Lo primero que se preguntó fue por qué. Por qué ahora que se lo veía tan bien. Eran las seis de la tarde del martes 31 de diciembre de 2002 y Soledad Silveyra (50) todavía estaba resolviendo con quién pasaría el año nuevo, cuando su hijo Baltazar la llamó al celular para darle la peor de las noticias: su hermano Máximo había muerto.
Pasaron siete días. Casi nada, si se piensa en el tiempo que lleva un duelo. Sin embargo, ella ya volvió a la actividad: el viernes 3 regresó a Mar del Plata para cumplir con las funciones de la obra Made in Lanús y después viajará a Buenos Aires para conducir el programa
Gran Hermano III. "Como decimos los actores: 'el show debe continuar' -dice Solita, con la voz algo tomada, desde el teléfono de la habitación que ocupa en el hotel Hermitage-.
Estoy engripada. Fue demasiado estrés. El cuerpo por algún lado tiene que estallar. Máximo fue uno de los hombres que más quise, quiero y querré en mi vida…".
Su apellido era Hopff y ella misma se había encargado de criarlo y educarlo cuando en 1970 su madre (y la de él) se suicidó. "Para los dos fue muy fuerte la muerte de mamá. El tenía apenas 8 años y yo 18. Enseguida, Máximo se transformó en mi compinche, en mi compañero, en mi consejero, en mi amigo. El otro día, Ana María Picchio (su compañera de elenco)
me dijo algo muy cierto: '¿Cómo no vas a estar así si era como tu hijo?'. Y de verdad siento que más que perder un hermano, perdí un hijo".
-¿Cómo hiciste para volver?
-Como te decía, el show debe continuar. Además, yo fui la única de la familia de mi madre a la que le fue bien profesionalmente, y siento, ahora más que nunca, que me debo a la gente, al público. No pude hacer
Gran Hermano III porque el miércoles al mediodía lo había enterrado. No encontraba fuerzas para contener a los chicos de la casa, porque tenía que estar junto a mis sobrinos (Mateo, de 16 años, y María, de 14), los hijos de Máximo.
Nunca nos avergonzó la enfermedad de mi hermano. Incluso, para su entierro me puse la cinta colorada de la lucha contra el Sida"">
"Nunca nos avergonzó la enfermedad de mi hermano. Incluso, para su entierro me puse la cinta colorada de la lucha contra el Sida"
Una foto familiar con su hermano en 1981.