En julio, en los días que corren, se cumplen tres aniversarios signados por
el nombre de René Favaloro, uno de los más grandes hombres de la Argentina
moderna: su nacimiento (7 de julio de 1923), la creación de la Fundación que
lleva su nombre (12 de julio de 1975: ¡treinta años ya!, y su absurda muerte (se
suicidó el 29 de julio de 2000, a los 77 años).
Diana Truden, 37 años, de familia eslovena, vive en Olivos, en la casa de sus
padres -un chalet clásico y sencillo-, y trabaja en el área de Comunicación y
Marketing de la Fundación, entre compañeros que la admiran: "Diana es una
obsesiva total. No para ni un minuto. Tiene un poder de concentración increíble
y un nivel de exigencia y autoexigencia altísimo. Es una dignísima discípula del
maestro", dicen. Y dice ella, entrevistada hoy por GENTE:
-Diana, ¿cómo es su vida hoy, a cinco años de la muerte de René?
-Estoy muy bien. Trabajo en lo que me gusta, y eso me hace feliz.
-¿Cómo recuperó el ánimo después de la muerte de un hombre tan
fundamental, tan imprescindible?
-Trabajando y concentrándome en lo que hago en la Fundación junto a este
equipo, que es excelente. No hay mejor terapia…
-¿Qué hacen en la Fundación?
-Nuestro objetivo más importante es la prevención: entregamos material a los
pacientes que salen de la internación para que les sirva de guía cuando ya no
estén bajo nuestro cuidado. Mi trabajo es coordinar con una editorial los textos
de esos folletos, y el libro, claro.
-¿En qué consiste el libro?
-Es una recopilación de la obra de la Fundación a lo largo de sus treinta
años de vida.
-Dicen que usted es muy obsesiva con su trabajo…
-Más que obsesiva, tengo -y tiene todo el equipo- una mística de servicio.
Por ejemplo, también coordino las charlas de la división Prevención, para que la
gente se cuide, mejore su salud y no tenga que someterse otra vez a una cirugía
o un cateterismo.
RECUERDOS… En su declaración en el Juzgado de Instrucción 41, juez
Daniel Turano, como en una entrevista que concedió a GENTE muy poco después del
suicidio de Favaloro, Diana confesó los profundos sentimientos que la unían al
médico. Llegó a la Fundación por medio de una agencia de empleos y trabajó con
él durante seis años. En enero del '98, cuando murió María Antonia Delgado, la
mujer de Favaloro a lo largo de 43 años, "él estaba muy deprimido. Yo cursaba
el traductorado de inglés en el Lenguas Vivas, me quedaba estudiando en la
oficina hasta las nueve de la noche, a veces charlábamos, y en una de esas
charlas me dijo: 'Me siento atraído por vos'. Así empezó todo", recuerda. Y
una amiga de Diana, una de las pocas que conocía la relación, cuenta que "Favaloro
era el hombre más estricto, humilde y sencillo del mundo. Se querían y les
encantaba hacer cosas juntos, porque se sentían almas gemelas. Hablaban mucho y
adoraban pasear por la estancia La Antonia, que era de él, y uno de sus más
queridos refugios".
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-¿Es feliz, Diana, a pesar de lo que pasó?
-Es que… el verdadero milagro de amor de René es su legado: la Fundación y
la Universidad. El amor de René vive en su Fundación. ¿Quién puede no ser feliz
trabajando guiado por su ejemplo y su memoria?
-¿Sienten que su recuerdo les transmite pasión?
-Sí. Hay un gran compromiso entre todos los de nuestro equipo: Marina Sonet
(diseñadora gráfica), Marcelo Cáceres Miranda, María Victoria Matano, Silvina
Riquelme, Marcelo Caggi… y yo. Interactuamos, porque pertenecemos a la
Fundación, pero también a la Universidad. René quería que los estudiantes
tuvieran una formación de excelencia…
-¿Cómo está la Fundación hoy?
-El hospital universitario es una gran ventaja para los estudiantes. Se
generan muchísimas horas prácticas, que sirven para su mejor formación uniendo
las dos partes, aunque la actividad hospitalaria y la formación académica sean
distintas. Tenemos profesionales que trabajan en la Fundación y en la
Universidad, y carreras de grado y de posgrado. En esas cosas se ve claramente
el genio de René…
PALABRAS ETERNAS. "A mí nadie me va a sacar el honor de haber sido
la última mujer que Favaloro amó", le dijo Diana a GENTE en agosto de 2000.
Y Favaloro confirmó ese sentimiento en la carta de amor y de adiós que le
escribió apenas horas antes de matarse: "Diana, ha llegado el momento de la
gran decisión. Tú no eres la culpable de nada. Mis proyectos se han hecho
pedazos. No puedo cambiar los principios que siempre me acompañaron. Creo que la
Fundación se derrumba. No podría aguantar como testigo lo que construí, toda su
destrucción. Estoy cansado de luchar y luchar. Remando contra la corriente en un
país que está corrompido hasta el tuétano. Tú eres testigo de mi sufrimiento
diario. Te agradezco todo lo que me has brindado. Particularmente en este último
año. Nunca podrás imaginar cuánto te he amado. Nunca tuve nada igual. No se
puede comparar con nada igual en mi pasado. Tú has sido mi grande y verdadero
amor. Siempre me he sentido un poco culpable. Nunca debí permitir que nuestro
amor llegara tan lejos. Cuarenta y seis años es una gran diferencia (Diana tenía
31 años, y Favaloro, 77). Y no te pude brindar hijos. Reza un poco por mí. Sé
que te recuperarás, porque eres fuerte. El tiempo lo arregla todo. Sé que
sufrirás un poco al principio, pero tú también me amaste. Espero que encuentres
el hombre que hagas feliz. Dios así lo querrá. No sufras mucho. Tienes muchos
desafíos por delante. El más importante, escribir, escribir y escribir. Tienes
grandes condiciones para hacerlo. Te he amado con locura. Estaré pensando en ti,
solamente en ti, hasta el último segundo. Un abrazo grande, muchos besos, René".
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Diana vivía en Misiones y Rivadavia, cerca de la Fundación. El domingo 7 de
marzo del '99 al mediodía, Favaloro invitó a Diana a su departamento de Palermo
Chico (Dardo Rocha 2965: el departamento ya fue vendido) y le confesó que estaba
enamorado de ella. Amor correspondido: ante la Justicia, Diana dijo que "nuestra
relación era excepcional. Estábamos muy enamorados y compartíamos todo", y a
GENTE, en agosto de 2000, le confesó: "Lo amé más que a nadie en el mundo. No
sé si me voy a reponer alguna vez. Nos gustaba comentarnos lo que leíamos, a
veces en voz alta. Yo le traducía algunos libros que le interesaban
especialmente, y siempre aprendía de él. Creo que a pesar de esta tragedia que
se cruzó en mi vida, me puedo considerar una mujer muy afortunada por haberlo
conocido".
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Hoy, ahora, Diana Truden posa junto al cuadro de su amor, su mentor, el
hombre de su vida. Por un momento, su mirada se pierde. ¿Vuela hacia René?
-¿En qué piensa, Diana?
-En él, y en seguir trabajando aquí, que es la mejor manera de honrarlo, y
de honrar la vida.
Junio, año 2000: René Favaloro y Diana Truden de paseo por Magdalena, donde estaba la estancia La Antonia, propiedad del médico.
Firme en la lucha.