Hace un llamado para ver cómo está Esperanza, su bebé. Del otro lado se escucha una voz femenina que le dice: “No te preocupes, la nena está bárbara”. Entonces, a Sabrina Rojas (31) se le iluminan los ojos, corta el teléfono y cuenta: “Sí, llamo a cada rato. Me desespero por estar con ella, abrazarla y comérmela a besos. Sufro porque pienso que no le puedo explicar que me voy a trabajar. Pero cada reencuentro es hermoso. Esperanza es una santa. Desde que nació, duerme toda la noche. Volví a la actividad porque con Luciano (Castro –38–, su pareja y padre de la beba) logramos que la gorda se quede en casa con mi hermana o con la mamá de él, que me ayudan. Si tuviera que dejarla con una niñera no hubiera aceptado la propuesta de Quique (Estevanez) para volver a la ficción, porque por suerte no lo hago por necesidad económica. Volví a escena porque Luciano me dijo que lo tenía que hacer. Resolvimos con quién dejar a la niña y ya estoy interpretando desde algunas semanas a Julia, una empresaria del rubro de las motos que se enamora de Gustavo Bermúdez”, cuenta Sabrina mientras manda un WhatsApp anunciando que la semana que viene no va a estar en Somos familia –lunes a viernes a las 21 horas, por Telefe–, porque se va de viaje con su familia –Luciano y su hija Esperanza–, a un lugar que prefiere guardar en secreto.
–Cuando empezaron a salir con Luciano, ¿te imaginabas que iban a terminar formando una familia?
–Sí, siempre tuve esa sensación. Pero no sólo yo: los dos sabíamos que todo esto nos iba a pasar. Evidentemente deseábamos ser padres desde el primer momento. Nuestro amor es tan lindo y tan fuerte que siempre fantaseamos con esto que vivimos hoy y con nuestra Esperanza.
–¿Cómo fue el embarazo y qué antojos tuviste?
–Mi embarazo fue soñado. Me dediqué sólo a mi panza y a mí. Nunca tuve náuseas ni malestar. Todo fue un placer. Y antojos, todos... Al principio quería comer nachos y hamburguesas, después chocolates. No me quedé con ganas de nada. Pero un día me pesé y me enteré de que había engordado... ¡treinta kilos! Ahí quise parar de comer, pero no pude, y seguí.
–¿Cómo hiciste para recuperar tan rápido tu figura?
–Pensé que nunca lo iba a lograr. Era una bola, con treinta kilos de más, pero ya volví a mi peso normal. Para eso fui al gimnasio y también tomé clases de zumba –fitness y coreografía–. Lo mejor es que después de parir, ese hambre imparable que tenés se te va por completo. Y comencé a alimentarme como lo hacía siempre. Por suerte, amamantar también te consume un poco.
–¿Esperanza sigue tomando la teta?
–Sí, y también mema. Es una nena muy grandota: ya pesa casi trece kilos. Para mí, darle la teta es el placer más grande de esta vida. La primera vez que la puse, la agarró perfecto. No nos separamos nunca más.
–¿Cómo te acompañó Luciano durante estos meses?
–Estuvo en todo, muy pendiente de mí desde que nos embarazamos. En el parto estuvo ahí como un gran papá. Fue un momento único. Siempre le digo que con los años me da miedo olvidarme algún segundo de ese día. Fue perfecto. Estábamos tan conmovidos que nos mirábamos y no podíamos dejar de sonreír.
–¿Cómo surgió el nombre de la beba?
–Lo escuchamos hace mucho tiempo, y nos gustó tanto que si teníamos una nena le íbamos a poner así. Es muy femenino y significativo para nosotros. Llegó la nena, y fue Esperanza.
–Ya sabías cómo era Luciano como padre, por su hijo Mateo. ¿Cómo es con Esperanza?
–Un re papá. Está atento a todo lo que necesitan sus hijos. Además, es un gran compañero para mí. Me ayuda muchísimo con la gorda. Se maneja muy bien. Le da la mema, le cambia los pañales, la baña y se queda solo con ella sin problemas. Hacemos un gran equipo.
–¿Qué cosas te sorprenden de tu hija?
–Todo supera a cómo lo fantaseé. Hoy la veo y no sé cómo pude vivir todos estos años sin ella. Ser mamá es lo mejor que le puede pasar a una mujer. Todo es inexplicable hasta que lo vivís. Esperanza es una gorda muy morfable. Me sorprende su crecimiento constante, día a día. Ahora está gateando y trepándose para pararse. Es muy curiosa y atrevida, como era yo de bebé. Todos los días nos sorprende con algo: lo anoto todo en un cuaderno que me regaló mi hermana, pero lo mejor es que es una nena súper buena.
–A muchas mujeres se les acrecienta el deseo sexual durante el embarazo. ¿Cómo lo vivías vos?
–El embarazo y ser madre no modificó en nada mi deseo. Yo gusto mucho de Lu, y los encuentros con él son uno de los momentos más esperados del día. Además, cuando hay amor y deseo siempre encontramos lugar para la pareja. Aunque sea madre, no quiero dejar de ser novia y sentirme deseada.
–¿Esperanza sigue durmiendo con ustedes?
–Sí, duerme con nosotros y nos encanta que sea así. La disfrutamos mucho, porque el tiempo de ser beba se pasa demasiado demasiado rápido.
–Luciano y Mateo le prestan gran atención a ella. ¿Cómo competís para llamar la atención de los hombres de la casa?
–Esperanza muere de amor por su hermano, y ni hablar cuando llega su papá. Ellos están felices con la gorda. Si veo que quedo afuera, directamente se los digo: “¡Eeeyyy! ¿Y para mí no hay abrazo?”. Ahora la mimada de la casa es Esperanza: eso no me pone para nada celosa, sí feliz.
–¿Tienen planes de seguir agrandando la familia?
–Después de lo maravilloso que fueron el embarazo, el parto y los primeros meses de Esperanza, tenemos muchas ganas de repetir y buscar otro bebé. Lo vamos a concretar más adelante, cuando ella esté más grande. De algo estoy segura: la maternidad me cambió la vida. Ahora sólo les doy importancia a las cosas que realmente la tienen.
El 15 de junio de 2013 su vida cambió para siempre cuando llegó Esperanza. El embarazo y el post parto le resultaron tan placenteros que con Luciano quieren buscar un nuevo hijo.
“Esperanza es una gorda muy morfable. Ahora está gateando y trepándose por todos lados. Es muy curiosa y atrevida, como era yo de bebé”
“El embarazo y el ser madre no modificaron en nada mi deseo. Los encuentros con Luciano son lo más esperado del día”