Cada noche, antes de apagar la luz, se imaginaba de blanco frente al Juez de Paz y sujetando con fuerza la mano de su marido. Tenía 7 años y la distancia entre su cama y los grandes escenarios era para ella tan incalculable como las posibilidades de su presente. Hoy, antes de dormir, les habla a sus hijos. Ley de atracción, la fuerza omnipotente del amor o el trabajo obsesivo, ya no hay explicación que le interese con DNI rectificado, libreta de matrimonio en mano y gemelos en camino. “Les conté a mis hijos que estoy superada por la felicidad y que en este estado los espero”, suelta Florencia De la V el día en que se convirtió en Florencia Trinidad de Goycochea.
ULTIMAS HORAS DE SOLTERA. Lunes 27. “Me siento embarazada. No tengo apetito. Hasta siento que me crecieron las lolas y estoy más sensible que nunca”, confía Florencia, haciendo referencia a la inminente llegada de sus bebés, parte del paso que está a punto de dar. Amaneció “rara”, aún con cajas de mudanza en el piso que estrena frente a Plaza Mitre, en Recoleta, y siguiendo su ritual de los lunes, dejó su angustia en el diván de su terapeuta, puso música al llegar y cocinó. “Todo me hace llorar. ¡Hasta el tema Cachita me sacó lágrimas!”, bromea. “Antes de dormir, y como todas las noches, les hablé a mis hijos. Les conté lo exultante que me siento a horas de dar un paso fundamental para la sociedad y cuánto tienen que ver en eso”, comenta sobre los gemelos que nacerán en Los Angeles el próximo mes de septiembre a través del método de alquiler de vientre. Parte de esa conexión a distancia que tanto la reconforta es aquello que atesoran las páginas del diario íntimo, que Flor escribe con la intención de que sus hijos conozcan en crudo a quien los criará: “Quiero que sepan mi origen humilde, aprendan a mirar la verdad de la vida y estén conscientes de cuánto los deseé”.
BLANCA Y RADIANTE. Amanecer del martes 28. Día del Orgullo Gay, un dato que descubrió mucho después de haberlo tildado en su calendario. “No sé por qué, siempre quise casarme un martes”, explica Florencia. Mientras su futuro marido paseaba a sus mascotas García, Cayetano y Francia, la dueña de casa abría las puertas a Joaquín Person y a Mabby Autino, responsables de su peinado y make-up. Frente al espejo, junto al vestido con el que daría el “sí”, De la V cuenta con gracia: “El me eligió a mí. Fue en Los Angeles. Yo estaba probándome un diseño de Oscar de la Renta cuando la vendedora apareció con esta opción de Alexander McQueen. Cuando me lo probé, pensé: ‘¡Pintado es poco!’”. Entre rímel y secadores, Flor publicó “mariposas en el estómago” en su cuenta de Twitter. Minutos más tarde emprendía rumbo hacia el CGP Comunal 02, de Palermo. “Me emocionó la calidez de la gente que me saludaba por la calle. ‘¡Estamos con vos!’, me gritaban. Mientras agitaba la mano como una princesa, pensé: ‘Algo bueno habré hecho’”, relata Florencia.
NOVIO ACCIDENTADO. “Hace diez días estaba en el interior cuando recibí el llamado de Pablo y me enteré de su parálisis facial”, cuenta Flor. Los médicos diagnosticaron la presencia de un fuerte virus, el mismo que lo atacó a los 15 años y lo afectó durante un mes. Quienes lo conocen aseguran que el estrés de la ceremonia y la llegada inmediata de sus hijos podría ser un importante ingrediente en el cuadro. “Pensé en postergar la boda, pero después creí que sería cruel ponerle presión a su recuperación”, confiesa. Aun así, no faltaron las bromas de una novia nerviosa: “Para distenderlo le dije: ‘Yo me caso igual, aunque tengas que tomar champagne con un sorbete’”. Durante la celebración no faltaron las frases tipo “¿Dónde está mi Maxi Diorio?” o “Pablo, ya sabemos que tenés el 7 de espadas”.
