas a 30 dólares, pero también las vendimos a 0,80 centavos
de dólar. En la Argentina siempre hubo crisis. Pero la historia ahora está
más violenta, más heavy, y eso me da miedo. En lo que respecta al
trabajo, no creo que tenga que ponerle más energía. Voy a seguir
dándole con la fuerza de siempre.

–Usted se reconoce abiertamente
peronista…

–Peronista de Perón. Por herencia y convicción.
Aunque es algo más que racional, es también sentimental.

–¿Alguna
vez fantaseó con ocupar un cargo público?

–No. El año
pasado, los justicialistas me ofrecieron postularme para la gobernación
de Santa Fe en 2003. No fue una trasnochada, sino una cosa seria: me pretendía
la rama del PJ más importante de Santa Fe. Pero yo no me metería
nunca en política porque no me seduce ese poder. Aunque debo reconocer
que la propuesta me gustó, me halagó. Quizá, si viviera mi
viejo habría agarrado. Pero sólo para hacer lo que a él le
hubiese encantado hacer cuando era joven. Ahora dejame, prefiero ganar mi franja
en Telefé.

por Jorge Martínez Carricart
fotos: Christian Beliera

"Siempre he tratado de explotar las pocas armas que tengo. Mi mamá no se cansaba de decir: 'La suerte de las feas, las lindas la desean'", asegura Dady.

"Voy al gimnasio por una cuestión de salud y porque me gusta verme bien. Mi sueño sería tener los abdominales de Chatruc, el jugador de Racing".

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