¡¿Cómo, gordo?! ¡¿Que quedo renga?!”, le preguntó Graciela Alfano (65) a su traumatólogo, asustada como nunca antes frente a un hombre de delantal blanco.
Se había fracturado el platillo tibial izquierdo después de que un perro –“enorme”– la embistiera mientras corría por Avenida del Libertador, en el barrio de Palermo. “Fue el 18 de septiembre del año pasado. Me rompí la rodilla y me tuvieron que hacer una artroscopia. Estuve catorce semanas sin poder caminar. ¿Sabés lo que es eso? Recién hace diez días que me muevo”, comenta este ícono indiscutido después de ser descubierto bajo el sol de Playa Grande, descansando en una hamaca y sin maquillaje.
–Se te ve recuperada...
–Hace una semana... ¡no podía agacharme! Ahora que el médico me lo permitió, empecé a nadar. El agua salada es sanadora. Ayuda a desinflamar la rodilla. Me hace mucho bien. Incluso tuve que usar bastón, pero era peor el remedio que la enfermedad, porque me agarró una contractura terrible. Hice una rehabilitación muy fuerte y hoy puedo estar acá, disfrutando de la playa. Además, tuve mucha suerte. ¿Sabés que a muchos de los que tienen esta lesión la rodilla les queda cóncava? ¡Casi me quedo renga! Sólo el cinco por ciento termina así de bien. ¡Qué culo el mío!
Por Ana van Gelderen
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