NUESTRA GRAN VICTORIA. No más de 20 personas aguardaban con ansias en la sala principal del Registro Civil. Afuera, decenas de periodistas eran recibidos por Alberto Funes, publicista personal de la diva y organizador de la impecable cobertura mediática. Sobre la mesa de entrada, una gran torre de cupcakes, que fueron ofrecidas para amenizar la espera: réplicas en miniatura de las tortas preferidas de la homenajeada. Luego de cinco reuniones previas y trece años de pareja, Florencia Trinidad y Pablo Goycochea se pararon frente al juez Jorge Eduardo Lozano, quien destacó “la ley no dice nada del amor, y acá yo veo mucho amor”, subrayando el sentimiento por sobre la burocracia. Casi vencido por la emoción, Pablo habló de Florencia: “Es una gran luchadora, lo mejor que me pasó en la vida”. Y su mujer respondió: “Estoy junto al hombre que más me amó, que me conoce como nadie y el faro en los momentos más oscuros”. Tras el primer beso de casados y el aluvión de arroz que bendijo el momento, la flamante señora de Goycochea pronunció ante sus afectos: “Me resulta difícil desdoblarme y separar al personaje de la persona. Pero quienes están aquí saben quién soy, lo que siento y cuánto amo a este hombre. Gracias por acompañarnos. Esta libreta que alzo con orgullo es un sueño cumplido. Nos amamos tanto que quisimos ir por todo”. El aplauso fue un cálido separador. A continuación, otra reflexión. “Esta es nuestra victoria. Me enorgullece vivir en este país, y lo digo más allá de cualquier militancia. Debemos reconocer que Argentina está haciendo historia, con un gobierno que se encarga de las minorías y da posibilidad de debate al respecto. Hoy celebro mi casamiento, feliz no sólo por mí sino también porque sentamos precedente, porque esto que pasa será mayor a la estela que pueda dejar como artista: no es un casamiento igualitario, es la unión clásica de un hombre y una mujer. Doy gracias de poder criar a mis hijos en este territorio que les da permiso para elegir”, concluyó la novia.
LA CELEBRACION. La cita fue en L’Orangerie, el exclusivo restaurante del Alvear Palace Hotel, un ícono de la Belle Epoque porteña que siempre sedujo a Flor. Cuarenta personas degustaron el menú, que anunciaba una cartilla especialmente dedicada al matrimonio: selección de entradas y ensaladas y sushi, pappardelle con frutos de mar, salmón rosado con crema de limones asados, cordero patagónico con salsa de oporto y cardamomo y rolls de pollo con queso de cabra y salsa de pistachos fueron algunos de los platos. El jardín cubierto enmarcó inéditas fotos familiares. “Los padres de Pablo están felices, porque saben que cuido a su hijo con el alma: desde el afecto y la atención de ama de casa. Soy una Lita de Lázzari pero sin moto”, bromeó. Varios brindis y muchos más twitts coronaron el encuentro, que comenzó a las 14 y se prolongó hasta las 20, en una mesa de tertulias entre íntimos.
LA DULCE ESPERA. Descalza, de entrecasa, con A mi manera versión Calamaro de fondo, y frente a una ciudad que le hace guiños de luces desde su balcón, Florencia reflexiona. “Extraño a mamá. Siempre es necesaria para mí. Con ella también comparto el paso a paso de la llegada de mis hijos. Será una gran ausencia en el proceso, pero me reconforta saber que hoy tengo la familia que siempre soñé”, desliza. La noche traerá más páginas al diario que escribe para sus herederos. “Tengo cuatro nombres elegidos, y como sé que voy a terminar definiéndolos yo, tal vez le ponga todos, a lo Máxima Zorreguieta”, señala. “Me paso horas en su cuarto, imaginando cómo quedará. Doblo, saco y vuelvo a doblar la ropita de los bebés. La huelo y la acaricio, una y mil veces. Pablo cree que estoy loca, y sí, pero de felicidad”, revela. “Antes no reparaba en los bebés, y ahora cuando me cruzo con alguno no puedo dejar de alzarlo, de besarlo. Me imagino cómo será mi vida con ellos, armando largas mesas familiares con mucho bullicio. Yo ya dije que quiero dos más, aunque Pablo se infarte”, anuncia. A casi nueve horas de casada, Florencia desliza: “Hay algo distinto en el aire. No sé qué es, pero hoy siento que camino sobre algodones”.
Flor y Pablo posan en foto oficial a minutos de haber dado el “sí” en los salones del Alvear Palace Hotel.
Mientras se probaba un Oscar de la Renta en un exclusivo local de Los Angeles, se topó con el irresistible diseño de Alexander McQueen, “y él me eligió a mí”, revela Flor.
Florencia y Pablo reunieron a 40 selectos invitados en el salón L’Orangerie, del Alvear Palace Hotel, donde ofrecieron un almuerzo íntimo luego de la ceremonia civil. Tras el brindis, el matrimonio los reunió alrededor de la mesa para inmortalizar la felicidad en una celebración “a la italiana”.