Con un tupper que contiene una torta casera hecha con naranja, agua y aceite de oliva, Guillermo Pfening (38) llega a la entrevista. A su lado, Asia Pfening Pinasco (de dos años y cuatro meses) corretea mostrando el adorable enterito de murciélago con el que salió de la casa que ambos comparten, tres días por semana, en La Paternal. El, antes que nada, le extiende una mamadera con té y nos cuenta: “Toma té común, y traigo una torta especial porque, Asia es alérgica a la proteína láctea y al huevo. Si come cualquier cosa se contamina, le agarra indigestión, se le cierra la glotis y comienzan los broncoespasmos”. Lo dice con total naturalidad, sin miedos. “Creo que con su mamá nos curamos de espanto cuando nació sietemesina y la vimos, del tamaño de la palma de mi mano, toda cableada. Ese mes en la incubadora nos hizo fuertes como papás”, reflexiona. –¿Siempre tuviste el deseo de ser padre? –Sí, pero no era de esos tipos que ven un bebé y se les cae la baba. Como que me derretía más un cachorrito... Pero cuando vi a Asia me dieron ganas de besarla, agarrarla y matarla a besos. Ella me genera mucho amor.
–¿La relación se dio instantaneamente o tuviste que construirla?
–Construí mucho, porque ella, de alguna manera, conocía a la mamá pero a mí no. Así que el vínculo se fue creando a través del reconocimiento de los olores, la voz... Pero no sucedió tal cual muestran las publicidades. Recién a los seis meses comenzó nuestro ida y vuelta.
–¿Cuánto tiempo tenía cuando empezaste a llevarla a tu casa?
–Un año, más o menos. Primero fue un día, después dos, hasta que llegué a pasar dos semanas de vacaciones con ella. Por suerte tengo a la tía Virginia y al tío Franco, dos amigos incondicionales, que me re ayudan. Llega un momento en que estás solo con tu hija y tenés que cocinar, bañarla, hacerla dormir y mil cosas más. Es una vida muy intensa la de padre primerizo. Por suerte, ella es una nena súper tranquila y re buena compañera. Y no heredó mi malhumor (ríe).
“NO SE DE DONDE SALIO QUE LA MADRE ERA MI MEJOR AMIGA”, dice él, ofendido, porque hace tres años rebotó por todos los medios la noticia de que la mujer con la que había concebido a su beba (Cintia Pinasco, asistente de cámara de Pol-ka) era su mejor amiga. “Eramos compañeros de trabajo que se volvieron amigos, no mejores amigos”, explica, y agrega: “Nos conocimos mucho más profundamente siendo padres”. Sin vueltas ni seducciones, el sagitariano cordobés agrega: “Yo tengo un perro –Capocha, un labrador rubio– con dos amigos y una hija con una amiga. La familia puede ser de diferentes maneras. Lo importante es que haya amor, cuidado, paciencia y comprensión. Creo que cuando le hacés caso a tu corazón, no te equivocás”.
–Desde que decidieron ser padres pasaron tres años. ¿Cambió el vínculo entre ustedes?
–Se modificó. Como toda relación, tiene sus idas y venidas. Cuando no nos ponemos de acuerdo en algo, lo hablamos y está todo bien. Ella es una excelente mamá, con unas hermanas y unos abuelos re contenedores. Asia no podría haber tenido una madre mejor.
–¿Pensás encargar otro hijo con ella?
–No en este momento. Estoy concentrado en Asia y en mi trabajo, pero claro que me gustaría volver a ser padre. No ahora y no sé con quién. La verdad, no lo pensé.
–¿Convivieron los tres en algún momento?
–Sólo los primeros meses, más que nada para estar presente y dar una mano. Desde que viajamos a Nueva York –por la filmación de la película Nadie nos mira– no convivimos más. Eso fue cuando Asia tenía seis meses.
–O sea, cuando hizo su debut en el cine...
–Sí. Es que Teo –el hijo de Elena Roger–, que iba a hacer el papel del bebé que yo cuido en la película, se complicó, y entró Asia a hacer de nene.
–¿Le ves futuro como actriz?
–No sé. Que sea lo que ella quiera. Creo que me va a dar muchas sorpresas. Aunque confieso que me la imagino como gimnasta deportiva, porque no habla mucho y tiene una destreza física descomunal.
“EN LO QUE VA DEL AÑO YA HICE CUATRO PELICULAS Y GANE EL TRIBECA”, afirma con una sonrisa auténtica el hombre que no tiene problema en levantar el chupete del piso, chuparlo y devolvérselo a su hija. Al alabar su comodidad con el asunto, él dice: “Hago todo. Soy un poco mamá y un poco papá”. Pero ahora enfoquémonos en su faceta artística, esa que hace que brille ante el público.
–Te acaban de premiar en los Estados Unidos.
–Sí, ¡y fue increíble! Cuando dijeron mi nombre sentí una electricidad por todo el cuerpo y salí corriendo al escenario. Le dediqué el premio a mi hija, a Julia Solomonoff –la directora de Nadie nos mira– y a todos los que hacen cine en la Argentina.
–El protagónico por el que te galardonaron requirió mucha dedicación y bastante seguridad, porque filmaste escenas homosexuales bastante fuertes. ¿Te sentiste incómodo?
–No. No me da pudor la desnudez. Me parece que una escena de sexo tiene que ser jugada, porque hoy hay pornografía en cualquier lado. Así que me la jugué, lo di todo.
–¿Cómo harás para mostrarle la película a Asia?
–¡Lo pensé! Porque esas escenas las agregamos después de que ella hiciera su parte. No sé... Supongo que la verá muy de grande. Muy.
–¿Qué hay de tu faceta como director?
–Debuté con Caíto. Mi hermano Luis, que padece distrofia muscular, protagonizó la película y nos fue excelente. En unos años vamos a hacer Caíto 2, una sátira de humor negro en la que él se volverá un actor famoso que se la re cree. Ahora estoy escribiendo el guión de Alice. El germen de la historia nace de mi mamá, porque veo reflejadas en ella a un montón de mujeres que no aceptan el paso del tiempo y tienen una adicción a las cirugías estéticas.
–¿Qué te llevó a elegir a Cecilia Roth para que interprete a tu madre?
–Que cuenta más o menos con la edad que tendría ella (N. de R.: Se suicidó como consecuencia de su adicción) y que llevamos una relación muy linda y cercana.
–¿Hay algún motivo por el que todas tus películas son autorreferenciales?
–Sí, porque creo que en la familia está todo, y porque siento que sólo puedo hablar de lo que verdaderamente conozco.
–Entonces la que viene...
–Sí, quién te dice, quizá la tercera película sea sobre la paternidad.
Fotos: Alejandro Carra.