Nordelta. Una barrera detiene el paso. Un vigilante de seguridad nos toma los datos. Pide autorización por teléfono. Ya en la casa –fachada de piedra y tonos grises, muy a la moda–, timbre. Abre Pamela David (33, conductora de Desayuno americano, modelo de Leandro Rud y cara de Lady Stork y Polacrin). Fresca y sonriente aun cuando la noche fue difícil, por algunas interrupciones en el sueño provocadas por Lola Vila (un mes: la más chiquita de la familia), que ahora duerme. En la cocina, masas y café. Pamela nos convida. Daniel Vila (59, dueño de radio La Red y presidente de América TV y del club mendocino Independiente Rivadavia) se suma. Nos hacen un mini-house tour para elegir las locaciones de las fotos. Y va la charla...
–¿Te habías desacostumbrado ser mamá de un bebé?
–Y... (resopla)... Una se olvida. Si bien fui madre hace muy poco, me olvidé de toda la primera parte. En eso la naturaleza debe ser sabia (se ríe). Pero estoy fascinada. Durante gran parte del embarazo pensé que era varón, y me sentí cómoda en esa situación, porque al haber criado a uno iba a tener más herramientas. Cuando me dijeron que era nena vinieron todas las dudas juntas. Pero estoy muy feliz. Y me siento embobada. ¡Ya llegué a la pareja!
–¿Por qué estuvieron tantos días internadas?
–Porque Lola corría el riesgo de tener incompatibilidad del RH. Hicimos un estudio con detalles de su grupo sanguíneo y nos dijeron que ella era negativa. Yo soy positiva: estábamos frente a un problema. Pero terminó siendo positiva. Lo descubrieron en el parto. Ese fue uno de los primeros motivos. Después sufrí un cuadro de alta presión... En síntesis, en Neonatología ves un montón de cosas, y lo nuestro fue una pavada, pese a los seis días internadas.
–¿Sos pro lactancia o te das permiso para descansar?
–Nooo... ¡Soy recontra pro lactancia! En la clínica se prendió enseguida. Es muy agotador, pero significa mucho para los chicos. En mi caso, con Felipe (5, el hijo que tuvo con el basquetbolista Bruno Lábaque) disfrutaba mucho de amamantarlo, porque sufrí su paso por Neonatología. Imaginate: primeriza, me lo sacaron, y fue a Neo sin escalas. Además, con mis problemas de presión pasamos doce días internados. Apenas lo tuve en brazos no me quise despegar más. Esto es un lujo que no todas nos podemos dar. Además, son miles los beneficios. Lola está prendida todo el día. ¡Soy un chupete ambulante! En esta licencia puedo estar con ella, y no a todas las madres les pasa. Algunas deben volver a trabajar enseguida: les duele el corazón, porque deben dejar a sus bebés y se pierden estos regalos de la vida. Lo mío es una bendición. Me desgasta el cuerpo, pero el vínculo que se genera es espectacular.
–¿Hasta cuándo tomó teta Felipe?
–¡Uy, hasta los dos años! Era un mambo mío, lo acepto. Los pediatras me decían: “Mirá que no poder dejar de darle la teta es un tema tuyo”.
–¿Y cómo es hoy la relación entre él y Lola?
–Felipe la adora. Está todo el tiempo diciendo: “¡Qué linda que es Lola! ¿Por qué será tan linda, mamá?”. Pero a la vez me pregunta: “¿Por qué nunca nos deja a vos y a mí solos?”. Pensá que en algún momento él y yo éramos todo, y de pronto hay una beba que no me larga un segundo... Tiene celos, y está bueno que lo diga.
–¿Daniel te ayuda a cambiar pañales?
–Honestamente, me ayuda en todo. Pero en ese tema... ¡viene invicto! Todavía no necesité que colabore ahí. Si estoy yo, ¿para qué?
–¿Cómo afianzan el vínculo Lola y Daniel?
–Existe una gran admiración mutua. Pero él goza de mucha más cancha que yo. Cuando se va a bañar, la levanta y la lleva con él. La maneja con mucha naturalidad. Tienen un vínculo muy fuerte, y se nota.
–¿Vos retomaste alguna actividad?
–Todavía no corté el cordón umbilical. Me siento como una mamá canguro. Estamos pegadas. La tengo encima todo el día. No la largo.
–¿Cómo fue recibida por sus medio hermanos? (N. del R: Daniel tiene otros cinco hijos: Agustín, 29; Belén, 26; Bárbara, 23; Magdalena, 17 y María Luisa, 9).
–¡Gracias a Dios todos están obnubilados con su llegada! Barbi y Belu me la sacan por horas. María Luisa no la alza tanto porque es chiquita, pero juega mucho con ella. Hubo una aceptación maravillosa por parte de sus hermanos. Es una beba muy amada por toda la familia, y eso no tiene precio.
–Vivís de la exposición pública. ¿Tenés urgencia en volver a tu cuerpo, a tus medidas?
–Siento cierta incomodidad. Admito que con Feli estuve físicamente peor. Ahora me noto un poco insegura. Extraño mi cuerpo de antes, no puedo negarlo, pero la prioridad es la beba. Yo ocupo un segundo plano, y así estaré un tiempo más. ¡Perdí la sensación de usar una cartera! Vivo con un megabolso de bebé.
–¿Vas a matarte en un gimnasio?
–No, nunca me gustaron los gimnasios. Espero que la teta me ayude a bajar. No tengo tiempo, ganas, ni energía. Volver a mis medidas es un anhelo lejano. ¡Algún día lo lograré! (se ríe). Ahora estoy en una burbuja: vivo entre Lola y Daniel, porque también hay que atender al marido. No soy de las mujeres que se dejan estar después de ser madres.
–Cumpliste tu proyecto... –Tal cual: tengo una familia hermosa, la que realmente siempre quise.
–¿Por qué se dijo que vivían en casas separadas?
–Fue un mal relato de la historia. En realidad tenemos muchas casas, ¡pero nunca vivimos separados! Incluso, al principio no queríamos hijos. Cada uno tenía los suyos, pero un día nos decidimos con Daniel. Llegó este hermoso milagro, estamos felices ¡y dormimos juntos todas las noches!
–¿Cómo son en la convivencia?
–Daniel es maravilloso, el marido ideal. Tengo que aprovechar tanta felicidad y tanto amor. A veces evito decir lo feliz que estoy, para no crear envidias o enojos, pero vivo un momento sin pálidas, pleno de felicidad, y lo vengo disfrutando a full con mi familia y mi pareja. A veces parece que lo único que vende es lo malo. Pero como soy una mujer agradecida, lo voy a gritar a los cuatro vientos: con Daniel estamos muy felices de habernos conocido y de tener esta querida hija.
El 24 de agosto a las once menos cuarto de la mañana, con 3 kilos 440 gramos, nació la beba de los Vila en el Sanatorio de los Arcos. “Es mi clon”, afirma Pamela.
Pamela pasa las 24 horas con la pequeña Loli. “Está prendida todo el día. ¡Soy un chupete ambulante! Lo mío es una bendición. Me desgasta el cuerpo, pero el vínculo que se crea entre nosotras es conmovedor”, afirma. En cuanto a la familia, dice que “hubo una aceptación maravillosa por parte de sus hermanas. Eso no tiene precio. Es una beba muy amada por todos”. Lola comparte la habitación con sus padres. En la cómoda ya ganó su espacio la colección de muñecos de peluche.
“Extraño mi cuerpo de antes, no puedo negarlo, pero la prioridad es Loli. ¡Hasta perdí la sensación de usar una cartera! Ando todo el día con un megabolso de bebé, como todas las madres”