Once años de matrimonio, sí. A veces tormentoso, sí. Muy. Pero también de gran felicidad. Porque a pesar del fuerte carácter de los dos (proverbial…), se entienden “de un modo casi telepático”, dicen sus íntimos. Pero ahora y aquí, la historia ha pegado otro barquinazo. Con dolor y con imprevistos. Mauricio Macri (46) le confesó a un gran amigo que “en mi vida cambiaron muchas cosas, pero las veo desde otra perspectiva”. Se refiere, claro, a su victoria en las elecciones del 23 de octubre –primer paso de una carrera política que ya no se detendrá: ¿candidato a presidente en el 2007?– , a la puñalada por la espalda que le asestó Borocotó, y a otros episodios que, según asegura hoy, “ya no me alegran demasiado, ni me deprimen, ni me enfurecen”. Al contrario: lo han galvanizado lo suficiente como para confesar en público que “todavía soy un inocente en el mundo político” –un flanco que muy pocos son capaces de ofrecerle al enemigo–, y que acaso lo ayuden a soportar el tsunami que barrió sus playas: la separación de su mujer, la bellísima Isabel Menditeguy (39), ex modelo, hija del inolvidable playboy y extraordinario deportista Charly Menditeguy, y licenciada en Ciencias Políticas con altísimo promedios en la Universidad de San Andrés. Más confesiones al amigo: “Vine a Europa a ver a mi hija Agustina (22), que está estudiando Cine en Barcelona. Le había prometido esta visita hace mucho, y por fin pude cumplir”. Sí. Porque en estos días difíciles (“Toda separación es un fracaso”, dijo un pensador), los hijos son un bálsamo. Los hijos que tuvo con Ivonne Bordeu, su primera mujer: Agustina, la mayor; Jimena (18, estudiante universitaria), y Francisco (16, muy buen rugbier de las inferiores de Cardenal Newman).
BREVE HISTORIA DE AMOR. Mauricio e Isabel se casaron el 21 de diciembre del 94 en una muy discreta ceremonia en Don Torcuato, donde está la célebre quinta de los Macri. Se conocieron (verano del 92) cuando ella volvía de un viaje por los Estados Unidos y él recién salía del pozo depresivo que le causaron su secuestro, los días de duro cautiverio y la pregunta de cada noche a sus carceleros: “¿Me van a matar?”.
Los presentó el empresario automotor y conspicuo personaje del jet set criollo Adolfo Donatti, por entonces novio de Bettina Menditeguy, hermana de Isabel, hoy casada con el músico Fabián Zorrito Von Quintiero. Dicen que a ella lo cautivaron el poder y la personalidad de Mauricio, y a él, su tipo de mujer “inteligente, independiente, capaz de tomar decisiones, y que sabe muy bien lo que quiere”, como confesó más de una vez en los muchos reportajes que protagonizó a partir de su fulgurante presidencia de Boca y de su entrada a la política grande. Se separaron, brevemente, en el 97, y celebraron su reconciliación con una segunda luna de miel en Europa.
SOLEDAD Y VIDA NUEVA. En su periplo europeo, Mauricio se reunió con dirigentes del Barcelona (fútbol y negocios), con especialistas en Seguridad Urbana de Berlín (política futura), con los responsables de la seguridad en el fútbol alemán durante el partido Hertha y Borussia Monchengladbach (un modelo para Boca), y lo invitaron al seminario de Políticas Públicas de la Fundación Konrad Adenauer, donde capturó las claves del sistema de sesiones del Parlamento alemán (entrenamiento legislativo). Pero en Barcelona depuso fútbol, negocios y política, y le confió a un amigo: “Cuando sucedió la crisis, con Isabel hablamos mucho. Nos dijimos todo lo que teníamos que decirnos, como hicimos siempre, nos separamos ordenada y civilizadamente, y yo me fui a vivir a la casa de Franco, mi padre. Cero escándalo. Hoy hablamos un rato todos los días. Seguimos teniendo una relación muy buena. ¿Reconciliación? El tiempo dirá… Pero no sería raro que volviéramos a estar juntos, como pasó otras veces. Es un tema muy delicado, y por eso no quiero hablar con la prensa. Primero tienen que aquietarse las aguas, y después veremos qué pasa. Por ahora decidimos tomar distancia”.
¿SEÑORA DE NADIE? Isabel se quedó –por ahora, aunque también pasa uno que otro día en la casa de su madre, en Figueroa Alcorta– en la casa de Coronel Díaz donde vivía con Mauricio: una especie de custodiado santuario en el que prohibía que se tomaran fotos aunque sirvieran para la campaña política de su marido, decisión que él respetó a rajatabla. Pero está buscando un nuevo refugio. Intentó mudarse a Recoleta, pero después de llegar casi a un acuerdo con los dueños de un departamento, canceló la operación. ¿Señal de que no todo está dicho, y de que la separación es apenas una pausa?
Hoy, y en el día a día, hace sus compras en el supermercado Disco de la bajada de la calle Esmeralda acompañada por un amigo, y pasa algunas horas tomando largos tés con sus amigas íntimas, a pura confesión. En realidad, esas amigas y casi todo su círculo social ya sabía, en el tramo final de la campaña política, que la relación estaba deteriorada. El propio Mauricio le dijo a GENTE, a pesar de que revistas y diarios señalaban a Isabel como su más cercana e influyente asesora política, que “ella decidió tomar distancia de esta campaña, y dedicarse a sus cosas. Siempre fue muy independiente, y me ayuda desde otro lugar”.
El 23 de octubre a la noche, ya conocido el resultado que instaló a Mauricio como posible jefe de Gobierno de la Ciudad y hasta posible presidente de la República en el 2007, y mientras los decibeles del festejo en el bunker de la calle Alsina se multiplicaban minuto a minuto, fue imposible fotografiar al vencedor junto a su mujer, que prefirió charlar con Bárbara Diez, la mujer del estratega político del PRO, Horacio Rodríguez Larreta, y otras amigas. Es cierto que Isabel siempre le escapó a los fotógrafos, pero que no posara junto a su marido en esa noche de gloria fue más que sugestivo. Además, si bien su cara denotaba una módica alegría, no estaba vestida para la ocasión (“muy poco producida”, se oyó decir). Un cierto descuido que se acentuó en estos días de separación… y que acaso sea un signo visible de la crisis.
Desde luego, esta nota no tiene punto final. Apenas puntos suspensivos…
Barcelona, viernes 18: lejos de Isabel, Mauricio Macri pasea en bicicleta con su hija Agustina (22), que estudia Cine en la Universidad de Cataluña. Un marido triste, pero un padre feliz.
Palermo, viernes 18. Isabel toma el té con una amiga después de hacer shopping. Primeros días de separada y primeros pasos de una nueva vida.
Mauricio le arregla una rueda de la bicicleta a su hija Agustina. Cree que todavía es posible la reconciliación y llama a Isabel todos los días desde Europa.
Isabel sale del supermercado Disco. Se muestra fastidiada ante las cámaras, y su look pasó a ser mucho menos producido.